El aborto


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Covandoga.- Espe, ¿puedo hablar contigo?
Espelunca.- ¡Claro! ¿Oye, Cova, qué te pasa? No tienes buena cara.
Cova.- Tía, no me viene la regla…
Espe.- ¿Qué? Y… ¿puedes…?
Cova.- Sí… puede que sí, he estado con un chico…
Espe.- Bueno… no te preocupes, es muy difícil… ¿lo has hecho varias veces, sin condón?
Cova.- Sí. Y ahora estoy cagada de miedo.
Espe.- Te entiendo.
Cova.- ¿¡Qué hago!?
Espe.- Puf, no sé, no tengo ni idea, tendría que pensarlo. ¿Por qué no se lo cuentas a tus padres?
Cova.- ¡No! ¡No!
Espe.- Pero si parecen comprensivos…
Cova.- Sí, pero son muy creyentes. Además, nunca he hablado con ellos de esto… bueno, una vez con mi madre, pero me dio mucho corte, y a ella más. ¿Y si estoy embarazada?
Espe.- No te preocupes, todo tiene alguna solución. En el peor de los casos siempre puedes abortar. Creo que ni tienes que contárselo a tus padres, si crees que puede ser muy chungo.
Cova.- No, no… yo sí que se lo contaría...
Espe.- ¡Claro!: aunque al principio se mosquéen, luego te ayudaríanaena.
Cova.- A lo mejor, pero les hago una buena faena...
Espe.- Sí, bueno, pero estamos hablando de ti, no de ellos. Además, a algunos creyentes no les importa decir una cosa y hacer otra llegado el caso…
Cova.- Lo que pasa es que… yo también he dicho siempre que el aborto es un crimen.
Espe.- Ya…
Cova.- ¿Tú qué crees?
Espe.- Uf, no lo tengo nada claro. Lo que está claro es que para ti, ahora, tener un hijo es el peor negocio, ¿no?
Cova.- ¡Hombre, claro! Pero ¿y si el resto de mi vida me la paso pensando que maté a mi hijo?
Espe.- Te entiendo. Un amigo mío dice que un embrión no es una persona, igual que una bellota no es una encina. Un embrión no piensa, no tiene conciencia. Así que te lo puedes quitar como te quitas una espinilla.
Cova.- ¡Pero es un ser vivo!
Espe.- ¿Y qué? También es un ser vivo el pollo que te vas a comer hoy. Lo importante es si es una persona o no…
Cova.- Y eso ¿quién lo dice? ¡tampoco las personas que están en coma piensan, y siguen siendo personas! Leí una vez que algunas civilizaciones creían que uno no es persona hasta que no se le aceptaba en la sociedad, y se cargaban a los niños bastardos, por ejemplo. ¿Eso no es una barbaridad?
Espe.- Desde luego, por lo menos para mí. Pero yo creo que un feto de unos días o semanas no se parece en nada a un niño, bueno, en muy poco. Se parece más a un ratón.
Cova.- ¿Qué dices? ¡Tiene todos los órganos, aunque poco desarrollados! Además, si le dejas, desde el primer día, se convertirá en un ser humano. ¡Imagínate que te hubiesen abortado a ti, cuando tenías un día en el vientre!
Espe.- Cova, pero también me puedo imaginar que no hubiese nacido porque mis padres hubiesen hecho lo que debías haber hecho tú, o sea, tomar precauciones, cuando te acostaste con…
Cova.- Ha sido… con… Rama, mi amigo indio, el que estuvo en mi casa.
Espe.- Tienes buen gusto. Oye ¿le has dicho a él algo?
Cova.- No, tía, hasta que no lo tenga claro… ¡está en su país! Pero es un chico muy responsable, no sé qué diría… Creo que en su religión son contrarios al aborto, también.
Espe.- Pues eso, lo que te decía, que si se hubiesen puesto condón mis padres, yo no estaría aquí, ¿eso quiere decir que ponerse un condón es asesinar a millones de personas, los espermatozoides y el óvulo?
Cova.- No, claro. ¡Menudo lío! Felisa dice que ella no lo dudaría: abortaría y punto. Yo no sé…
Espe.- No te preocupes, que seguro que es que no estás.
Cova.- Pues tengo otros síntomas, porque llevo dos días o tres que me dan mareos, y me noto… distinta.
Espe.- ¡Jo! La verdad es que estás en un buen lío. Cuenta con mi ayuda en todo lo que necesites. ¿Por qué no vamos al médico? ¿Por qué no se lo dices a tu madre?
Cova.- Sí, creo que voy a hacer eso… a ver si tengo valor. ¡Ahora es una de esas veces que me gustaría oír buenos consejos!


El aborto es uno de los problemas prácticos más debatidos en la ética y la política moderna. La lucha por su despenalización es vista por la mayoría de sus defensores como un factor esencial en la liberación de la mujer mediante el control de su propio cuerpo y de su maternidad, que le ha venido impuesta a lo largo de la tradición. En todos los países occidentales se ha ido caminando progresivamente hacia una cada vez mayor despenalización.

