Los niños.

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Covadonga.- Dice Madriguero que no vienes esta tarde al Cubo, Espe, ¿es verdad?
Espelunca.- Sí, tengo plan: voy a pasar la tarde con mi hermana.
Felisa.- ¡Menudo planazo: toda la tarde cuidando de una niña de cinco años!
Covadonga.- ¡Es que tienes demasiado sentido del deber, Espe!
Madriguero.- Lo mejor es que no lo hace por sentido del deber…
Espelunca.- Es verdad: me gusta mucho estar con ella.
Madriguero.- Doy fe: la lleva al parque, juega con ella y le hace fotos y vídeos con el móvil. ¡Creo que hasta le escribe canciones!
Espelunca.- [sonriendo] ¿¡Nos espías, Madriguero!? ¡Si te da envidia, únete!
Felisa.- ¡sí que le da envidia, pero él, a lo que querría jugar contigo es a los médicos! [risas]
Espelunca.- Si no jugara yo con ella, algunos días la pobre no tendría con quien jugar: los otros niños están o haciendo deberes o en actividades extraescolares.
Covadonga.- Es que, si quieren ser algo en la vida…
Espelunca.- ¿Algo en la vida? ¡Ya son algo en la vida!
Covandoga.- Me refiero a algo en el futuro, mujer.
Madriguero.- ¡Ya estamos con el cuento del futuro! El mismo con el que nos engañan a nosotros y a todo el mundo para ser unos esclavos: ¿¡y el presente!?
Felisa.- ¡Uf, Ya empiezan estos con los tiempos verbales!
Covandoga.- Mi padre dice que la infancia es una enfermedad cuya única virtud es que acaba curándose, aunque dura mucho…
Espelunca.- Pues a mí lo que me duele es que sea tan fugaz. ¡Veo a mi hermana dejar de ser niña día a día…! Las cositas que decía ayer con lengua de trapo, no las repetirá ya mañana…
Felisa.- La verdad es que se pasan el día jugando, los muy...
Madriguero.- Pero los adultos hacen con ellos lo que quieren: les ordenan cuándo comer y dormir, les llevan a donde quieren…
Covandoga.- ¡Claro!, porque los niños no saben ni lo que quieren.
Espelunca.- Yo no creo que sea así. Lo que ocurre es que los adultos no respetan sus pensamientos y sus deseos.
Madriguero.- ¿Entonces tú querrías no haber crecido nunca?
Felisa.- [con tono de parodia] ¡Ay, sí, yo sería tu Peter Pan, mi querida Wendy! [risas]
Espelunca.- Lo que pienso es que cada momento de la vida tiene su sentido y su valor en sí mismo, aunque sea también un paso hacia otros. Seguramente si se respetase más ese bello momento del niño, el adulto que saliese de ahí sería mejor y más feliz.
Madriguero.- Espe, te lo digo en serio (no le hagas caso a Felisa y sus burlas): ¿puedo ir con vosotras esta tarde al parque? Os grabaría y haría las fotos yo, mientras dais de comer a los patos, y os compraría unas chuches. No se me ocurre mejor plan.
Felisa.- ¡Vamos, Cova, vámonos, antes de que acabemos todos en el parque haciendo castillitos! [risas]
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¿Qué es el niño, qué es la infancia: es una fase de carencias, un adulto aún por cocer, o es una edad con un sentido pleno en sí mismo, o incluso la mejor edad de la vida, la edad de la inocencia? ¿Es el juego una manera de simular situaciones reales ty aprender, o es una actividad con fin en sí misma, e incluso la actividad más libre?

La visión tradicional y habitual del niño parece presentar dos caras. Por un lado, los niños despiertan sentimientos de ternura (está demostrado que la forma infantil de muchas crías de especies animales suscita afán de cuidado y protección). Por otro lado, los niños son vistos como seres a los que hay que dirigir y forzar continuamente para que se conviertan en lo que se supone que deben llegar a ser. Esto es más bien específico de la especie humana, donde la cultura tiene mucho más peso relativo que la naturaleza. Algunos moralistas clásicos han visto al niño, incluso, como un pequeño monstruo o un tirano.

Frente a esa ambivalente concepción dominante, existe otra que ve en la niñez, en cambio, la edad de la inocencia, de la no-separación entre el sujeto y su vivencia actual. Un niño no especula ni guarda rencor. En su libro Así habló Zaratustra, Nietzsche dice que el Niño es el último estadio (tras los de Camello y León) en la evolución hacia el ultra-hombre, es decir, hacia el humano que vive plenamente en su ahora y es creador de sentido. Curiosamente, también Cristo dice en un pasaje del Evangelio que quienes no sean como niños no entrarán en el reino de los cielos. Esta es, seguramente, una de las pocas coincidencias entre Cristo y aquel filósofo que llegó a firmar como “Anticristo”. 

Muchos poetas han recurrido a la imagen del niño para expresar la plenitud vital, ya perdida por el adulto (por ejemplo, Cesare Pavese en Fiestas de Agosto). Cuando se ha querido representar una edad edénica, o el final feliz de la Historia, se ha recurrido a veces a la figura infantil: los hombres se dedicarían entonces solo a jugar. En el tiempo mítico de Cronos –según el mito que cuenta Platón en uno de sus diálogos-, el tiempo camina en sentido inverso a nuestra triste época de necesidad, y los hombres nacían viejos para avanzar hacia la niñez. Incluso, si creemos al viejo Heráclito, todo lo que hacen los hombres es juego (aunque, tristemente, los adultos se los toman en serio y los viven como guerras), e incluso el Cosmos es un juego de tabas: El reino es de un niño.

¿Qué piensas? ¿Es la niñez una época de plenitud y con valor en sí, o es una fase inferior de la vida que hay que superar cuanto antes?

Guión: Juan Antonio Negrete . Actores: Eva Romero, Jonathan González, Gema Ortiz, María Ruíz-Funes. Voces: Mónica Burgoa, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.

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