Algunos de los alumnos de Filosofía en nuestra caverna radiofónica en RNE. Podéis escucharlos si pulsáis aquí. Gracias Noa, Alma, Marta, Juan Carlos, Cesar, Helena y al amigo y filósofo Juan Carlos Vila por vuestra interesantísima discusión. Y más que vendrán...
¿Educar en casa o en la escuela?
Algunos de los alumnos de Filosofía en nuestra caverna radiofónica en RNE. Podéis escucharlos si pulsáis aquí. Gracias Noa, Alma, Marta, Juan Carlos, Cesar, Helena y al amigo y filósofo Juan Carlos Vila por vuestra interesantísima discusión. Y más que vendrán...
El Popol Vuh
El Popol Vuh, libro que contiene diversos mitos de los Quiché, pueblo
maya de Guatemala, cuenta que los dioses hubieron de hacer varias
tentativas antes de fabricar al hombre tal como lo querían.
¿Qué querían de
él y por qué les resultó tan difícil conseguirlo? Según dice el
relato, una vez que hubieron sido creados todos los animales, los
dioses les pidieron que les alabasen llamándoles por sus nombres,
pero no consiguieron que hablaran. Por eso, los dioses decidieron
crear otro ser, condenando a los primeros a ser comida unos de otros.
Primero probaron con barro. Pero no funcionó, porque –dice el texto-: ”Se deshacía, estaba blando, no tenía movimiento, no tenía fuerza, se caía, estaba aguado, no movía la cabeza… Al principio hablaba, pero no tenía entendimiento”.
Así que fueron destruidos. Pero la obsesión de los creadores por que hubiese una criatura que se acordase de ellos, les llevó, previa consulta con las ancianas adivinas celestes, a probar ahora con madera:
“Y fueron hechos
los muñecos labrados de madera. Se parecían al hombre, hablaban
como el hombre y poblaron la superficie de la Tierra. Existieron y se
multiplicaron, tuvieron hijas, tuvieron hijos los muñecos de palo;
pero no tenían alma, ni entendimiento, no se acordaban de su
Creador, de su Formador; caminaban sin rumbo y andaban a gatas… Fue
solamente un ensayo, un intento de hacer hombres. Hablaban al
principio, pero su cara estaba enjuta; sus pies y manos no tenían
consistencia; no tenían sangre, ni sustancia, ni humedad, ni
gordura… Estos fueron los primeros hombres que en gran número
existieron sobre la faz de la Tierra”.
Nuevamente, los
dioses deciden destruirles, con el curioso detalle de que los
animales, pequeños y grandes, e incluso los palos y las piedras, y
los propios utensilios que aquellos hombres de madera habían
producido, participaron en la destrucción:
“Y se pusieron
todos a hablar; sus tinajas, sus comales, sus platos, sus ollas, sus
perros, sus piedras de moler, todos se levantaron y les golpearon las
caras: -Mucho mal nos hacíais; nos comíais y nosotros ahora os
morderemos, les dijeron sus perros y sus aves de corral. Y las
piedras de moler: -Éramos atormentadas por vosotros, cada día, de
noche, al amanecer, todo el tiempo hacíais holi holi, huqui huqui,
contra nuestras caras… Pero ahora que habéis dejado de ser hombres
probaréis nuestra fuerza…”
Así fue la
perdición de aquellos pre-hombres. Aunque el mito prosigue,
afirmando que “la descendencia de aquellos, son los monos que
existen ahora en los bosques”.
Al final los dioses consiguen crear al hombre, usando como materia el maíz: “De maíz amarillo y de maíz blanco se hizo su carne, de masa de maíz se hicieron los brazos y las piernas del hombre. Únicamente masa de maíz entró en las carnes de nuestros padres, los cuatro hombres que fueron creados”.
Aunque algunos
dudaron de la autenticidad de estos relatos (algunos de los cuales
recuerdan al Génesis bíblico), se han encontrado restos
arqueológicos (como el mural de El Mirador, de en torno al 200 a.c.)
que testimonian su antigüedad.
Estos mitos suscitan
muchas reflexiones. Pero aquí nos fijaremos en solo dos de ellas,
que planteamos al oyente en forma de preguntas:
- ¿qué nos dice del hombre y del sentido de su existencia este relato primitivo? ¿Cómo debemos entender eso de que los dioses nos habrían fabricado para que alguien se acordase de ellos, lo que, al parecer, iría estrechamente unido a la capacidad de hablar de verdad?
- ¿Cuál es nuestra relación con los animales, o, mejor dicho, con los otros animales? ¿Hablan? ¿Son ellos (por ejemplo, nuestros más cercanos primates) solo un ensayo fracasado de ser humano, o es el hombre (según creen algunos filósofos y poetas) una degeneración de lo animal, un animal que no sabe vivir, porque se dedica a pensar e inventar dioses?
Guión: Juan Antonio Negrete . Voces: Chus García, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.
Mass media.
Algunos de nuestros alumnos de Filosofía de 4º ESO del IES "Santa Eulalia" de Mérida han acudido hoy a la caverna filosófica de Radio 5 RNE. Podéis escucharlos si pulsáis aquí. Gracias Noa, Alma, Marta, Juan Carlos, Cesar, Helena y al amigo y filósofo Juan Carlos Vila por vuestra interesantísima discusión sobre la manipulación en los medios de comunicación.
Gilgamesh, la epopeya de la amistad y la muerte
PARA ESCUCHAR EL PROGRAMA PULSA AQUÍ.
La más antigua
novela que conocemos, la Epopeya de Gilgamesh, relato
sumerio-babilonio de en torno a cuatro mil años de antigüedad,
contiene ya profundas reflexiones acerca de la condición humana, en
especial acerca de la amistad y de la muerte:
El tiránico rey de
Uruk, Gilgamesh, estaba acostumbrado a violentar caprichosamente a
sus súbditos, hasta que los dioses, apiadándose de ellos, crean a
Enkidú, un hombre salvaje que “con las gacelas tasca la hierba,
con la manada se echa a beber en el estanque, y con las bestias en el
agua alegra su corazón”.
Gilgamesh, para
atraerle a la ciudad, envía al campo a una prostituta sagrada.
Cuando el montaraz Enkidú yace con ella, se transforma: ya las
gacelas y las demás bestias le huyen, y él pierde mucha de su
prodigiosa fuerza.
