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Cr.-
¡Ey, Chicos. Por fin se acabaron los exámenes!
Pr.-
¡¡Al fin!! ¡¡Oye, tenemos que celebrarlo!
E.-
¡Eso, hagamos una fiesta! Podríamos poner dinero entre todos y
prepararla.
Pe.-
Pues yo no tengo un duro, me lo he gastado todo en tasas y
matrículas.
E.-
Bueno, que cada uno ponga lo que pueda.
Pr.-
Y quien este forrado que ponga más. Venga Crisantra.
Cr.-
¿Qué dices? ¿Por qué voy yo a pagar más?
Pr.-
Pues por que tienes más. Es justo, ¿no?
Cr.-
Qué va a ser justo. Si tengo más es porque me lo he ganado
trabajando. ¿Qué ha hecho Petronilo mientras?
Pe.-
[despectivo] Yo no tengo un papá empresario que me dé trabajo,
rica. Además, a ti te lo hubieran dado igual.
Cr.-
Pues para eso soy quien soy, y por eso ese dinero es mío. Y hago con
él lo que quiero.
Pe.-
¡Como te pones! ¡Cualquiera te hace a tI pagar impuestos el día
de mañana!
Cr.-
¿Impuestos? Los impuestos son un robo. Cuanto más trabajas y más
ganas, más te quitan. ¿Tú te crees?
Pe.-
Así hay menos desigualdad entre los ricos y los pobres.
Cr.-
¿Y por qué tiene que haber igualdad? Hay gente que trabaja más y
tiene más talento. ¿Por qué no van a ganar más y ser más ricos?
E.-
¿Y crees que el talento es algo que se elige tener.
Cr.-
Vale, la gente nace con más o menos talento, pero el esfuerzo que
hacen luego es cosa suya.
Pr.-
O de la educación que tienen. ¡Qué casualidad que los más
esforzados ejecutivos hayan ido a las universidades caras, a hacer
másteres que cuestan un riñón!
Pe.-
[Irónico] Bueno, de vez en cuando le dan una beca a alguien de
origen humilde, para que la gente se crea el cuento chino ese del
sueño americano del que empieza pobre y, como es honrado y listo, se
hace presidente de la fábrica de Chocolate.
Cr.-
¿Y con todo eso qué?
E.-
Pues que a la gente no le va bien o mal solo por culpa suya,
Crisantra. Si naces listo y eres hijo de un banquero te será todo
más fácil, que si naces torpe y tu padres están en el paro.
Cr.
Vale, y entonces viene el Estado y lo arregla todo. Me quita mi
dinero y se lo da a los pobres, para que así se acostumbren a no
trabajar. O a los colegios públicos para que les coman el coco a los
niños con la ideología del gobierno...
Pe.-
¿Y eso a qué viene?
Cr.-
A que el Estado nos trata como a tontos, Petronilo. Nos quita dinero
con los impuestos, y con todo eso de la Seguridad social, (con
retintín) no vaya a ser que nosotros no sepamos ahorrar para la
vejez. Y luego, encima, nos dice lo que tenemos que pensar sobre esto
y lo otro... ¡Hasta educación afectivo-sexual dan ahora en el cole
a mi sobrina! ¡¡Ni que el Estado fuera tu padre!!
E.-
Yo no lo veo así. El Estado representa a todos. Y hay cosas que creo
que nos importan a todos, como que los niños tengan educación
sexual, respeten el medio ambiente y cosas como esas.
Cr.-
¡Y si yo no quiero que tengan esa educación.
Pe.-
Pues vas, nos convences a la mayoría, ganas las elecciones y te
pones de ministra de educación.
Cr.-
Jolín. ¿Y no será más fácil que me dejen educar, ya, como
quiera a mis hijos? Podrían devolver a la gente los impuestos que le
quitan para la educación, y que cada uno se pague el tipo de colegio
que le dé la gana.
Pr.-
Vamos, que tú a tu rollo.
Cr.-
¿A cuál si no? ¿No es eso ser libre?
Pe.-
Para ti es fácil. Pero si hubieras nacido en una chabola, sin poder
ir a la escuela, no creo que te sintieras muy libre.
Cr.-
Todo el mundo puede progresar.
Pr.
- Sí, y casarse con un príncipe, no te fastidia.
E.-
Hablando de príncipes. Y si hacemos una fiesta. ¿No habíamos
quedado en eso?
¿Debe
intervenir el Estado en la economía, o en la educación de las
personas? ¿O es mejor que cada individuo adquiera y gestione sus
recursos, o sus ideas y valores, sin ninguna interferencia estatal?
Para
las corrientes denominadas liberales, la intervención del
Estado en la economía, obligando a pagar impuestos, por ejemplo, o
fijando salarios o precios, desincentiva la producción de riqueza y
coarta injustamente el derecho de cada individuo a disponer de su
dinero, o a producir o comerciar libremente. El Estado justifica esta
intervención en nombre de un supuesto bien común, que incluye
paliar la desigualdad social, y fomentar ciertos valores e
instituciones comunes, como la escuela y otros. Pero para el liberal,
la desigualdad económica no es algo que haya que corregir: es justo
que quien más capacidad o talento tiene reciba más. Y en cuanto a
los valores o la educación, estos han de ser elegidos libremente por
los individuos, sin la dirección paternalista del Estado, que ha de
limitarse a asegurar la vida y la propiedad de los ciudadanos.
En
las antípodas del liberalismo, los autores más comunitaristas (como
los socialistas, o los llamados, en la tradición filosófica,
republicanos) afirman que la intervención del Estado es crucial. En
primer lugar, en la economía, pues las desigualdades económicas no
se deben solo al mérito individual, sino también a desigualdades
naturales y sociales que hay que corregir, ayudando a los más pobres
con los impuestos de los más ricos. En segundo lugar, toda comunidad
se constituye en torno a unos ideales, valores e instituciones
comunes que toca al Estado proteger y fomentar. Para los
comunitaristas, en general, la libertad del individuo solo es posible
en un marco de convivencia caracterizado por la igualdad de
oportunidades, la no dominación económica o política de unos sobre
otros, y un alto nivel de educación, todo lo cual exige la acción
de un Estado fuerte que limite y dirija la iniciativa individual en
orden al bien común.
¿Qué
opinas tu al respecto? ¿Es legítimo que el Estado regule la
economía en nombre de la igualdad o un supuesto bien común? ¿O es
más justo dejar que los individuos gestionen libremente sus
recursos, o escojan lo que para ellos es o no es valioso, sin ninguna
interferencia estatal?
Guión: Víctor Bermúdez . Actores: Jonathan González, Eva Romero, Gema Ortiz, María Ruíz-Funes. Voces: Chus García, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.
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