Covadonga.-
Chicos, necesito urgentemente vuestro consejo. Tengo que decidir ya
en qué me matriculo.
Madriguero.-
¿Lo último que tenías en la cabeza no era lo de ser maestra en
infantil?
Cova.-
Sí, y en eso sigo, pero no lo tengo claro. Es lo que me gusta (¡y
no quiero aburrirme más, estudiando lo que le gustaría a mis
padres!), pero no sé si… sirvo.
Espelunca.-
¡Claro que vales, Cova!
Madriguero.-
Solo tienes que tener claro lo que quieres de los niños: o sea, lo
mismo que para ti…
Cova.-
Sí, sí, si yo lo sé: mi misión sería hacerlos personas de
futuro, responsables, educadas y eficientes… Pero a veces, cuando
me quedo a cargo de mis primo pequeño, ¡uf!, no puedo con él.
Madriguero.-
¿¡Personas de futuro, educadas y eficientes!? ¡Pobres niños!
Cova.-
¿¡Cómo!? ¿No te parece bien?
Madriguero.-
¡Pues claro que no! ¿Por qué no piensas en hacerlos niños y niñas
“de presente”, en vez de futuro; niñas y niños felices, y no
competitivos? ¡Vas a ser una de esas maestras que los hincha a
deberes y a regañinas! ¿Qué es lo que quieren tus padres que
estudies?, ¡seguro que no es tan malo! Además, ¡tú no tienes
derecho a poner la excusa del aburrimiento!
Cova.-
¿Tú qué dices, Espelunca? A ti también se te ha pasado por la
cabeza estudiar magisterio…
Espelunca.-
Es verdad. Pero yo también creo que es demasiada responsabilidad
para mí…
Madriguero.-
Sí, pero no por las mismas razones que Covadonga. Lo que me dices
siempre es: que si crees que los niños son los grandes olvidados,
que si no se respeta sus pensamientos y sus sentimientos…
Cova.-
Pues mi primo, si por él fuera, estaría siempre jugando y no
aprendería nada. Y a veces no hay quien pueda con su comportamiento.
Espelunca.-
¿Por qué crees que jugando no aprende nada, Cova?
Madriguero.-
Los niños solo aprenden jugando, como todos los cachorros. ¡Ojala
no perdiésemos nunca esa capacidad! Y de lo de la conducta… si a
mí me tratasen como le tratan a él, no sé cómo me comportaría.
Cova.-
¡Vosotros sois unos ilusos! No digo que no haya que tratar a los
niños con respeto, pero nadie llegaría a nada si se le dejase jugar
todo el rato y hacer lo que le diese la gana. Las cosas cuestan
esfuerzo. Yo misma lo sé por experiencia: no sería nada si mis
padres no hubieran sido tan exigentes conmigo.
Madriguero.-
Pero, Cova, tú estudias siempre por obligación, nunca te gusta lo
que haces: ¿eso es lo que quieres para los demás?
Covadonga.-
Espe y tú tenéis la suerte de ser muy listos de nacimiento, y de
disfrutar con lo que para otros es duro. No creáis que todos tenemos
esa suerte.
Espelunca.-
¿Tan diferentes crees que somos las personas? ¡Habría que ver qué
sería de cada uno si hubiera recibido otra educación! Para mí un
maestro debería ser algo parecido a un jardinero, no un domador de
fieras.
Covadonga.-
Pues no hay más que ver el telediario para saber que somos fieras y
no inocentes florecillas.
Uno
de los debates más interesantes en filosofía de la educación es el
de si el arte de educar consiste en dejar que la naturaleza del niño
se desarrolle libremente (como un jardinero deja crecer a la planta,
quitando lo que le impida desarrollarse y orientando hacia lo que la
propia naturaleza parece buscar), o si consiste, más bien, en
domesticar las fuerzas irracionales y caprichosas innatas, para
civilizar a la persona.
La
primera visión, fundamentalmente optimista acerca de la naturaleza
humana, ha inspirado siempre a las llamadas “nuevas pedagogías”
(en los últimos siglos, la pedagogía de Rousseau, Pestalozzi,
Tolstoi, Montesori, la escuela Summer Hill de Neill…). Ya Platón
aconsejó, en su libro La República, que se educase a los niños
jugando, porque nada que entre por la fuerza en el alma –argumentaba-
permanecería ahí.
Por el contrario, otros filósofos parten del supuesto, pesimista, de que la naturaleza humana tiene una tendencia natural al mal y a los pecados (a la pereza, a la avaricia, etc.), y creen que educar pasa necesariamente por doblegar la voluntad caprichosa del niño y habituarle al esfuerzo y la disciplina. Así creen, por ejemplo, Kant y Hegel. Para esta filosofía de la educación, las teorías modernas que aconsejan educar jugando son ingenuas y perjudiciales a la larga.
¿Qué
crees: tenemos una tendencia innata a aprender y desarrollar las
virtudes humanas, o solo mediante la fuerza es posible educar a un
ser humano?
Guión: Juan Antonio Negrete . Actores: Jonathan González, Eva Romero, María Ruíz-Funes, Laura Casado. Voces: Chus García, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.
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