Ecología.


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[Sonido urbano, tráfico, etc.]
Pr.- Hola, Eremita.
E.- Hola, Petronilo. ¿Qué te traes ahí escondido?
Pr.- Ehh... Son unas flores...Las he recogido para ti.
E.- Oh. ¡Muchísimas gracias! Son preciosas. ¿Y cómo te ha dado por ahí?
Pr.- Un impulso.... Y tengo otro (enamorado). ¿Por que no pasamos la tarde juntos?
E.- ¿Aquí, en el barrio?
Pr.- Bueno, o en otro sitio, si quieres. Podemos ir... al Zoo. O al acuario nuevo que han abierto.
E. ¿Al zoo? Jajaj. ¿Por quién me has tomado?
Pr. (cortado) Pues... no sé. Como a ti te gusta tanto la naturaleza.
E.- Ya. Como me gusta tanto la naturaleza, me llevas a ver animales enjaulados.
Pr.- Mujer, no había caído en eso.
E.- Mira, si quieres, tomamos un autobús y nos vamos a ver a Primitiva, que está ayudando a unos amigos que tienen un huerto a las afueras.
Pr.- ¡¡Vale!!

[Efecto de sonido de cambio de lugar]
[Sonido de arcadia feliz]

E. ¡Eo, Primitiva, ya estamos aquí!
Pr.- ¡Eremita! Anda, y Petronilo, ¿cómo tú por aquí?
Pe.- Esta, que me quiere llevar al huerto (risas)
E.- Lo he convertido en ecologista por el camino.
Pr.- Jaja. Bueno, los ecologistas están más allá. En las huertas del fondo. Son los que dejan crecer las lechugas a su aire. (risas).
Pe.- ¿Entonces tu no eres ecologista?
Pr.- Quiá. Yo lo que quiero es comer verdura sin que me envenenen con tanto producto químico, o sin que pudran los ríos con pesticidas...
Pe.- ¿Y todo eso no es ser ecologista?
Pr.- No, hijo, eso es tener sentido común. Si no cuidamos a la naturaleza, qué vamos a comer y respirar nosotros y nuestros futuros hijos...
Pe.- O sea, que es por interés..
Pr.- Eso, por puro interés. A los abraza-árboles los tienes allí al fondo, en su arcadia feliz.
E.- Pero no es por puro interés, Primi. Tú misma dices que hay que cuidar del planeta por el bien de los que vivan en el futuro.
Pr.- Bueno, pero porque ahí estarán los hijos que pienso tener. Los demás me importan menos.
E.- Pues deberían importarte igual. Son seres humanos igual que tus hijos.
Pr.- Pues eso díselo a aquellos del fondo. A alguno le he oído decir que el mayor problema que tiene el planeta son los seres humanos, y que cuantos menos seamos, mejor.
E.- Venga. No exageres. Lo que dicen esos es que a la naturaleza hay que respetarla siempre, incluso cuando no ganamos nada con ello.
Pe.- Yo eso no lo entiendo. ¿Qué derecho tiene un mosquito, a existir? Sobre todo si es de los que pican.
E.- Lo que dicen es que hay que respetar los ecosistemas, para que se conserven.
Pe.- Pues no sé. El de biología dice que los ecosistemas nacen, se reproducen y mueren. Es una ley natural.
E.- Ya. Y el humo de las fábricas y todo lo que hacemos mal es la forma que tiene la naturaleza de regenerarse, ¿no?... Hay que ser cínico.
Pe.- El de biología dice... (cambia de tono, no puede llevarle la contraria a Eremita)... que la oxitocina es la hormona que nos hace enamorarnos (emocionado, enamorado) y que, de momento... (solemne, se lo inventa) es imposible de sintetizar en laboratorios.


¿Debemos preocuparnos por conservar el medio ambiente, aun a costa de limitar las posibilidades de desarrollo económico, demográfico o tecnológico?

Desde los años 50 del siglo pasado, el ecologismo se asienta como una corriente ideológica cada vez más popular en Occidente. En su versión más utilitarista o “científica”, el ecologismo aboga por proteger el medio ambiente con objeto de asegurar la vida y la salud de las personas. En una versión moral y filosóficamente más profunda, defiende el derecho de los ecosistemas naturales a no ser modificados por la acción del hombre, así como la necesidad de conservar un cierto modo de vida y de desarrollo humano. En ambos casos, los ecologistas suelen rechazar el modelo de crecimiento basado en el aumento ilimitado de la producción y el consumo, y desconfiar de las consecuencias del desarrollo tecnológico.

Ahora bien, hasta qué punto estas ideas, especialmente las de la ecología profunda, poseen un fundamento racional.

Al tenor de algunos, como el filósofo y ecologista Hans Jonas, los imperativos de la ética ecológica no son fáciles de justificar. Qué debamos preferir un cierto tipo de vida (más austero y en armonía con el medio ambiente), o que debamos asegurar ese mismo modo de vida a las generaciones futuras, o que los ecosistemas terrestres tengan una esencia que deba conservarse, son todos ellos juicios de valor que no admiten ninguna fundamentación científica, por lo que su racionalidad solo puede anclarse en motivos trascendentes, emotivos o religiosos.

Frente a este componente “trascendente” de la llamada ecología profunda, la denominada ecología científica o “escéptica”, pretende limitarse a investigar las relaciones entre la acción humana y el medio, proponiendo medidas tendentes a garantizar un adecuado equilibrio entre el desarrollo técnico y económico, y la salud y el bienestar de los individuos, tanto a medio como a largo plazo.

¿Qué opinas tú? ¿Es el modo de vida “natural” y “sostenible” superior a otros? ¿Por qué razón deberíamos considerar que la naturaleza tiene “derechos”, o una determinada “esencia” que conservar?

Guión: Víctor Bermúdez . Actores: Jonathan González,  Eva Romero. María Ruíz-Funes. Voces: Chus García Fernández, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.




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