Panpsiquismo

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[Sonido de bosque y río]
Madriguero.- ¿Así que este es tu refugio, aquí es donde vienes a librarte un rato de nosotros y a estar sola?
Espelunca.- Aquí, sí, o un poco más arriba del río… Pero no estoy sola.
Madriguero.- Claro, estás contigo misma. ¡Hoy, además, estás… muy bien acompañada! (sonrisas). En serio, creía que yo era la primera persona a la que le hacías el honor de dejarle compartir tu rincón sagrado…
Espelunca.- Vengo sin gente, sí. Tú eres el primer ser que me acompaña aquí y que se sostiene en dos patas y lleva ropa (un breve silencio). Lo que quiero decir es… ¿no sientes que todo lo que te rodea está vivo y te habla?
Madriguero.- Esa es una idea muy poética. Sí: el susurro de las hojas, el murmullo del río… Una poeta como tú seguro que saca inspiración de estos ratitos. ¿Por eso vienes, verdad?
Espelunca.- No lo digo solo poéticamente, sino de manera literal. Creo y siento que todo esto se comunica conmigo. Solo hay que querer entrar en comunicación con ello…
Madriguero.- (en tono medio de burla, pero cariñosa) “¡Centralita, por favor, póngame con esa roca de ahí enfrente! – Lo siento, no se ha logrado establecer comunicación; compruebe su terminal con forma de dedos pulgar y meñique”… Perdona, era broma. Mi abuelo le habla a sus plantas… la verdad es que desde que sabemos que todo es solo un montón de moléculas, las cosas han perdido mucho encanto.
Espelunca.- Pero no tiene por qué. También nosotros “somos” (Espe resalta la palabra) un montón de moléculas. Pero no somos “solo” eso. Yo creo que el problema es que somos muy egocéntricos. Creemos que solo nosotros sentimos y tenemos importancia. Por eso tratamos de una manera tan cruel a la naturaleza. En otras culturas no es así.
Madriguero.- Espe, pero son culturas primitivas. Me gustaría que el mundo fuera como dices, pero creo que…, no te ofendas, esa es una manera infantil de ver las cosas: ¿no ves como los niños creen que sus muñecos tienen vida y les hablan? ¿De verdad crees que esa piedra, o el agua del río, entienden o sienten algo?
Espelunca.- No lo sé. Ha habido quienes decían que los negros no tenían alma, y quienes dicen, incluso, que ni siquiera nosotros sentimos, que es una ilusión del cerebro. Yo prefiero ver que todo está vivo. Quizá el bosque sufre cuando lo dañamos, y reacciona amorosamente cuando le respetamos.
Madriguero.- ¿Sí?, pues mira ahí precisamente veo acercarse un gesto de amabilidad del bosque, en forma de araña espeluznante. ¡Levanta, corre!
Espelunca.- ¡Viene a por ti, insensible! ¡Vas a pagar tu dureza de corazón! (sonrisas)


¿Hay vida y consciencia en toda la naturaleza, por ejemplo en una planta y en un río? Hoy esta pregunta nos parece absurda a la mayoría de nosotros, acostumbrados a una visión del mundo según la cual la mayor parte de las cosas en el universo son seres completamente inertes, sin vida y por supuesto sin ningún tipo de consciencia. Sin embargo, otras culturas y algunos filósofos no están de acuerdo: creen que la vida y la consciencia se extiende por todas las partes de la naturaleza. A esta cosmovisión se le puede llamar pampsiquismo (del griego ‘panta’ todo, y ‘psique’, mente).

Una de las formas consideradas más primitivas o primarias de religiosidad es el animismo: las culturas animistas creen que todos los seres, incluidos un árbol o una piedra, tienen alma, y que podemos comunicarnos con ellos mediante un lenguaje especial (la magia).

Pero el pampsiquismo no es cosa solo de “primitivos”. El que pasa por ser el primer filósofo de la historia, el griego Tales de Mileto, también afirmó que todo está vivo, porque en todo hay un principio de actividad propia. Lo expresó poéticamente diciendo que todo está lleno de démones o espíritus. También los pitagóricos y Platón (quizá tomándolo del hinduismo) veían el cosmos como un lugar vivo, tanto en el Todo como en cada una de sus partes, y creyeron que nuestras almas pueden ocupar cuerpos de otras especies animales. Precisamente por eso Pitágoras prescribió el vegetarianismo a sus discípulos.

Sin embargo, la concepción judeo-cristiana, tal como se refleja en el Génesis (primer libro de la Biblia), es muy diferente. En ella, hay un dios único, que no quiere rivales (“soy un dios celoso”, dice), y ese dios crea solo al hombre a su imagen y semejanza, poniendo a su servicio al resto de los seres de la naturaleza. En la cultura occidental ha predominado la concepción judeo-cristiana sobre el animismo antiguo, pero nunca ha dejado de haber filósofos que simpatizaban con el pampsiquismo: en el Renacimiento, por ejemplo, Cardano o Bruno; en siglos más recientes, Schopenhauer o Whitehead entre otros.

Recientemente algunos filósofos de la mente han argumentado a favor de esta extraña teoría. David Chalmers, por ejemplo, se pregunta si podemos señalar un punto de la evolución o de la complejidad de los seres en que comienza la consciencia: ¿tiene consciencia un chimpancé?, parece indudable que sí; ¿y una musaraña?, ¿y un pez?... ¿y una bacteria, que huye del peligro o persigue a su presa?; ¿y qué decir de un termostato?: también él “reacciona” a la información del entorno, al frío o al calor... Quizá la ciencia solo nos muestra el aspecto más exterior de las cosas, pero en su interior cada una, como dice el refrán, “tiene su alma en su almario”.


¿Qué opinas, es la consciencia algo exclusivo de los humanos y otros animales, o debemos atribuírsela también al bosque o al río? ¿Cambiaría esto en algo nuestra conducta para con la naturaleza?

Guión: Juan Antonio Negrete . Actores: Eva Romero, Jonathan González, Voces: Chus García, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.

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