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Felisa.- ¡Jo, cómo
se han pasado hoy con los deberes, sobre todo la de Lengua!
Covadonga.- Sí, se
han pasado un montón.
Madriguero.- ¡Es su
trabajo de esclavistas! ¡Hoy se han esmerado!
Covadonga.- Yo esta
tarde no salgo, me la voy a pasar trabajando.
Felisa.- ¡Pues yo
voy a pasar de hacerlos! No hay derecho a que no te dejen vivir.
Madriguero.- ¿Cómo
crees que funcionaría el sistema si no nos enseñasen a hacer
trabajos forzados desde pequeños?
Covadonga.- Bueno,
reconozcamos que, si no nos mandasen trabajo, nos pasaríamos la
tarde haciendo el tonto.
Felisa.- ¡Eso
reconócelo tú!
Covadonga.- Es que
pensáis que las cosas caen por la chimenea. ¡No, hija, no: cuesta
mucho esfuerzo tener lo que tenemos!
Madriguero.- ¡Sí,
eso nos quieren hacer creer: que vivir es trabajar! Según tu libro
sagrado, Cova, nos va así desde que el Amo nos echó del paraíso,
¿verdad, Espe?
Espelunca.- No sería tan amo cuando no los puso a trabajar.
Madriguero.- Vale,
tienes razón: pues se convirtió en Amo desde entonces, desde que, y
pongo comillas, “pecamos”. Pero yo, Cova, no me creo ese cuento:
no creo que la vida tenga que ser trabajar duro.
Covadonga.-
¿Entonces por qué trabajan tanto tus padres, para que comas y
tengas casa?
Madriguero.- No
trabajan para eso: trabajan para que tengamos mil cosas que no
necesitamos, pero que les sirve a algunos para hacerse ricos. Esos
son el problema
Felisa.- ¡Ahí le
has dado, Madriguero! Yo voy a volver al paraíso, y empiezo esta
tarde.
Cavadonga.- Y te
pondrás en pelotas, ¿no?, como Eva…
Felisa.- ¿Por qué
no?
Covadonga.- Porque
estamos a diez grados, por ejemplo.
Madriguero.- ¡Otra
patraña!: la ropa no se inventó para el frío, sino para esconder
lo que se supone que tiene que avergonzarnos: ¡tu propio libro
sagrado lo dice!
Covadonga.- El caso
es que tenemos un montón de tarea, y por lo menos yo la voy a hacer.
Si vosotros no, allá vosotros: el que no trabaje que no coma.
Espe.- La cuestión,
creo yo, no es si trabajar o no trabajar.
Madriguero.- ¿No?,
¿entonces cuál es?
Espe.- ¿No veis con
cuántas ganas hacemos lo que queremos hacer?
Covadonga.- ¡Ya, lo
que es divertido! ¡Pero nadie quiere recoger patatas!
Madriguero.- Bueno,
a mi abuelo, que está jubilado, es lo que más le gusta hacer.
¡Precisamente porque no tiene que hacerlo!
Espe.- Eso es.
Covadonga.- Vale,
pero ¿quién querría hacer problemas de matemáticas, una y otra
vez?
Espe.- Bueno, hay
gente a la que le encanta. Y yo creo que a todos nos gustaría, si
nos lo planteasen bien, y no por obligación y para ser evaluados.
Madriguero.- Y si no
tienes otros problemas en tu vida, claro.
Espe.- Desde luego.
Covandoga.- Pues yo
creo que si no fuera obligatorio venir al insti, no vendría nadie.
Felisa.- Por lo
menos, a mí no me veríais el pelo por aquí.
Espe.- ¿Entonces no
creéis que haya manera de juntar el trabajo con el amor?
En
muchas tradiciones culturales se recoge la existencia de una edad
mítica en la que no había que trabajar para vivir: la era de Cronos
o de Saturno para los antiguos griegos y romanos, por ejemplo, o el
Edén del Génesis. Por alguna razón, los seres humanos habríamos
caído de aquella condición paradisíaca a nuestra actual existencia
de trabajo, y todo nuestro sueño sería recuperar aquella existencia
de puro juego y placer, de la que hoy solo tenemos un día a la
semana (el Domingo, en que vivimos “como Dios”) y unos días al
año: las fiestas y vacaciones. Según esta concepción, el trabajo
se opone a la felicidad.
Sin
embargo, algunos filósofos piensan que lo que se opone a la
felicidad no es el trabajo sino solo el trabajo alienado, es decir,
en un sistema injusto. Según Marx, por ejemplo, en una sociedad
justa, donde todo el mundo fuese dueño colectivo de lo que se hace,
todos seríamos felices aportando cuanto pudiéramos a la comunidad.
No hay, pues, que soñar con un paraíso después de la muerte, sino
traer esa condición a esta vida. Los deberes escolares, por ejemplo,
son odiados por todo estudiante porque son alienantes: no son
queridos y aprobados por los propios niños y jóvenes que los hacen.
Los
adversarios del marxismo, sin embargo, objetan que es una ingenuidad
creer que es posible eliminar el esfuerzo y el sufrimiento en este
mundo, y creen que las condiciones comunistas de trabajo
desincentivan a las personas, pues somos naturalmente egoístas y
solo aceptamos tareas duras por interés propio.
¿Qué
pensáis? ¿Es posible erotizar el trabajo, unir trabajo y felicidad?
¿Por qué todos los estudiantes odian los deberes: porque ser
trabajosos o por ser deberes?
Guión: Juan Antonio Negrete . Actores: Jonathan González, Eva Romero, María Ruíz-Funes, Laura Casado. Voces: Chus García, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.
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