“¡Eres hermoso,
Enkidú, pareces un dios! –le dice ella- ¿Por qué con las bestias
has de correr por el campo? Anda, deja que te lleve a Uruk-el-Redil…”
Así llega a Uruk, como rival del tirano. Pero cuando Enkidú se
enfrenta a Gilgamesh lo que ocurre no es que uno vence al otro, sino
que se convierten en amigos inseparables.
Juntos van al bosque
de los Cedros a matar al terrible monstruo Huwawa. Son dos raros
héroes: lloran y tiemblan de temor, se consuelan uno a otro
cariñosamente, y se hacen reflexiones como esta: “Tomó la palabra
Gilgamesh y habló así a Enkidú: ¿Quién puede alcanzar el cielo,
amigo mío? Solo los dioses moran con Samash en el cielo,
eternamente. La humanidad tiene sus días contados…, todo cuanto
hace es viento”.
Una vez que matan al
monstruo, Gilgamesh, tras haber despreciado el amor de la altiva
diosa Ishtar, y, en compañía de su inseparable amigo Enkidú, mata
al Toro que el dios del Cielo, Anu, creó para satisfacer la sed de
venganza de la diosa, su hija. Como castigo a tal sacrilegio, Enkidú
enferma, cae en delirios, queda postrado unos días en cama, y al fin
muere. Gilgamesh le dedica una de las más tremendas elegías jamás
escritas y lloradas, y le ofrece el más emotivo de los duelos: “Le
tocó el corazón y no latía. Como a una esposa cubrió el rostro de
su amigo. Como águila se revolvía en torno suyo. Como leona que ha
perdido a sus cachorros, no cesaba de ir de un lado a otro. Se
arrancaba mechones de cabello y los soltaba…”
Entonces Gilgamesh
cae en una profunda meditación sobre la muerte y decide emprender su
mayor aventura, su viaje existencial: buscar la planta de la
inmortalidad, que solo conoce Utanapíshtim, el hombre del Diluvio:
“Por su amigo, Enkidú, Gilgamesh lloraba amargamente y erraba por
la estepa. ¿No moriré acaso yo también como Enkidú? Me ha entrado
en el vientre la ansiedad…”.
Recorre toda la
tierra, hasta llegar, exhausto y enjuto, ante Siduri, la tabernera
que habita junto al océano cósmico. Ella le advierte: “No hay,
Gilgamesh, paso para ese país. Nadie, desde que el mundo existe, ha
atravesado el Océano”. Pero el héroe no ceja, hasta que el
barquero Urshanabí (el Cancerbero sumerio) le cruza hasta
Utanapíshtim, el único hombre al que los dioses concedieron la
inmortalidad. Este no deja de dedicarle una reflexión acerca de la
fugacidad de la vida: “A la muerte nadie le ha visto la cara. A la
muerte nadie le ha oído la voz. Pero, cruel, quiebra la muerte a los
hombres. ¿Por cuánto tiempo construimos una casa? ¿Por cuánto
tiempo sellamos los contratos? ¿Por cuánto tiempo los hermanos
comparten lo heredado? ¿Por cuánto tiempo perdura el odio en la
tierra?... ¿No son acaso semejantes el que duerme y el muerto?”.
Pero Utanapíshtim
acaba contando a Gilgamesh el secreto de la inmortalidad: una planta
que yace en el fondo del océano. Nuestro héroe la consigue coger y
emprende su regreso. Pero, mientras bebe agua de una fuente, la
Serpiente se la roba. “Entonces Gilgamesh se sentó a llorar. Por
sus mejillas corrían las lágrimas. Tomó la mano de Urshanabí, el
barquero. ¿para quién, Ursahnabí, se fatigaron mis brazos? ¿Para
quién se derramó la sangre de mi corazón? No encontré la
felicidad para mí mismo”.
Así pues, Gilgamesh
no vence a la muerte, acaba conociendo, o reconociendo, que la vida
de los humanos es “como humo”.
La primera epopeya
de la que tenemos recuerdo es una tragedia, una auténtica tragedia:
no nos da una visión esperanzadora, como después hará el
cristianismo, o, antes, el mito egipcio de Osiris.
En tiempos
recientes, el filósofo Nietzsche nos dice que no podemos contar con
el consuelo de esa inmortalidad que buscó Gilgamesh, pero que, no
por ello, tenemos derecho a caer en la desesperación en que cayó
él, en su nihilismo
¿Es posible hacerse
cargo de una vida humana, con la convicción alegre de que “todo
cuando hace el hombre es como humo”?
Guión: Juan Antonio Negrete . Voces: Chus García, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.
El cuento del amor.
PARA ESCUCHAR EL PROGRAMA PULSA AQUÍ
Dijo el escritor
Oscar Wilde que cuando los dioses quieren castigar a los hombres, les
conceden lo que desean. ¡Qué decepción entonces!... Somos... el
animal insatisfecho. Porque nuestro deseo – decía el poeta Luis
Cernuda – es una pregunta cuya respuesta nadie sabe...
Eso que nos hace tan
disconformes es lo mismo que nos mueve y nos crece. Es el modo de ser
de los que nunca llegamos a ser...
Buscar la perfección
es, primero, saber que nos falta. Pero ¿cómo nosotros, tan de barro
inmundo, tan imperfectos, vamos a saber nada de la perfección ?
Cuando una pregunta
no tiene respuesta (o un deseo no tiene cura) lo mejor, siempre, es
contar un cuento. Como este.
Cuenta el filósofo
Platón que en un banquete de cuento, que celebraron unos nobles
amigos en honor de uno de ellos (el más cuentista, pues era poeta),
decidieron invertir la gracia y la luz del vino trasegado en hablar
de amor. Y cuando fue el turno de un tal Sócrates, éste contó lo
que una sabia mujer, Diotima, le contó una vez acerca de lo que
contaban del nacimiento de Eros, el dios del Amor.
Cuenta
este cuento de cuentos, que en un olímpico banquete, en
que los dioses celebraban el nacimiento de Afrodita, diosa de la
belleza (esa brillante faz con que espejean, aquí abajo, los
celestes sueños), salió a tomar el éter, borracho de néctar,
Poros, el dios de los recursos, y encontrose allí, en los
jardines del palacio de Zeus, a la pobre Penia, diosa de la
carestía que, olvidada por todos, vagabundeaba entre los restos
del divino festín. Y he aquí que Penia, pobre pero no tonta, se
aprovechó de la inconsciencia de Poros y solazándose con él
concibió ese día un hijo, al que, por su naturaleza, pusieron de
nombre Eros, o Amor.
