El discurso de Protágoras

PARA ESCUCHAR EL PROGRAMA PULSAR AQUÍ.



Queridos ciudadanos de Atenas,
cuantos os venís a inscribir en este curso, haciendo un esfuerzo económico que podíais haber destinado a cosas más usuales y aparentemente prácticas, queréis, es de suponer, aprender algo de este presunto sabio que soy yo. Muy bien. Y ¿qué es lo andáis buscando? ¿Qué puede aportaros un humilde extranjero, sin más oficio que la palabra?

A quienes crean que les voy a mostrar todo lo divino y humano, ya les digo de antemano que de los dioses no diré nada, porque no tengo la capacidad suficiente para ello. Yo me limitaré a lo solo humano, que ya es bastante. Os hablaré de la verdad, tal como yo la entiendo. Y os enseñaré lo más útil para vuestras vidas. Pero, sobre todo, querría que, después de este curso, fueseis mejores ciudadanos, de vuestra ciudad y del mundo.

La Verdad…: ¡grandilocuente palabra! Algunos de vosotros habréis leído los libros de los sabios, de Tales el milesio, de Anaxágoras o del oscuro Heráclito. Todos y cada uno de ellos tienen una verdad que ofrecernos, y su verdad es, si les creemos, la Verdad absoluta y última. Desgraciadamente, es imposible encontrar a dos de ellos que enseñen la misma verdad. 

Pues bien, yo, que también me he devanado los sesos con sus difíciles libros, he llegado a una convicción. Os la voy a decir desde ahora mismo: la verdad que he descubierto, escuchad, es… que no existe la verdad. No hay la Verdad absoluta, y es inútil buscarla. Hay tu verdad, la de Homero, la de tu vecino Giorgios... Pero no hay La Verdad, sola y única. Y si la hubiera, nosotros no podríamos conocerla. 

¿Por qué pienso así? Os lo explicaré de manera sencilla: lo que yo veo y creo, no puede ser falso para mí. Puede serlo para ti, pero eso es otro asunto. Si tú me convences de algo, entonces habrás cambiado mi creencia, acercándola a la tuya, pero no estaremos ahora más cerca de la Verdad. La Verdad, sin relación contigo o conmigo, carece de sentido. ¿Comprendéis? Cada ser humano es la medida de todo, de lo que existe y de lo que no. 

Muy bien -me diréis-, entonces ¿qué tienes tú que enseñarnos?, ¿por qué habríamos de darte nuestros ahorros?” Aquí pasamos a lo segundo y más importante. ¡Claro que no todas las creencias son iguales!, ¡claro que hay sabios e ignorantes! Pero ¿qué es lo que distingue al uno del otro? No –os lo repito- el que uno sepa la Verdad con mayúsculas y el otro no. La diferencia consiste en que unos puntos de vista son más útiles que otros. Y esto es lo verdaderamente importante. Yo querría enseñaros, no la verdad, sino la creencia más conveniente y útil. 

Ahora, ¿qué necesitamos para eso? En primer lugar, conocer nuestros deseos. ¿Cuáles son nuestros deseos? Los filósofos dicen saber qué tenemos que desear tú y yo. Igual que creen que hay una Verdad absoluta, creen que existe lo Bueno en sí. Pero mirad lo que os digo: yo he viajado mucho. Y ¿sabéis qué he comprobado? He comprobado que en cada sitio la gente creía que lo bueno por naturaleza era lo que hacían ellos, aunque para las personas de otros lugares se tratase de cosas abominables. Unos pueblos comen carne, otros no quieren ni verla; unos se afeitan la cabeza, otros se dejan melena; incluso sé de pueblos que comen carne humana. ¿Puede alguien decir que unas de esas cosas son buenas y otras malas? No puede. Lo bueno, para uno, es lo que uno quiere y desea. Miraos, pues, a vosotros mismos y preguntaros: ¿qué me gusta a mí, verdaderamente? Porque eso tampoco puedo enseñároslo yo.

Pero hay algo necesario, después de vuestros deseos: los medios para satisfacerlos. Y aquí es donde entra mi enseñanza. Escuchad ahora bien: ¿sabéis cuál es la herramienta más útil de todas? ¿No? Pues, nos la dieron los dioses para que nos pudiéramos proteger de la naturaleza. Esa herramienta se llama Palabra. La Palabra es lo más útil que hay. Quien sabe manejar esta herramienta, sabe todo lo que un mortal puede saber para hacer su vida mejor.

Eso es lo que os enseñaré yo: los secretos de la Palabra y de su hija la Política. 

A quienes esto les parezca poco, pueden ya dirigirse a alguno de esos otros filósofos que conocéis. Yo mismo os daré varias direcciones, porque las frecuenté en otros tiempos. Al resto de vosotros, bienvenidos. Si os quedáis, habré demostrado hoy mismo que, efectivamente, la palabra es el mejor instrumento.



El famoso sofista Protágoras ganó gran fama y fortuna económica enseñando oratoria y defendiendo la teoría de que no existe ninguna verdad absoluta sino que cada uno es la medida de la verdad y el valor de las cosas.

¿Qué crees? ¿La verdad algo relativo a cada sujeto, o, según escribió Machado, “tu verdad no, la Verdad, y vente conmigo a buscarla (...)”?



Guión: Juan Antonio Negrete. Actor: Jonathan González.. Voces: Inmaculada Morillo y Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blázquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original y dirección: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.

No hay comentarios:

Publicar un comentario