Los contrarios al aborto, a menudo inspirados en religiones (pero no siempre ni necesariamente), argumentan que el aborto no involucra solo a la madre, sino también al hijo. El problema que habría que resolver, dicen, es el de si un feto (o un embrión incluso) es un ser humano o no. Si lo es, parece que su derecho a la vida tendría que ser protegido. Frente a esto, los partidarios de la despenalización del aborto pueden argumentar dos cosas: primero, que es irrazonable considerar persona a un conjunto de células, por más que alguna vez puedan llegar a constituir un auténtico ser humano; segundo, que en cualquier caso no puede ser responsabilidad de la madre gestar a un individuo que ella no desea.

¿Qué pensáis de este polémico tema?



Guión: Juan Antonio Negrete. Actores: Eva Romero, Laura Casado. Voces: Chus García, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.

Wittgenstein

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La última y célebre frase del libro Tractatus lógico-philosophicus, escrito por quien, para muchos, fue el mayor filósofo del siglo XX, Ludwig Wittgenstein dice así: “De lo que no se puede hablar, mejor es callarse”… ¿Cuáles son, según Wittgenstein, esas cosas de las que no se puede hablar? ¿Cómo es que no se puede de eso?

Según Wittgenstein, las cosas de las que no se puede hablar son precisamente todas las cosas que tienen valor, o mejor dicho, de lo que no se puede hablar es del valor de las cosas. No se puede hablar, por ejemplo, de si la vida es maravillosa o carece de sentido, de si el amor es lo más importante, de si parece un milagro que exista el mundo… De lo único que se puede hablar sin caer en el absurdo, según Wittgenstein, es de aquellas cosas de las que habla la Ciencia. La Ciencia no habla del valor o el sentido de las cosas, la Ciencia sólo habla de hechos, y los hechos no son buenos ni malos, bellos ni feos: simplemente, son. Wittgenstein pensaba que había que dejar esto totalmente claro: una cosa son los hechos, y otra absolutamente distinta, los valores que damos a esos hechos. Por eso, escribió: “El sentido del mundo debe quedar fuera del mundo. En el mundo todo es como es y sucede como sucede: en él no hay ningún valor, y aunque lo hubiese no
tendría ningún valor.”

Pero ¿por qué no se puede hablar del valor y el sentido de las cosas? Según Wittgenstein, el Lenguaje no da para tanto: las proposiciones del Lenguaje reflejan o figuran los hechos que forman el mundo, tal como una partitura refleja una música, o un dibujo figura a unos cuerpos. Y no pueden hacer nada más. Ni siquiera puede hablarse del Lenguaje, es decir, no puede el Lenguaje hablar de sí mismo, tal como la vista no puede verse a sí misma.

Por supuesto, Wittgenstein no nos está prohibiendo que hablemos de lo maravillosa o de lo angustiosa que es nuestra existencia, de lo injustas que son las guerras y las desigualdades, etc. Lo que quiere decir Wittgenstein es que, cada vez que hablamos de algo así, no estamos diciendo nada que sea ni verdadero ni falso, sino solo expresando nuestra actitud ante la vida. Estamos haciendo poesía o expresando nuestra fe, pero no haciendo nada que tenga que ver con el conocimiento.

Entonces ¿Wittgenstein cree que no hay realmente nada como el valor o el sentido de las cosas? Así es como quisieron entenderle los filósofos positivistas, es decir, los que creen que todo lo que existe es lo que puede describir la ciencia. Pero Wittgenstein no era positivista. El pensaba que había, ciertamente lo inexpresable, lo que se muestra a si mismo; esto es lo místico.

Lo místico es todo lo que trata del valor de la realidad: le ética, la estética, la religiosidad… Frente a esto, los hechos que describe la ciencia carecen de valor. Decía Wittgenstein: “Nosotros sentimos que incluso si todas las posibles cuestiones científicas pudieran responderse, el problema de nuestra vida no habría sido más penetrado”.
  
En resumen: todo lo que se puede decir, carece de valor. Y lo que tiene valor, sólo puede quedar en el silencio. Wittgenstein era, podemos decir, un místico.

Ahora bien, si sólo se puede hablar de hechos, y no del valor de las cosas, ¿cómo es que Wittgenstein habla de todo eso? ¿Por qué se dedica a la Filosofía y a la ética?...

Sorprendentemente, Wittgenstein admite que sus propias frase no tienen sentido, y que precisamente eso nos ayuda a escapar de ellas y de cualquier otro intento de hablar de lo que no se puede hablar. Escribe: “Mis proposiciones son esclarecedoras de este modo; que quien me comprende acaba por reconocer que carecen de sentido, siempre que el que comprenda
haya salido a través de ellas fuera de ellas. ”

Un filósofo amigo suyo, llamado Ramsey, le objetó a Wittgenstein que, si se dice que algo no tiene sentido, no se puede decir a continuación que es “un sinsentido interesante”. De lo que no se puede hablar, no se puede hablar, y tampoco se puede silbar.
  