Esto es amor, dice
Platón en su cuento. El hijo de lo Mucho y de lo Poco, de la
borrachera del Dios que Todo lo logra y la mísera inteligencia de la
Diosa que Nada tiene, de lo Perfecto olvidado de sí, y de la
Imperfección consciente de sí. Este hijo, el Amor, heredó por su
divino origen el sueño de lo Uno y lo Completo, y, por parte de
madre, la triste, pero no menos divina rémora de lo Partido y lo
Cojo.
Y desde entonces
Eros, hecho cuerpo, renquea y brinca por la Tierra atento a cada
bella (y afrodisíaca) llamada del Cielo. Y este Amor, en la forma de
la flecha que nos excita y tensa por dentro, es el Alma que a los
hombres anima a unir lo que parece distinto, a hacer verdaderamente
uno a lo mentiroso y doble.
Amor apunta con
bizco y tembloroso esfuerzo de arquero a lo que paternalmente nos
llama, desde la caverna o valle qué habitamos a la vertical llanura
de los sueños. Deseo, alma vagabunda, sueño inasible de belleza,
sombra del Sol que sostiene las espaldas del cielo, solo eso, desde
que Platón lo dijo, con luminosa y parecida borrachera a la del dios
padre, y la inteligente y verbosa mentira de la seductora Penia, es
el Amor.
Y eso somos tú y yo. Y, por eso, ni tú, ni yo. Quien lo
pensó, lo sabe.
Guión: Víctor Bermúdez . Voces: Chus García y Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.
Decrecimiento
PARA ESCUCHAR EL PROGRAMA PULSA AQUÍ
Crisantra.- Jo,
Primitiva, vaya vidorra que te pegas. Llevas toda la mañana tumbada
al sol.
Primitiva.- ¿Y qué?
¿Es acaso pecado?
Cris.- Pues sí. El
pecado de la pereza. Podías hacer algo más provechoso.
Primitiva.- ¿Más
provechoso que dormitar al sol, leer y meditar? ¿El qué?
Cris.- Pues ayudar a
tu padre, el pobre, que está solo en el bar.
Primitiva.- Quiá.
Es su turno. Lo mío son las tardes y las copas.
Cris.- Pues acabo de
pasar y tiene la barra a tope. Algunos clientes se le iban por no
poder atenderlos.
Primi.- Bueno. Hay
otros bares cerca. También tienen que vivir, los pobres.
Cris.- ¡Anda
que!... Desde luego, nunca seréis nada en la vida.
Primi.- ¿Y esta? ¿Y
que hay que ser en la vida, según tú?
Cris.- ¡Pues un
triunfador! Y aprovechar un buen negocio, como podrías hacer tú.
Primi.- Ya me
aprovecho. No me ves aquí, retozando al sol.
Cris.- No, tontaina.
Aprovecharlo de verdad. Ay, si yo fuera tu...
Primi.- ¿Qué es lo
que harías?
Cris.- Pues, con lo
bien que cocina tu abuela, y con el sitio que tenéis, ¡buah!... De
entrada, ampliaría el local, y montaría un buen restaurante, no esa
tasca que tenéis ahora.
Prim.- Pero si la
gente viene por lo de la tasca, que no te enteras...
Cris.- ¡Calla! Y
pondría una terraza que ocupara toooda la plaza...
Prim.- Eso, y a los
viejos que ocupan los bancos los pondrías de camareros.
Cris.- ¡Nada de
viejos tomando un miserable chato! (Soñadora) Esto sería otra cosa,
un sitio chic, guay, cool. Haría publicidad, aparecería en las
guías gastronómicas, y en las de decoración. Y solo vendría gente
superbien y muy moderna... ¡Guau!
Prim.- ¿Guau? Te
cargarías la vida del barrio. Esto se llenaría de tiendas caras, y
de tráfico. Los pisos subirían de precio. Echarían a la mitad de
los vecinos....
Cris. - Así es la
vida, primi. O comes o te comen. Y yo soy de los que comen.
Prim.- ¿Y para qué
quieres ponerte tan gorda?
Cris.- Ya estamos.
Yo quiero progresar. Como todo el mundo. Como deberías hacer tu.
Imagina que haces lo que te digo.
Prim. ¿El qué?
Cris.-
(Entusiasmada, visionaria, hablando muy rápido) ¡¡Pues montar ese
restaurante bestial!! ¡¡Y cuando lo tengas lleno todos los días,
zas, empiezas a crear franquicias!! ¡Y abres locales en la capital,
y en otros países!... Y todo lo que ganes tienes que ir
invirtiéndolo, por supuesto. Y en paraísos fiscales, para no pagar
impuestos. Ah, ah, y ojito con la gente. Dice mi padre que no te
puedes fiar, tienes que estar encima de todos todo el día, para que
no te roben, y...
Prim.- (Cortándola)
Cris, querida...
Cris.- (Ansiosa) Sí,
¿qué? ¿Qué?...
Prim.- ¿Pues eso,
qué... que todo eso... para qué?
Cris.- (Irritada).
¿¡¡Pero cómo que para qué!!? ¡¡Pues para que va a ser!! ¡¡Para
ganar mucho dinero, y para tener todas las cosas que quieras, y para
que cuando ya seas muy mayor y tengas millones en el banco, poder
retirarte a tu mansión, a pasar tan ricamente las mañanas
tomando... el sol... (se da cuenta de todo lo tonto de su
planteamiento y se calla). [Silencio]
Prim.- (Carraspea,
disimulando, como si no hubiera pasado nada) Cris, cariño, no
querrás acercarme ese bote de crema. Y uno de esos libros...
Cris.- (Tímida,
confundida)... ¿Cual?...
Prim.- Ese rojo y
verde; se llama “Decrecimiento”....
Cris.- Toma.
Prim.- Gracias. Y
otra cosa... ¿A que estás deseando tumbarte al sol aquí conmigo?
En los años 70,
algunos economistas como comienzan a popularizar el concepto de
“decrecimiento”, que hoy da nombre al movimiento filosófico y
político que cuestiona el objetivo de la economía clásica liberal,
esto es, el crecimiento económico, y aboga por la disminución de la
producción y el consumo, hasta reequilibrar la relación entre el
ser humano y la naturaleza (y de los propios seres humanos entre sí).
