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Parménides.-
Buenas tardes, vecino Giorgios.
Giorgios.-
Buenas tardes, Parménides.
Parménides.-
¡Veo que vagas libre y ocioso! ¿Querrás hablar conmigo?
Giorgios.-
Bueno… vengo de la era y…
Parménides.-
¿¡De la era!?, ¡perfecto! De eso querría hablarte, precisamente:
de lo que era, de lo que será y, sobre todo, de lo que es.
Giorgios.-
¡Jajaja! Chistosa manera… [para sí] de no dejar escapada a uno.
Parménides.-
Veamos, amigo Giorgios: lo que es, es, y lo que no es, no es, ¿no
estás de acuerdo?
Giorgios.-
¡Para, para, no te lances!, espera que lo piense, que me ha dado hoy
mucho calor en la cabeza. ¿A ver? Sí: lo que es, es, lo que no es,
no es. Ya lo decía mi abuela.
Parménides.-
A ver si decía esto también: pensamos lo que es, ¿no es así?
Giorgios.-
¿Lo que es qué?
Parménides.-
Lo que es ser, o sea, real. Si pensáramos lo que no es, pensaríamos
en nada. Y si pensamos en nada, no estamos pensando, aunque lo
parezca, ¿no crees?
Giorgios.-
Si me tengo que parar a discutírtelo, estamos aquí hasta mañana.
Pero ¿a dónde quieres ir a parar?
Parménides.-
A lo siguiente, ¿cuántos seres hay, en realidad?
Giorgios.-
Yo no los he contado, tengo muchas cosas que hacer.
Parménides.-
Pues no te hace falta, porque ya te digo yo que hay sólo uno: el
Ser.
Giorgios.-
Me informas de algo en extremo novedoso, que no sé si va a creerlo
mi familia.
Parménides.-
Si razonan, lo creerán. Diles: supongamos, por simplificar, que
hubiese sólo dos seres. ¿En qué se diferenciarían?
Giorgios.-
Depende de qué seres sean, dos habichuelas o dos perros de Esparta.
Parménides.-
Serán, antes que nada, dos seres o cosas, ¿no es así?
Giorgios.-
¡Que no te oiga un perro de Esparta llamarlo cosa!
Parménides.-
Pero, claro, en el ser no se diferencian. Y si no se diferencian en
el ser, se tienen que diferenciar en el no-ser: uno no-es el otro, el
otro no-es el uno, ¿no te parece?
Giorgios.-
Sigo no-viendo tus ocultas intenciones. Eso sí, no lo estás
arreglando con los perros laconios, llamándolos no-seres.
Parménides.-
Ahora bien, hemos dicho que el no-ser no es ¿no? Entonces ¿cómo
vamos a distinguir las cosas mediante el no-ser? Pero tampoco se
distinguen por el ser. Así que no se distinguen en realidad, ¿lo
ves?
Giorgios.-
Lo veo y no lo veo…
Parménides.-
Te pondré un ejemplo.
Giorgios.-
Te lo agradezco dos veces.
Parménides.-
Imagínate que todas las cosas fueran blancas. ¿Podrías
distinguirlas?
Giorgios.-
Por el tacto, o poniendo el oído.
Parménides.-
Eso es, compañero. Pero fíjate que fuera del ser no hay nada, como
sí lo hay fuera del color. Así que no puedes distinguir las cosas
por algo que haya fuera del ser (pues no lo hay), ni, desde luego,
por el ser mismo. Luego llegamos a la conclusión de que todo es uno,
inmóvil y eterno… aunque los mortales, que estamos más bien
soñando, creemos que hay muchas cosas y que cambian.
Giorgios.-
Oye, Parménides, y esto… ¿para qué te sirve?
Parménides.-
¿Que para qué? Te acabas de ganar otro razonamiento. Cuando
queremos algo o a alguien lo queremos por lo que es él mismo ¿no?
Giorgios.-
Claro, eso lo decía mi abuela también.
Parménides.-
A ver, cuando quieres algo para algo, no lo quieres por sí mismo,
sino por su utilidad. Te pongo como ejemplo tu martillo, que sólo te
acuerdas de él cuando tienes un clavo que clavar.
Giorgios.-
Bueno, yo a mi martillo le tengo mucho cariño: era de mi abuela.
Parménides.-
Me parece estupendo. Pero cuando quieres verdaderamente a algo, no lo
quieres para nada, sino por sí mismo. ¿Estamos de acuerdo? ¡Así
es mi amor por los razonamientos…!
Giorgios.-
No hay quien te calle, eso sí que es cierto. Pero pareces buena
persona. Calicles, mi cuñado, dice que eres un loco inofensivo.
Parménides
de Elea, filósofo griego del siglo V. a. c., defendió, en su poema
“Acerca de la Naturaleza”, que la realidad consiste en único
ser, perfecto y absoluto. La diversidad de cosas que vemos, así como
el movimiento y todos los cambios, serían una pura ilusión humana.
Una
visión así, que se llama monismo (del griego monos, uno) se puede
encontrar también en algunas corrientes místicas de otras
civilizaciones, tales como en la filosofía vedanta del hinduismo o
en el sufismo dentro del Islam.
¿Qué
crees? ¿Es razonable pensar que todo cuanto vemos es una pura
ilusión, y que, en realidad, todas las cosas son, en el fondo, una?
Guión: Juan Antonio Negrete. Actores: Jonathan González y Víctor Bermúdez. Voces: Inmaculada Morillo y Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blázquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original y dirección: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.
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