Arte y política

PARA ESCUCHAR EL PROGRAMA PULSA AQUÍ.


Covadonga.- ¿Os habéis enterado de que han expedientado a Rupestra?
Madriguero.- ¿¡Qué dices!?, ¿¡sí!?
Covadonga.- Y no solo eso: han retirado su exposición, que es lo que peor le ha sentado: ¡solo llevaba un día montada en el hall!
Madriguero.- Pero ¿por qué?
Covadonga.- ¡Hombre, era un poco fuerte, hay que reconocerlo!, y ha ofendido a algunos alumnos, y a profes:
Felisa.- ¡Qué fuerte! ¿Ofenderse por una obra artística?
Covadonga.- ¡Bueno, pero es que no se puede uno pasar tanto, con la excusa de que está haciendo arte!
Madriguero.- ¡Más se pasa la realidad, y no la expedientan! El arte es el terreno de la libertad, como dice Corintia, la profa de Plástica. ¡Si ni en el arte puedes expresar lo que te dé la gana…!
Covadonga.- Pues Catón, el profe de Educación para la Ciudadanía, nos dijo que la ética está por encima de la estética. Nos puso un ejemplo: ¿es justificable lo que hace el protagonista de la novela El perfume, o sea, matar mujeres para hacer el mejor perfume del mundo?
Madriguero.- No confundas: ella no ha matado a nadie, solo lo ha representado… con mucho realismo, eso es verdad.
Covadonga.- Y también ha puesto como canallas a otros… Yo creo que, en parte, Rupestra se lo ha buscado: si no se metiera en asuntos políticos…
Madriguero.- ¿Hay asuntos que no sean políticos?
Felisa.- ¡Sí, pintar floreros!, ¿no te digo?
Madriguero.- Ni eso: si pintas floreros no pintas el sufrimiento de la gente… La verdad es que cada vez me parece más indignante lo que cuentas. Estoy con Rupestra.
Felisa.- ¡Y yo!
Madriguero.- ¿¡Por qué no hacemos algo!?
Felisa.- ¡Sí!, una protesta. ¡Vamos a hacer carteles y pegarlos por todo el insti! ¡Seguro que la gente se suma!
Madriguero.- ¡Buena idea! Pero… que los haga Rupestra, que es la artista: así conseguiremos enganchar a más gente.



¿Cuáles son los límites del arte? ¿Puede el artista decir cualquier cosa, amparado por su libertad de expresarse artísticamente?

Hace unos años, el compositor alemán Arnold Stockhasen escandalizó a todo el mundo cuando, a pocos meses del atentado de Nueva York, se le ocurrió comentar en una rueda de prensa que, desde el punto de vista estrictamente artístico, el derribo de las Torres Gemelas mediante aviones era una auténtica obra de arte. De poco le sirvió insistir después en que él creía que ese acto era obra de Lucifer: la opinión pública le desacreditó y se suspendieron interpretaciones de sus obras.

¿Puede un acto terrible resultar bello? Pocos filósofos defenderían eso. Entre ellos, hay que contar quizás a Nietzsche, para quien la moral es una ilusión, mientras que el arte es el aspecto realmente creativo y vital del hombre. Pero la mayoría de los filósofos han subordinado la estética a la ética, aunque algunos de ellos (por ejemplo, Platón) sostenían que, en el fondo, lo auténticamente bello es lo mismo que lo bueno. Debido al peso del pensamiento cristiano y su desvalorización del cuerpo y la imagen, después de los griegos la estética gozó de mucha peor fama durante la Edad Media, aunque retornó con el Renacimiento y ha ido cobrando peso en la Modernidad.

No obstante, y aunque aceptemos que la ética está por encima de la estética, una cosa es cometer un acto moralmente inaceptable y otra cosa es hacer su representación artística, por muy realista que sea. En este caso, el espectador es consciente de que se trata de una ficción: ¿debe, entonces, el artista, ser absolutamente libre en su creación, y quien se ofende por ella es que no entiende que se trata “solo” de arte?

Sin embargo, la cuestión no es tan sencilla: aunque el artista quisiese evitarlo, seguramente todas sus obras tendrán implicaciones éticas y políticas. Los artistas que pretenden, por ejemplo, dedicarse al arte por el arte, aislados en su torre de marfil, están también haciendo ética y política: quizás no denunciando la realidad, admiten que esta es justa. El extremo opuesto, es el artista al servicio de una idea ética o política, desde las tradicionales fábulas con moraleja hasta los panfletos políticos o las canciones protesta.

¿Qué creéis: debe concederse al arte una absoluta libertad de expresión, o es lícito censurarlo por razones morales o políticas?


Guión: Juan Antonio Negrete . Actores: Jonathan González,  Eva Romero, María Ruíz-Funes, Laura Casado. Voces: Chus García, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.

3 comentarios:

  1. En mi opinión, la libertad de expresión solo debe tener un límite: cuando se incita a cometer un delito. El resto es cuestión de sensibilidades, tanto del artista como del espectador de la obra. No creo que un artista deba tener más ni menos libertad de expresión que cualquier otra persona y, como cualquier otro, debe estar a las duras y a las maduras: debe aceptar que su obra puede ser criticada y despreciada tanto como alabada y admirada. No hay ni debe haber una patente de corso para ninguna obra, acción o mención, artística o no artística, y la crítica debe poder ejercerse con igual libertad, venga de quien venga. En el caso concreto del mencionado Stockhasen solo mostró una lamentable incapacidad para la empatía y, como se suele decir, uno es prisionero de sus palabras y dueño de sus silencios: fue libre de abrir la boca tanto como otros de enfurecerse con él, que se aguante con las consecuencias. Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estimado Angel M., muchas gracias por tu comentario. Efectivamente, Sockhausen no mostró mucha buena gestión de la empatía, aunque él esperaba -¿con cuánto acierto?- que la gente supiese distinguir el aspecto estético del moral...
      El criterio de limitar la libertad de expresión a la incitación a la comisión de un delito tiene, a mi juicio, el problema de ser demasiado vaga, porque "incitar" es un concepto muy vago. No todos nos sentimos incitados a lo mismo por las mismas cosas, sino que depende de nuestras sensibilidades, circunstancias, etc. ¿Quién determinaría si algo incita a la comisión de delitos? Para algunas personas, por ejemplo, los sermones de líderes religiosos pueden incitar a cometer delitos. Y ¿qué diremos de la novela El joven Werther, de Goethe, que incitó a varios jóvenes lectores al suicidio?...

      Un cordial saludo

      Eliminar
    2. Hola Juan Antonio, tienes razón con la dificultad de delimitar significados pero temo que no tenga remedio y que debemos usar nuestra experiencia e inteligencia en acotar ese aspecto. No veo otra salida por lo que habría que tomarlo como un reto y para eso tenemos profesionales del derecho. Incidentalmente, sobre Goethe, suicidarse no es delito :-) Saludos.

      Eliminar