El decrecionismo
critica el dogma del “crecimiento por el crecimiento”, al que
culpa de los problemas ecológicos y las desigualdades sociales. Su
finalidad es que los seres humanos aprendan a vivir mejor con menos,
maximizando el bienestar y reduciendo al mínimo el consumo, en la
línea de una “economía budista”, como decía Schumacher, o en
la de la “felicidad nacional bruta”, concepto propuesto por el
rey de Bután en 1972 en oposición al de “producto interior bruto”
y a la habitual correlación entre “felicidad” o “nivel de
vida” y “poder adquisitivo”
Los partidarios del
decrecimiento proponen una disminución controlada de la producción
y el consumo fomentando nuevos modelos de economía y de vida, en los
que la autoproducción, el intercambio sin dinero, el consumo de
productos locales y duraderos, y, en general, la adopción de modos
de vida más austeros, son principios fundamentales. Y advierten de
que, de no emprender ese proceso, el decrecimiento acabará
imponiéndose, de forma más abrupta, como la consecuencia necesaria
de un sistema fiado al aumento insostenible y obsesivo de la
producción y el consumo.
¿Qué piensas tú?
¿Crees que el decrecimiento es una forma adecuada de organizar la
economía y de vivir?
Guión: Víctor Bermúdez . Actores: María Ruíz-Funes, Laura Casado. Voces: Chus García y Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.
Don Quijote, la locura y la muerte
PARA ESCUCHAR EL PROGRAMA PULSA AQUÍ
Antonia Q.- ¿Qué
recuerdas más a menudo, Sancho, de mi tío Alonso?
Sancho.- Tantas
cosas recuerdo de mi señor don Quijote que no daría abasto
recordándolas. Muchas veces me he recordado de aquellos tan breves
días de su muerte, esto es, cuando recuperó el juicio.
Antonia Q.- ¡Pobre!,
¡no tuvo tiempo de desandar sus locuras, como él quería…!
Sancho.- Mejor así:
ese fue el último don que nos dejó, por lo menos a mí, según solo
he sabido ver con el lento correr del tiempo desde que partió de
entre los que nos llamamos vivos.
Antonia Q.- ¿Qué
dices, Sancho amigo: de qué don hablas?
Sancho.- Recuerdo…
-y en aquellas horas y en aquellos días no caí en ello-, recuerdo
las palabras del señor cura, apenas le hubo confesado, que salió
diciendo: “verdaderamente se muere y verdaderamente está cuerdo
Alonso Quijano el Bueno”. Y esa es la verdad, que fue lo mismo en
él volver a la cordura y morir. Y, querida Antonia, maravíllome yo
mismo de que, aun sabiéndome no nacido para filosofías, haya
alcanzado a comprender que no otra cosa es lo que nos quiso enseñar
sin decirlo: que la cordura es muerte y que la vida es locura.
Antonia Q.- En él
al menos así fue. Y también yo sentí algo semejante, y me causó
gran escalofrío verte hablarle de que si Dulcinea ya estaba
desencantada, o que si os fuerais juntos de pastores, y todo ese tu
loco querer que él siguiese loco.
Sancho.- Mientras
conservó él su noble locura, tuve yo algo por lo que ejercitar mi
rústica cordura. Y hasta me enseñó un poquito a ser santamente
loco… Verle, luego, hablar con seso y ver un espectro fue todo una
y la misma cosa… Como si al mundo le hubieran borrado sus colores.
Antonia Q.- ¡En
verdad se ve que tu señor don Quijote inspira fuertemente tu
imaginación! ¡Así le lloramos! Cuando a mí me aconsejó que no
casara con quien se hubiese dado a la lectura de libros de caballería
vínoseme un doble sentimiento: que me dejaba vida desesperanzada, el
uno; pero el otro, que no volvería a haber sano loco como él.
Sancho.- ¿Tómame
por loco, Antonia amiga, por lo que pienso?
Antonia Q.- ¡Así
lo quisieras tú, Sancho! (sonríe) Dime, ¿qué piensas?
Sancho.- Pienso que
acaso este mundo no es más que una novela, escrita por algún sabio
como Cide Hamete Benengeli, y que nosotros, tú y yo, pero también
cuantos han leído y lean las hazañas de tu tío, somos personajes
dibujados por su pluma con más o menos detalle…, y que no estamos
aquí sino para servir de ocasión a que mi señor don Quijote tenga
ocasión de iluminar el relato con su lucidez. Y pienso esto
-dirételo antes de que me lo preguntes-, porque paréceme que este
mundo nuestro no tiene sentido desde que nadie sabe ver doncellas
prisioneras, pobres esclavizados y gentes bajo todo tipo de
encantamientos.
Antonia Q.- No
blasfemes, Sancho.
Sancho.- No es
blasfemia. Al mismo Cide Hamete le he leído que “él supo obrar y
yo escribir”.
Antonia Q.- Te
comprendo. Como si nos hubiésemos quedado sin oficio. ¿Y si los
muertos somos nosotros?
Sancho.- Eso mismo
es lo que quería decirte. Y así don Quijote, cuando acabó sus
aventuras, se volvió cuerdo para poder morir.
Se celebra el cuarto
aniversario de la muerte de Cervantes, si es que los genios mueren de
verdad.
Cervantes supo
imaginar a uno de los personajes más impresionantes de la literatura
universal, además de narrarlo magistralmente: el hidalgo manchego,
que enloqueció con la lectura de libros de caballería y salió,
acompañado del fiel Sancho Panza y enamorado de la sin par Dulcinea,
a deshacer entuertos en un mundo que solo él logró ver poblado de
gigantes y malvados brujos.
Pero el mundo en que
vivió Cervantes ya estaba desencantado y en él reinaba una cordura
que hacía tiempo había desesperado de cambiar las cosas.
¿Es esa la tragedia
del idealista: que solo él, en su locura, ve a quienes sufren y a
quienes hacen sufrir, y cree que puede lucharse contra ello, mientras
los demás se ríen sardónicamente de él?
¿Está más vivo o
más muerto el loco? ¿Y si la cordura o sensatez no es más que
estar muerto, como quizá vino a decir don Quijote cuando recuperó
el juicio para morir?
¿Qué piensas tú?
Guión: Juan Antonio Negrete . Actores: Jonathan González, Eva Romero. Voces: Chus García, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.
Aristóteles y la felicidad
Periodista.- Queridos
cavernioyentes, tras varios siglos de gestiones, hemos logrado, al
fin, una entrevista con Aristóteles, alias el Estagirita, quien,
según su costumbre, nos ha invitado a pasear con él y discutir
sobre la felicidad. Buenas tardes, maestro.
