[Suenan tambores,
flautas, cánticos alegres que se alejan. A continuación un sonido
de llamar a un portón, con golpes o con alguna campanilla. Se abre
en seguida la puerta, sin esperar ni un segundo]
Petrus Petreo (con
voz pétrea y enérgica): Soy Petrus el estoico. ¿Por qué razón
habéis llamado?
Eirene (relajada):
¡Salud y alegría, amigo! Soy Eirene la epicúrea, y esta es mi amiga
Parsimonia.
Petrús: ¿Y qué
hacéis en mi puerta, tan lejos de vuestro epicúreo jardín?
Eirene: ¿Tu puerta?
¿Acaso eres portero?
Petrús: Sí, de la
virtud. (melancólico) De la que me temo, ay, que siempre estoy a las
puertas.
Eirene: ¡Pues no
sufras más! ¡Hemos venido a salvarte de tus temores!
Petrus (con sorna e
indiferencia): ¿Vosotras vais a hacerme virtuoso?
Eirene: Sí y no.
Vamos a hacer que recuperes la cordura.
Petrús: Bien.
Aunque no recordaba haberla perdido.
Parsimonia (muy
lenta): La perdiste, hermano, desde el día en que fiaste la salud y
el bienestar de tu alma a esa quimera que llamas “virtud”.
Petrús: ¿Salud del
alma? ¿Bienestar? Hablas como uno de esos terapeutas baratos del
futuro. Yo no quiero estar bien, sino ser bueno, y solo siendo bueno
podré estar bien.
Eirene: ¿Y qué le
falta al simple estar bien para ser lo mismo que ser bueno?
Petrus: Le falta lo
bueno mismo, amiga. El bienestar que cultiváis en vuestro jardín no
es propio de hombres, sino de animales; no es ni bueno ni malo, sino,
tan solo... lo que os pide el cuerpo.
Eirene: Dices mal,
hermano. Es cierto que todos los cuerpos vivos buscamos placer y
bienestar. Pero solo nosotros, los cuerpos humanos, poseemos la
virtud de moderar ese ansia de placer que nos inquieta y encontrar
placer en la quietud del que poco ansía.
Parsimonia (con
deseos de intervenir): ¡Y qué decir, amiga Eirene, de ese placido y
bien calculado gozo que solo el alma humana es capaz de degustar y
que...!
Petrus:
(Interrumpiendo a Parsimonia) ¿Os atrevéis a hablar de virtud en
medio de vuestras florituras filosóficas?
Eirene: Sí, Petrus.
Pero para nosotros la virtud es un medio, no un fin en sí mismo como
lo es para vosotros los estoicos.
Petrus: ¿Y para qué
es un medio vuestra “virtud”? Si no lo es para saciar vuestro
impulso animal en pos del placer – por muy refinado que sea – ,
lo es para el supremo placer, según decís, de no desear nada. La
virtud epicúrea no tiene otro fin que el de los muertos: descansar en
paz. Vuestro jardín, queridas, es un cementerio.
Eirene: ¿Y vuestra
trabajosa virtud, qué mérito tiene? ¿No está escrito en el libro
del destino que mi amiga Parsimonia, por ejemplo, toque mejor que yo
la siringa, o que yo sea más voluntariosa que ella en la lectura de
libros?
Petrus (con sorna):
¿Cómo? ¿No es por puro placer por lo que leéis esas cosas tan
inquietantes que son los libros?
Eirene: No te me
escurras, amigo. Te preguntaba por la libertad. ¿Cómo se puede ser
bueno o malo en un mundo donde todo está previsto por la sabia
Naturaleza?
Petrus: Esa pregunta
es típica de los que confundís la libertad con el volantazo de un
átomo estrábico. Para los estoicos, amigas, la virtud no es elegir
lo que ha de ocurrir como quien lanza un dado en el vacío, sino
comprender la razón de lo que ocurre y someterse razonablemente a
ella.
Eirene: ¿Ser libre
y bueno es, entonces, obedecer, ciegamente, lo que la razón, sin
remedio, dictamina?
Petrus: El hombre
que obedece, lúcida y no ciegamente, a la razón, obedece lo más
digno y propio de sí mismo.
Parsimonia: ¿Y la
mujer?
Petrus: Y la mujer,
y el extranjero, y el esclavo... Todo hombre que deja de ser niño es
igualmente racional y capaz de aspirar a la virtud.
Parsimonia: ¡Y dale
con la virtud! ¡Qué obsesión la tuya! Con lo fácil que es estar,
simplemente, contento...
Petrus: ¿Qué
hombre que esté despierto se contenta con vuestra infantil arcadia?
[Altisonante] ¡La vida es una heroica aventura en pos del
conocimiento y la justicia! ¡¡Un día... comprenderé la necesidad
y la razón de todo, hasta tal punto que me sepa uno y lo mismo con
el cosmos!!
Eirene: ¡Ay, amigo,
admiro tu firmeza y buenos propósitos! Pero todo eso no es más que
una quimera.
Petrús: Prefiero
vivir por ella, sin sosiego, que vivir sosegado sin quimera que me
queme. Creo que sois gente inteligente y, por eso, desesperada.
Vuestra vida carece de sentido. Una droga que os sosegara dulce y
constantemente os bastaría para llenarla. Mientras la halláis, os
limitáis a cantar como cigarras, a hacer tiempo antes de que, al
fin, el tiempo del todo os deshaga.
Eriene: Tu discurso
está poseído por una terrible pasión humana: la del querer ser lo
que no es.... Pero has de saber, querido amigo, que no nos espera
ningún fin, ni nos alienta ningún supremo deber. Ambas cosas, fines
y deberes, las hemos inventado para sortear el pánico a la muerte y
a la futilidad de la vida. El único deber que de verdad merece serlo
es el de vivir lo más placenteramente posible el tiempo que el azar
y los hados nos dejen. Vente, pues, con nosotras, y vence, de verdad,
toda pasión inútil...
Acabas de oír,
enfrentadas, dos concepciones de cómo ha de ser la vida humana: la
de Petrus el estoico, y la de Eirene y Parsimonia, las epicúreas.
¿Con cuál de las dos te identificas?
Guión: Víctor Bermúdez . Actores: Eva Romero, Laura Casado, Víctor Bermúdez. Voces: Chus García y Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.