¿Qué pensáis? ¿No puede decirse nada de lo que tiene Valor Absoluto?
¿Dirías que un positivista es una persona que no tiene nada dentro de la cabeza, o que un místico es alguien que tiene la cabeza llena de pájaros y fantasmas? ¿Se puede y se debe vivir sin lo Místico? ¿Crees que nuestra época es positivista, o deja lugar a lo místico?


Guión: Juan Antonio Negrete. Voces: Chus García, Jonathan González, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.

Descartes y la ilusión de lo que vemos.

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¿Por cuál de estas cosas apostarías una importante suma:

-          A) Tengo una mano
-          B) No existe en Alaska una finca cuadrada y redonda a la vez
-          C) Soy una mente que está pensando y, por tanto, existe ahora mismo

El famoso filósofo francés del siglo XVII René Descartes pensaba que la primera frase es la menos segura de todas: no puedo, según él, estar tan seguro de que tengo manos, o incluso cuerpo, aunque lo esté mirando ahora mismo, como de que las matemáticas son ciertas o de que soy una mente consciente, al menos mientras pienso.

¿Por qué creía Descartes que es menos seguro creer que tengo manos o cuerpo, que creer que tengo mente o que las matemáticas no fallan? Descartes se planteó seriamente una vieja pregunta filosófica, que aparece ya por lo menos en Platón y en las filosofías de otras culturas, como la hindú, ¿cómo puedo estar seguro de que lo que creo ver no es más que una ilusión, un sueño, o una realidad virtual? Descartes llegó a la conclusión de que no hay nada en nuestras experiencias sensibles (en lo que vemos, oímos, tocamos…) que distinga a una sensación verdadera de una sensación aparente. Todo lo que percibimos podría habitar solo en nuestra cabeza.

¿Qué hay de las matemáticas? ¿También podría ser una ilusión que dos más dos sumen cuatro o que no puede existir un triángulo cuadrado? Aunque ha habido filósofos que han afirmado que sí, Descartes tenía dudas en llegar tan lejos. Ni en sueños podríamos soñar que dos más dos es cinco: en ese caso, solo estaríamos soñando que las palabras significan otras cosas. Desde luego, cree él, deberías apostar antes a que no hay en Alaska una finca que sea cuadrada y redonda a la vez, que a que tienes manos.

Pero todavía tendrías más seguridad de ganar, cree el filósofo francés, si apostases firmemente a que eres una mente consciente. ¿Por qué? Porque es imposible estar pensando en este momento y, sin embargo, intentar suponer que no eres un ser pensante o que no existes. Eso es una completa contradicción. Ni soñando, ni manipulado por los más malvados científicos o extraterrestres o el más maligno de los diablos, podrías creer que piensas y existes si no estás pensando, ni creer que no piensas y no existes, si estás pensando. Si resultase que ahora estás encerrado en un mundo virtual, como los personajes de la famosa película Matrix, o en un videojuego, sería una ilusión que tienes el cuerpo que tienes, pero nunca puede ser una ilusión que eres un ser consciente.

Descartes cree, en fin, que la existencia de mi mente es algo muchos más evidente para mí que la existencia de mi cuerpo, y eso quiere decir que mi mente es independiente de mi cuerpo. Si es que se puede hablar de “mi mente”: ¿acaso mi mente no soy yo mismo, o al menos lo más esencial de mí?





Como os podéis imaginar, Descartes ha estado lejos de convencer a todos. Por diversas razones, muchos filósofos no aceptan todo o parte del razonamiento que acabamos de ver.  ¿Realmente podemos dudar de lo que estamos viendo? ¿Realmente las sensaciones que tenemos cuando estamos despiertos se pueden confundir con las figuraciones de un sueño? Los filósofos más empiristas piensan que es absurdo e injustificado poner en duda la veracidad de la sensibilidad. Es más, replican, si no partimos de la sensibilidad, ni siquiera somos capaces de pensar en nada, por abstracto que sea: ¿podría un ser humano, que tuviera la desgracia de nacer sin ninguna sensibilidad (ciego, sordo, privado del tacto, del olfato, del gusto), llegar a pensar siquiera en que dos y dos suman cuatro, o en que él es una mente consciente? Descartes y los filósofos más racionalistas piensan que sí, que el pensamiento racional no necesita para nada de la sensibilidad. Pero no es evidente, ni mucho menos, que estén en lo cierto.


¿Qué crees tú? ¿A qué (A, B, C) apostarías una importante suma… de neuronas?

Guión: Juan Antonio Negrete. Voces: Chus García, Jonathan González, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.