Aristóteles: Buenas
tardes a los oyentes de todos los siglos.
Periodista: Maestro,
usted ha hablado y escrito mucho sobre la felicidad, sin ir más
lejos en su famosa obra Etica a Nicómaco. Han pasado
veinticinco siglos y seguimos buscándola, sin demasiado éxito. ¿Qué
nos pasa?
A.- Lo bello es
difícil, que diría mi amigo Platón.
P.- Se ha dicho que
hasta intentar definirla es un problema.
A.- Definirla es
sencillo. La felicidad es el fin de la vida humana, y la forma de ser
correspondiente con ese fin.
P. ¿La felicidad
una forma de ser? ¿Podría ser más concreto?
A.- Claro. Lo
primero para ser feliz es vivir de cierta forma. Y lo primero de lo
primero, vivir de forma que, además de comer, beber y cosas así,
seas querido y respetado por los demás...
P.- Da usted mucho
valor a la amistad.
A.- Nadie puede ser
feliz sin amigos. A diferencia de la familia, los amigos se escogen y
se merecen. La amistad con los mejores nos obliga a hacernos
mejores...
P.- Sr. Aristóteles,
los alimentos y los amigos son necesarios para la felicidad, pero,
¿son suficientes?
A.- No del todo. La
felicidad consiste, como diríais hoy, en realizarnos como personas.
P. - ¿Y que tenemos
que hacer para eso?
A.- Lo primero:
saber qué es una persona.
P.- Ud. ha definido
a las personas como seres racionales, y también como “animales
políticos”...
A.- Cierto. De un
lado somos animales racionales, y nuestro fin es comprender las
cosas. Y del otro, inseparable del primero, somos seres sociales que
tenemos que convivir según el arte de la política.
P.- ¿Y de ambas
cosas depende la felicidad?
A.- De las dos.
Vivir como seres racionales es lo mismo que convivir como ciudadanos.
P.- ¿No vale,
entonces, ser un lobo solitario?
A.- Para desarrollar
la razón es necesario dialogar y aprender de los demás, y esto solo
puede darse entre ciudadanos libres y educados en una sociedad bien
ordenada y justa.
P.- Mucha gente, en
nuestra época, piensa que la felicidad nada tiene que ver con la
política ni, menos aún, con la razón o el conocimiento. ¿Qué
opina de esa opinión?
A.- Yo creo que
vivir fuera de la ciudad y de sus problemas, nos animaliza. Y que
abotargar el entendimiento, también. Y una persona no puede ser
feliz sin ser lo que es, viviendo como un animal.
P.- ¿Tan esencial
es razonar y entender? Mucha gente piensa que se es más feliz sin
tanto filosofar...
A.- Tal vez. Pero
solo nosotros, los humanos, podemos asombrarnos ante el mundo y sus
misterios, y preguntarnos por ellos. Esa admiración y reflexión es
lo que da sentido a la vida de muchos de nosotros. De ahí que nos
dediquemos a la ciencia y la filosofía...
P.- Pero, y las
carreras de carros, maestro, y las comedias de Aristófanes, o
embriagarse con vino...
A.- No niego que
todo eso, en su justa medida y sin excesos, pueda contribuir a la
felicidad. Pero me extraña que alguien no tenga más aspiración en
la vida que asistir a las carreras de carros o emborracharse con el
arte o el néctar de Dionisos. Tal vez le falte educación...
P.- O tal vez tenga,
el pobre, alma de esclavo.
A.- Eso insinué
alguna vez, sí. Pero ahora, con el correr de los siglos, ya no lo
tengo tan claro.
¿Qué piensas tú?
¿Es la felicidad el fin de la vida humana? ¿Y en qué crees que
consiste?...
Guión: Víctor Bermúdez . Actores: Jonathan González, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.
Guión: Víctor Bermúdez . Actores: Jonathan González, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.
La red
PARA ESCUCHAR EL PROGRAMA PULSA AQUÍ.
[Sonido constante de mensajes de móvil de diversos tipos, juegos,
vídeos, musiquillas, tonos... Las voces también han de sonar un
poco – muy poco – cibernéticas, como hablando a través de Skype
o algo así, pero sin que apenas se note]
(Los personajes dialogan pero de manera distraída, un poco
ralentizada; están enfrascados en sus móviles,
tabletas, etc., y la conversación está mayormente en segundo
plano. Solo al final se deja claro de que toda la conversación
transcurre a distancia, a través de Skype...)
Petr.- … Oye... ¿Ya estamos todos?
Erem.- … Cris me dice que ya llega.
Petr.- … Dile que corra, que nos perdemos el
principio.
Prim.- … Oye, que me dice la Felisa que el concierto
está empezando
Erem.- … Ah, ¿ya están los otros en el concierto?
Prim.- … Sí, me han mandado un selfi, están también
Madriguero, Espelunca y Covadonga.
Petr.- … Anda, la Covadonga. ¿Qué se cuenta?
Prim.- … Pues que contigo no quieres cuentas. Que eres
un cuentista, dice.
Petr.- … ¿Y eso?
Erem. … Dice que la dejaste por el chat, chato. Y que
la culpa la tengo yo, que según ella, te acoso con mensajería.
Petr.-... ¿Qué? Perdona...
Erem.- Deja. Ahora te mando lo que me mandó. Está
super-cabreada.
Petr.-... A ver... (como leyendo)... Hala, pues es
verdad... Pero si yo nunca me he enred...ado con ella. Ni siquiera la
tengo en Twitter. Ni en Instagram.
Erem.- Pero si en el facebook. Además, llevabas dos
meses en el Telegram con ella.
Petr.- En el Telegram no, que eso es para íntimos, era
en wasap. Y solo porque tiene un blog sobre los Desconnectión
que es pa verlo.
Erem. -... Oye. ¿No íbamos a ir al concierto ese?
Petr.- … Eso. Tocan los Androids.
Prim.- … Yo creo que voy a pasar. Me están mandando
vídeos esta gente, y me parecen malísimos.
Petr.- … Yo me estoy acabando de bajar lo último de
Desconnectión, así
que también paso.
Crisantra.- ¡Hola chicos!
Erem.- Cris. Por fin te apareces. ¿Que te ha pasado?
Cris.- Nada. He cortado con mi novio.
Petr.- … ¿Pero tenías novio?
