Alienación.

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[Suena el timbre de vuelta a clase].
Petronilo.- Puf! Ya toca el timbre.
Primitiva.- ¿Y ahora qué toca?...
Petronilo: Toca obedecer, así que andando para clase.
Crisantra.- Al menos haremos algo, llevamos aquí tocándonos las narices todo el recreo.
Petronilo.- ¿Y qué quieres? Después del examen de tecnología aplicada me he quedado como tonto. Si quieres te repito la teoría de las neuronas. Es lo único que tengo en la cabeza.
Eremita.- (Pícara) Oye. ¿Por qué no nos vamos a tocar la guitarra junto al río?
Crisantra.- Sí, claro, y que nos pongan falta. Además, el de Biotecnología técnica va a dar las claves para el examen de mañana.
Primitiva.- Yo tuve un seis con setenta y siete en ese examen, me hace falta un catorce con trece para estar entre los dos primeros. Por cierto, Cris, a ver si me echas una mano.
Crisantra.- I´m sorry, guapa. Tengo que preparar la prueba optativa de Autoprogramación psicológica. Si no, no entro en Publicidad y Ciencias Políticas.
Eremita.- ¿Y tu, Petronilo? ¿Te apetece venir al río como las personas?
Petronilo.- Buf. Eremita. Me encantaría. Pero es que ahora tengo Química de las relaciones afectivas, y al profe le afecta mucho si no voy.
Eremita.- ¿¡Y no prefieres practicar lo de la química conmigo, merluzo!?
Primitiva.- Pregúntaselo al profe, Petronilo. Igual te da puntos.
Eremita.- ¿Pero bueno, os habéis vuelto locos o qué? Parecéis máquinas de empollar. ¿Sólo os interesan los puntos y los exámenes?
Crisantra.- ¿Y a ti no? ¿Cómo vas a ser alguien en la vida si no sacas nota?
Eremita.- ¿Y tú? ¿Cómo vas a notar que estas viva siendo así de zombi?
Crisantra.- ¡Hago lo que tengo que hacer!... Ay, Eremita. Me sacas de mis casillas con tus cosas.
Eremita.- Eres tú la que está siempre fuera de tus casillas, Crisantra. Tú y todos. Casi nunca hacemos lo que queremos, sino lo que nos mandan otros.
Crisantra.- Queremos ser unos triunfadores
Primitiva.- Y tener un buen curro, tú. Que no está la cosa para irse al río a tocar la guitarra.
Eremita.- ¿Un buen curro? Cuando trabajéis estaréis igual de vendidos. Solo vais a hacer lo que le interese al jefe, o a los clientes. Lo que sea rentable, vaya.
Petronilo.- Pero eso es trabajar, Eremita. A casi nadie le gusta. Para hacer lo que quieres ya tienes el tiempo libre.
Eremita.- Pero al trabajo es a lo que dedicas casi toda tu vida, Petronilo. Además, la gente es igual de zombi en el tiempo libre. No hace más que consumir lo que la publicidad dice que mola consumir, o ver la tele como borregos.
Primitiva.- Bueno, tía. No exageres. Mira, el viernes, cuando acabe la revalida, nos vamos al botellón del parque, ese donde va todo el mundo. Verás que bien lo pasamos.
Eremita.- No tenéis arreglo. ¿Y no preferiríais pasarlo bien todos los días? ¿No estamos en este mundo para eso? ¿Lo habéis pensado alguna vez?
Petronilo.- Uy, eso me recuerda que el lunes tenemos examen de filosofía.
Todos (menos Eremita).- ¡¡¡¡Aggghhh!!!!



Como suele decirse, el hombre no nace, sino que se hace. Y se hace fundamentalmente a través de su trabajo, que es su hacer principal. Cuando no conocemos a alguien la pregunta típica es: "¿Y tú qué eres?" Todo el mundo entiende que se pregunta por la profesión o actividad principal. "Yo soy médico, jardinero, estudiante..."... El trabajo no solo proporciona autonomía económica, también, y sobre todo, nos dota de identidad. Con el trabajo desarrollamos nuestras capacidades humanas, nos expresamos y nos proyectamos socialmente. El filósofo alemán Karl Marx, y antes Hegel, afirmaban que el ser humano se reconoce en el mundo, y se apropia de sí mismo, a través de aquello que produce. O, en otras palabras, dando al mundo, a través de su trabajo, la forma de su subjetividad, de sus deseos y proyectos.

Sin embargo, el trabajo no cumple habitualmente con estas expectativas. A menudo, el trabajador desempeña tareas mecánicas, con una finalidad puramente mercantil y ajena a sus intereses y verdaderos deseos. En la mayoría de los casos, el trabajador no decide, ni planifica su tarea. Ni siquiera es el dueño de aquello que produce. La consecuencia es que aquello que hace le resulta “ajeno”. Según Marx, esto provoca en el trabajador un efecto de “enajenamiento” o “alienación”. La persona no está en lo que hace, no se reconoce en su trabajo, por lo que acaba por sentirse como un extraño para sí mismo. De otro lado, en la economía industrial el trabajo se concibe como una mercancía más sujeta al mercado, lo que, al decir de los pensadores marxistas, produce un efecto de “cosificación” o “deshumanización” en el trabajador.

Algunos pedagogos consideran que el sistema educativo estandarizado en Occidente reproduce la misma actividad alienante o deshumanizadora que el trabajo en las fábricas. Así, en la escuela, los alumnos son obligados, a golpe de sirena, y en aulas parecidas a talleres industriales, a desempeñar tareas programadas previamente, ajenas a sus intereses y deseos, y cuya finalidad principal es producir trabajadores para el mercado. Este modelo educativo, obsesionado con los resultados y en el que se fomenta la especialización y la competencia, produciría, sin duda, trabajadores competentes, pero al precio de olvidar aquellos aspectos de la educación que favorecen el desarrollo emocional y moral, la solidaridad, la reflexión o la consciencia crítica.

¿Qué opinas tú? ¿Es el trabajo que desempeñamos, o la educación que reciben nuestros hijos, una actividad fundamentalmente alienante y deshumanizadora?

Guión: Víctor Bermúdez . Actores: Jonathan González,  Eva Romero, María Ruíz-Funes, Gema Ortiz. Voces: Chus García, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.


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