La paradoja de Evatlo.

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Juez.- Comienza la sesión. ¿Qué os trae por aquí?
Protágoras.- Este buen muchacho se niega a pagarme las clases que le he dado, un máster en oratoria avanzada.
Juez.- ¿Por qué te niegas a pagarle?
Evatlo.- Porque no ha cumplido las condiciones del contrato.
Juez.- ¿Qué condiciones? ¿No te ha enseñado oratoria?
Evatlo.- Sí, sí me ha enseñado algo…
Protágoras.- Ya se ve.
Evatlo.- Pero tú dijiste, Protágoras, que, si asistía a tus clases, me garantizarías ganar el primer juicio a que me presentara.
Juez.- ¿Es así?
Protágoras.- Así es.
Juez.- Y ¿has perdido el primer juicio?
Evatlo.- Mi primer juicio es este, precisamente. Y he pensado: si lo pierdo, no tendré que pagarle, según lo acordado. Y si lo gano, tampoco, claro, porque el juez (o sea, usted) me dará la razón y no tendré que pagar. Así que, no tengo que pagarle.
Juez.- ¿¡Cómo!? La verdad es que tendría que pensarlo un rato… ¿Tú qué dices, Protágoras?
Protágoras.- Señoría, yo creo que no lo tiene usted tan difícil: debe obligarle a que me pague.
Juez.- ¿Por qué?
Evatlo.- Eso ¿por qué?
Protágoras.- Porque si este bello joven gana el juicio, habré cumplido mi parte del trato (que ganase su primer juicio) y me deberá pagar. Y si no lo gana, deberá pagarme porque usted, señor juez, le obligará a pagarme. Así que, gane o pierda él, tengo que cobrar mis clases. Aunque no estoy dispuesto a discutir por el vil dinero. Me preocupa más que este mozalbete aprenda que la oratoria no debe servir para ir fastidiando a los demás, sino para que todos seamos mejores y convivamos en paz.
Juez.- Y ¿eso no se lo has enseñado en el master?
Evatlo.- Justo lo contrario, que piense en mis intereses y sepa defenderlos.
Juez.- Está bien, si nadie tiene nada que decir, se suspende la sesión hasta que lo piense… Volved el día que os diga.
Evatlo.- ¿Cuál?
Juez.- Este, el que os estoy diciendo.
Evatlo.- ¿Cuál está diciendo su señoría?
Juez.- Estoy diciendo el que estoy diciendo, éste que estoy diciendo.



La tradición cuenta que un alumno del famoso sofista y maestro de retórica Protágoras, llevó efectivamente a juicio a su maestro con ese argumento. Aunque parezca a primera vista algo chistoso, en realidad esconde una paradoja interesante y no resulta a gusto de todos los lógicos.

Algunos piensan que el problema lógico es el de la autorreferencia, es decir: ¿es posible que una proposición o un juicio lo sean acerca de sí mismos, o, por decirlo con la metáfora más oportuna, que sea juez y parte a la vez?

Si digo, por ejemplo, “esta frase es falsa”, surge la paradoja conocida como “el mentiroso”: si la frase es falsa, entonces es verdadera (pues ella misma lo afirma), y si es verdadera, es falsa (está diciendo la verdad de que es falsa).

La solución podría ser que las frases autorreferentes carecen de significado, porque, en realidad, no se están refiriendo a una auténtica frase, ya que esta aún no se ha terminado.

Ese ejemplo muestra a qué grado de refinamiento llegaron los maestros griegos de retórica en su afán por ser capaces de defender cualquier causa, incluso la más inverosímil.

¿Qué opinas que debería dictaminar el juez, y por qué?

Guión: Juan Antonio Negrete. Actores: Jonathan González y Víctor Bermúdez.  Voces: Inmaculada Morillo y Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blázquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original y dirección: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.

1 comentario:

  1. el juez debe darle la razón a Evatlo porque la condición suspensiva "de ganar un juicio" no se ha cumplido, por tanto no está obligado a pagar. Posterior a esto, Protágoras no podrá iniciar un nuevo juicio por efecto de la cosa juzgada.

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