Cris.- … Desde hace un mes. En el Tagged.
Pero creo que me ponía los cuernos con otro perfil.
Erem.-... ¿Cómo lo sabías?
Cris.- Intentaba ligar con mi otro perfil en Weeworld,
y me decía las mismas cosas que en el Tageed.
Erem.-... Vaya, lo siento.
Cris.-.... ¿Eh?
Petr.-.... Chicos, oíd el programa de radio que os he
mandado por facebook. Salimos nosotros!
Prim.- …. ¿Nosotros? ¿Quiénes somos nosotros?
Cris.- … (En otro rollo) ¡¡Pero qué tarugo eres!!
Petr.-... ¿Yo?
Prim.-... ¿Tu ex?
Cris.- … No. Perdonad. Es que estoy discutiendo con
los de mi grupo de trabajo en psicología.
Erem.- … ¿Y de qué va?
Cris.-... De los medios de comunicación y las
relaciones humanas.
Prim..- … ah.
Erem.- Chicos, me desconecto. Acabo de pedirme una pizza
y está al llegar.
Petr.- Yo también. Además, el skype me va lentísimo
hoy.
Prim.- Vale. Seguimos en wasap.
Cris.- Ok. Ahora te cuento eso en el Telegram, Ere.
Erem.- Chao. Ahora os mando unos besos diver por
facebook.
Las nuevas tecnologías de la comunicación están
transformando la forma de concebir las relaciones sociales y el
ámbito completo de la cultura.
Según algunos, esto representa una amenaza para la
integridad e incluso la salud mental de los individuos. La
comunicación virtual, nos dicen, desnaturaliza las relaciones
personales, empobrece los códigos comunicativos, frivoliza los
mensajes y nos hace tecnológicamente dependientes. Además, muchas
personas comienzan a sentir una dependencia psicológica con respecto
a estas vías de comunicación. ¿Quién puede, hoy, separarse del
móvil o del ordenador conectado a internet?
Según otros, las nuevas redes de comunicación no son
una amenaza, sino una oportunidad para desarrollarnos en un marco de
relaciones mucho más amplio y accesible. La comunicación a través
de la red enriquece las relaciones personales, nos permite conocer a
más personas diferentes y en más aspectos de su vida.
Además, el hecho de estar permanentemente comunicados
está generando una revolución en los lenguajes y los medios de
expresión, además de un acceso masivo y rápido a todo tipo de
información. ¿Qué puede tener de negativo el poder gozar de redes
que nos permiten informarnos y comunicarnos libremente con cualquier
persona en cualquier rincón del mundo?
¿Qué dices tú? Mándanos tu opinión en un comentario, mensaje, sms, wasap, twit
o lo que te apetezca
Guión: Víctor Bermúdez . Actores: Jonathan González, Eva Romero, Laura Casado, María Ruíz-Funes.Voces: Chus García Fernández, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.
Pactos políticos.
PARA ESCUCHAR EL PROGRAMA PULSA AQUÍ
[Suena un fondo de
noticias políticas en la radio o la tele, que se funde con la
conversación...]
Felisa.- Bueno,
chicos, aunque os parezca mentira que esto salga de mi boca, creo que
ya hemos vagueado bastante y que podríamos ponernos con la actividad
de Ética. Por cierto, Madriguero, te ha tocado en nuestro grupo.
Como no estabas…
Madriguero.- Muy
bien. Pues, si queréis seguir decidiendo sin mí, por mí adelante,
toda vuestra… (sonríen)
Felisa.- No te
libras: nos ha advertido de que tenemos que participar todos.
Madriguero.- ¡Vaya!
Lo siento por vosotras. Y ¿en qué consiste la cosa?
Felisa.- Que te lo
explique mejor Espelunca.
Espelunca.- Pues ha
hecho varios grupos, como si fuéramos partidos políticos de un
supuesto país, con nuestros votos y todo, y nos ha pedido que
negociemos, a ver quién consigue el mejor pacto.
Madriguero.- ¿A ver
quién consigue el mejor pacto? ¿Y cuál es el mejor pacto?
Felisa.- ¡Hombre,
está claro!: aquel en que sale tu grupo gobernando y con más
ministros.
Madriguero.- ¿Eso
ha dicho el profe?
Espelunca.- No, no
ha dicho eso: en realidad no ha dicho cuál va a considerar el mejor
resultado.
Felisa.- Pero se cae
por su peso, ¡vamos! Así que lo que tenemos que hacer es jugar a
uno de esos juegos que nos mencionó hace días… el del prisionero,
o el de los gallinas, o algo así... O sea: intentar sacar lo más
que podamos, sin meter la pata.
Madriguero.- Pues yo
no voy a vender mis principios… porque se supone que tenemos unos
principios, ¿no?
Espelunca.- Sí:
aquí tienes la lista de los que nos tocaron.
Madriguero.- Aquí
tiene mis principios. Si no le gustan, tengo otros, como dijo
Groucho.
Felisa.- Vale, vale,
pero ahora no se trata de los principios, sino de los finales, o sea,
de los resultados. Cambiamos principios por poder, y luego ya veremos
lo que hacemos.
Madriguero.- Me
niego. Que formen gobierno los otros, si se atreven a venderse. Yo
prefiero morir con dignidad.
Espelunca.- No se
trata de morir, Madriguero.
Felisa.- ¡Eso!
Espelunca.- Ni
tampoco de ganar, Felisa.
Felisa.- ¿Entonces,
tú que propones: perder?
Espelunca.- Tal como
yo lo veo, se trata de conseguir el acuerdo más justo, teniendo en
cuenta los votos que tenemos cada grupo.
Felisa.- ¿El
acuerdo más justo? ¡Estamos hablando de política!
Madriguero.- Sí, la
verdad es que suena un poco naif. Pero sigue, santa Espe.
Espelunca.- A mí no
me gusta ni siquiera que sea una negociación. Fijaos, entre nuestros
principios está que nos hemos presentado como más honestos que los
demás. Entonces… (no os riáis) yo propongo que pensemos qué
podemos honestamente reclamar y qué pueden reclamar los demás, qué
es justo que cedamos y qué mínimo no podemos ceder de ninguna
manera, y vayamos a la mesa sin ases en la manga ni cosas parecidas.
Felisa.- Eso no es
una negociación, eso es un pic-nic en familia ¿¡no te digo!?
¡Menudos negociadores que sois! Uno prefiere perder a dar un poco su
brazo a torcer; la otra no solo da el brazo sino hasta las piernas.
¿Me dejáis a mí, al menos para que ganemos el concurso y saquemos
buena nota?
Madriguero.- (con
tono heroico patético) ¡Me niego a venderme por un…
¿sobresaliente!? (ríen)
Espelunca.- Pues yo
creo que el profe está pensando en ponernos mejor nota si hacemos lo
que digo yo.
Felisa.- ¡Madre
mía! ¿¡Vamos a tener que ponernos a negociar cómo vamos a
negociar!?
En el mundo de la
política se presentan a veces situaciones en las que los
representantes elegidos por los ciudadanos se ven obligados a
negociar o pactar, porque ninguno cuenta con una mayoría absoluta.
¿Cuál es la mejor actitud ante una negociación política?
Las posturas ante
esta cuestión varían según el peso que se le dé, en esas
circunstancias, a los principios y al aspecto más pragmático. Los
más intransigentes creen que las consideraciones pragmáticas
suponen vender los principios. En cambio, los más pragmáticos
acusan a los primeros de no hacer posible llevar a la práctica al
menos parte de los principios de uno.
En el fondo de este
dilema está el problema ético de si importan más los principios o
los fines; a lo primero apuntan las éticas del deber, a lo segundo
las éticas utilitaristas.
Ahora bien, una
consideración más profunda de la cuestión puede hacernos ver que
la capacidad de llegar a acuerdos con los adversarios políticos no
es una cesión sino todo lo contrario, el verdadero arte de la
política, es decir, de la vida en común de personas con ideas
diferentes. ¿Sería, incluso, deseable ver en la política una
conducta más ética u honesta, una
conducta que no recurriera a las típicas argucias de la negociación
y el regateo?
¿Qué piensas: cuál
es la mejor actitud ante el desacuerdo político?...
Guión: Juan Antonio Negrete . Actores: Jonathan González, Eva Romero, María Ruiz-Funes. Voces: Chus García, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.
La existencia de Dios
PARA ESCUCHAR EL PROGRAMA PULSA AQUÍ.
Madriguero.- ¿¡Qué,
Covadonga!, hoy te ha debido de encantar la clase de filosofía, no?
Covandoga.- Bueno…
Felisa (casi
interrumpiendo).- ¿Por qué? ¿Qué me he perdido?
Madriguero.- ¡Es
verdad, que a esa hora es cuando te has marchado al médico! Pues
Víctor nos ha explicado un argumento de un tal San Anselmo, que
pretende demostrar que Dios existe.
Espelunca.- Sí, ha
sido muy interesante.
Madriguero.-
¿¡Interesante!? ¿Ves?: esas son las cosas por las que la Filosofía
está tan pasada. ¡Hasta el propio Víctor apenas podía disimular
la sonrisa!
Espelunca.- A mí no
me ha parecido eso: me ha dado la impresión de que él mismo estaba
extrañado del argumento mientras lo explicaba… extrañado en el
buen sentido.
Felisa.- Bueno, pero
¿de qué iba? O mejor: ¿lo va a preguntar y evaluar?
Madriguero.- No
creo. Pues mira, es muy sencillo: Dios tiene que existir porque es un
ser perfecto, y si no existiese no sería perfecto. ¡tachánnn! ¿Qué
te parece? O sea, que, por las mismas, mis vacaciones en Suecia
tienen que existir, porque tengo pensado que sean perfectas. Y, por
supuesto, el plato de tallarines a la carbonara perfecto, existe,
porque es perfecto. Concretamente, es el que hace mi abuela…
(sonríen)
Felisa.- (con voz de
incredulidad).- ¿Eso habéis hecho hoy en clase? ¡Qué rayadas se
marcan los filósofos!... ¡Y al Víctor le gustan, en eso tiene
razón Espelunca!
Espelunca.- Pues a
mí me ha dejado pensando. Es que, Madriguero, no has contado lo que
podría contestarte Anselmo: no son lo mismo unas vacaciones
perfectas o un plato a la carbonara perfecto que un ser totalmente
perfecto. Si digo que esas vacaciones no existen no me contradigo,
porque el que sean perfectas como vacaciones no significa que sean
perfectas en todos los sentidos. En cambio…
Madriguero.-
(interrumpiendo)… en cambio solo porque yo tenga una idea de un ser
supuestamente perfecto (¡que a saber qué significa eso!), o sea,
que solo porque yo me invente esa idea, tiene que existir. ¡Esa es
la definición del timo!
Espelunca.- A mí me
ha recordado al Principito, cuando dice que el cordero tenía que
existir porque era bello.
Madriguero.-
¡Exacto, es como los cuentos de hadas!
Espelunca.- Pues
tomadme por loca, pero yo a veces pienso, como el Principito, que lo
que es bello tiene que existir.
Madriguero.-
(burlón) ¡Claro, y lo malo no tendría que existir, porque es malo!
Eso es lo que me decía mi amigo imaginario… De todas maneras
¡ojala tengas razón, porque eso significa… que yo soy inmortal!
¡Y tú, por supuesto! (con tono meloso) ¡Y los dos! (ríen las
otras) Bueno, Covadonga, no me has contestado: a ti te ha debido de
chiflar ese (con tono de entrecomillar) “argumento”…
Covadonga.- La
verdad es que ni lo he entendido. Pero yo no necesito ningún
argumento para creer, porque tengo fe. Y no creo que quien no tenga
fe vaya a creer porque en clase de filosofía o donde sea le cuenten
un argumento.
Madriguero.- ¡Tú
tienes tu propia versión del argumento, Cova: puesto que yo creo,
existe!
Espelunca.- Es lo
mismo que te pasa a ti, Madriguero, con las cosas que tú crees.
Una de las piezas
más interesantes de la filosofía es el llamado “argumento
ontológico” de san Anselmo, según el cual, un ser mayor que sea
tal que no podamos pensar en otro mayor o más perfecto, tiene que
existir por necesidad, porque si pensamos que ese ser sumamente
perfecto no existe, nos estamos contradiciendo, ya que existir es una
perfección, así que estaríamos diciendo, en realidad, que el ser
sumamente perfecto no es sumamente perfecto.
Muchos filósofos y
teólogos lo consideran una falacia: del simple hecho de que yo tenga
una idea en mi mente no se deduce que eso exista. Sin embargo,
también muy importantes filósofos (tales como Descartes, Leibniz,
Hegel o Alvin Plantinga, creen que ese argumento es o puede
ser válido, si lo pensamos con cuidado.
Preguntémonos: si
no es suficiente con tener una idea en mi cabeza para deducir que eso
existe, ¿qué más hace falta? Desde luego, podemos decir que hace
falta poder comprobarlo con nuestros ojos. Pero ¿acaso no podemos
dudar, con Descartes, de si todo lo que creemos ver no está solo en
nuestra cabeza, como están los sueños?
¿Qué piensas tú?
¿Es válido el argumento ontológico de San Anselmo?...
Guión: Juan Antonio Negrete . Actores: Jonathan González, Eva Romero, Laura Casado, María Ruíz-Funes. Voces: Chus García, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.
El poder
[Final de acto del
Don Giovanni de Mozart, y ruido de aplausos en un auditorio]
Eremita.- (En voz
alta, mezclándose con los aplausos )¡¡Bravo!! ¡¡Muy bien!!
¡¡Bravo!!... (Dirigiéndose a Petronilo) ¡Qué maravilla! ¿Te
gusta Petronilo?
Petronilo.- ¡Me
está encantando! ¡¡Me mola la ópera!!
E.- Ja,ja,ja... Y a
mi que hayas venido. (Con picardía) Hace poco decías que odiabas la
ópera, y que jamás irías a un recital...
P.- (azorado) Ya,
pero si tú me dices ven... todo cambia...
E.- Ja, ja, ja... O
sea, que si te digo que te tires por la ventana, allá que te vas...
P.- (zalamero) Si me
lo pides tú... saldría volando...
E.- ¡¡Anda ya,
zalamero!!
P.- Por cierto, el
otro día la profe de filosofía nos planteo un problema muy
interesante.
E.- ¿Ah sí? ¿Cuál?
P.- Nos preguntó
que tenía que hacer para que nos arrodillásemos ante ella y le
lamiéramos la suela del zapato.
E.- ¡Jolín, que
guarrada! ¿Y eso a qué venía?
P.- Quería
hablarnos del poder y de cómo se puede lograr.
E.- ¿Y lo logro?
P.- Bueno, era un
juego. Pero me di cuenta de muchas cosas. Por ejemplo, la profa nos
preguntó que haríamos si nos amenazara con suspensos y otros
castigos, incluso con la pena de muerte si no le lamíamos el zapato.
E.- ¿Y qué paso?
P.- Unos pocos
dijimos que no lo haríamos, que la dignidad está por encima de la
vida; aunque, la verdad, yo no sé qué haría de verdad llegado el
caso...
E.- (con ironía)
¡Siempre tiene que haber un martir tocanarices!
P.- Pero luego fue
peor. Nos preguntó por cuanto dinero nos olvidaríamos de nuestra
dignidad. Y la inmensa mayoría de nosotros... acabó vendiéndose.
E.- Todo el mundo
tiene un precio, como dicen en las pelis del oeste.
P.- Bueno, hubo una
chica que se tomo muy en serio el juego, y que gritó,
superindignada, que ella no se arrodillaba ante nadie ni por todo el
oro del mundo...
E. - (con ironía)
¡Cachis! ¡Menuda aguafiestas!... ¿Y qué paso entonces?
P.- Entonces nos
pidió que imaginásemos una sociedad muy religiosa, como la de los
antiguos egipcios, en la que todos creyeran que Ella, la profa, era
la encarnación de una diosa, y en la que hubiera procesiones
dedicadas al Santo Zapato y cosas así...
E.- Jajaja.. En esa
sociedad la gente se volvería loca por besarle el zapato, sin
necesidad de amenazas ni dinero...
P.- Por suerte, ya
no vivimos en sociedades como esa.
E.- ¿No os pidió
que imaginaseis una sociedad supertecnificada, en la que repitiesen
obsesivamente por la tele lo buena que es tu profa y lo que mola
arrodillarse y chuparle el zapato?
P.- Eso sería
manipular a la gente.
E.- Sí, pero
funciona. Lo que se ahorraría tu Profa en policias..
P.- Aunque tendría
que gastárselo en controlar a los medios de comunicación...
E.- ¿Y que tal si
tu profa, o el Estado, se limitara a dictar leyes justas, y a
convenceros, con razones, de lo bueno que es cumplirlas?...
P.- ¿Así de frío?
No creo que funcione. El poder tiene que emocionar y seducir...
E.- ¿Cómo hago yo
contigo, Petronilo?..
[Los instrumentos
comienzan a afinar; va a empezar la segunda parte del concierto]
P.- ¡No creo que
sea lo mismo!... Pero va a seguir el concierto. (En voz baja) Por
cierto, cómo se llama la ópera que estamos viendo.
E.- (En voz baja) Es
Don Giovanni, de Mozart. ¿Te suena?
No
fácil definir aquello en lo que consiste el poder. En el ámbito
social y político, el poder refiere la relación por la que una
persona, un grupo o Institución logra que los demás se conformen
con sus deseos y fines. Como decía Max Weber, no hay poder sin
conformidad u obediencia.
Ahora
bien: ¿Cómo es esa relación? ¿Qué medios, recursos, o
estrategias se emplean en ella? ¿Cuáles son justos o legítimos, y
cuáles no?
La
mayoría de las estrategias de poder son complejas; en ellas pueden
intervenir recursos coercitivos, como amenazas o sobornos, pero
también elementos retóricos y simbólicos, en si mismos muy
poderosos, que apelan tanto a la emoción como a la razón, a veces
de forma intencionadamente manipuladora y, otras, de manera más
honesta.
El
problema de la legitimidad del poder ha sido tratado por la mayoría
de los filósofos. En algunos casos, dicha legitimidad refiere a que
el medio o recurso del poder no violente al individuo; así, el poder
legítimo usaría la convicción, sin manipulación, y no la
coacción. En otros casos, la legitimidad se ha vinculado al sujeto
del poder; así, sería legítimo el poder que emana de la soberanía
popular, pero no el que detenta, por ejemplo, un rey. Y en alguno
más, la legitimidad se ha relacionado con los procedimientos; así,
el poder sería legítimo cuando se obtiene por consenso democrático,
pero no si se obtiene a la fuerza...
¿Qué
piensas tú? ¿Cómo lograr que los demás nos obedezcan? ¿Qué tipo
de poder es legítimo y cuál no?
Guión: Víctor Bermúdez . Actores: Jonathan González, Eva Romero.. Voces: Chus García, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.
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