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Espelunca.-
¡Por fin le encuentro, comandante Madriguero! No se preocupe, ya
está a salvo. Todos los enemigos han huido en una micronave.
Madriguero.-
¡Todos no, sargento Espelunca!, en esa habitación se ha escondido
uno que no ha tenido tiempo de escapar. ¡Destrúyalo antes de
desatarme!
Espelunca.-
¿Está armado?
Madriguero.-
No, está completamente perdido. Cierre esa puerta y suba al máximo
la temperatura. El calor averiará sus circuitos irreversiblemente.
Androide
(con voz “de máquina”, abriendo la puerta).-
¡No—lo-ha-ga—por-favor,--me--rindo,--me—rin-do!
Espelunca.-
Mi comandante…
Madriguero.-
No le haga caso, sargento. Debe ser destruido, ya. No tiene
reparación posible.
Androide.-
¡Al—me-nos—no—me—ma-ten—de—e-se—mo-do,--es—muy—do-lo-ro-so—pa-ra—no-so-tros!
Espelunca.-
¿Por qué hemos de destruirlo, comandante?
Madriguero.-
Sargento, ese ser es una máquina: trabajo en su programación y
superviso su construcción. Le puedo asegurar que no siente nada,
solo sabe hablar.
Espelunca.-
Pero, ¿cómo está tan seguro de que no sufrirá?
Androide.-
¡Cla-ro—que—sen-ti-mos,--y-su-fri-mos—pá-ni-co!
Madriguero.-
Eso es imposible, es solo un montón de circuitos, que nos han salido
rana.
Espelunca.-
Perdone, comandante: yo le he oído a usted decir a menudo que
nosotros somos exactamente un montón de circuitos. ¿Cómo sabe
usted, por ejemplo, que yo siento algo y no soy solo como dice usted
que es esa… criatura?
Madriguero.-
¿Propone usted, sargento, que lo eduquemos en un reformatorio para
su reinserción en sociedad?
Androide.-
¡Les—a-se-gu-ro—que—ha-rí-a—si-em-pre—los—de-de-res—en—ca-sa!
Espelunca.-
Lo que me preocupa, comandante, es que estemos causando un
sufrimiento gratuito, solo porque esta criatura tiene los circuitos
hechos de otro material… ¿Haríamos eso con un humano?
Madriguero.-…no…cla…,
claro…
Espelunca.-
Entenderé que me confirma que no haríamos eso con un humano. Pero
¿qué diferencia relevante hay con este caso? ¿No estaremos siendo
algo así como racistas, o especistas?
Androide.-
Us-te-des—los—hu-ma-nos—po-se-en—u-na—in-te-li-gen-cia—su-fi-cien-te—co-mo—pa-ra—fa-bri-car-nos,--y—lo—que—es—a-ún—más—ad-mi-ra-ble,--pa-ra—man-te-ner—e-sta—con-ver-sa-ci-ón—en—u-na—si-tu-a-ci-ón—a-sí:--no—de-jen—que—su—sa-bi-fu-rí-a—des-ci-en-da—brus-ca-men-te—de—ni-vel:--en—efecto—no—ha-y—di-fe-ren-cia—re-le-van-te—en-tre—us-te-des—y—yo.
La
posible existencia futura de androides despierta la curiosidad de
filósofos y científicos por varios motivos. Uno de ellos es si las
máquinas pueden llegar a pensar y sentir (asunto que se denomina
Inteligencia Artificial). Pero lo que nos gustaría plantearos en
esta ocasión es lo siguiente: todos conocemos, al parecer, nuestra
consciencia. La conocemos en primera persona, cada uno la suya.
Cuando sentimos dolor, cuando imaginamos algo, etc. La consciencia de
los demás (de ti, por ejemplo) tenemos que deducirla de nuestro
parecido externo. Ahora bien, ¿qué es eso de la consciencia
subjetiva, y qué seres deben de poseerla?
La
filosofía de la mente lleva años dándole vueltas a este tema. Al
ser algo que no puede experimentarse más que por una persona, al no
ser, pues, empírico, algunos filósofos y científicos, como
Patricia Churchland y Daniel Dennett creen que
la consciencia es un mito que la neurología desterrará antes o
después. O que mantendremos, quizá, porque no sepamos hablar de
otra manera, pero siendo conscientes de que nos referimos a algo
parecido a los dioses de la lluvia.
Sin
embargo, otros filósofos creen que esa teoría es
extraordinariamente inaceptable. ¿Qué hay más evidente que el
fenómeno subjetivo de la consciencia? Para demostrarlo, el filósofo
australiano Frank Jackson propuso hace años el siguiente experimento
mental: supongamos que Mary es una científica que sabe todo lo que
se puede saber científicamente sobre los colores, aunque siempre ha
vivido en una habitación en blanco y negro. Si un día saliese de la
habitación ¿aprendería algo que no supiera? Sí, cree Jackson:
aprendería cómo es percibir el rojo, el azul… es decir, el
fenómeno en su consciencia desde dentro, y no su descripción
física.
Otro
famoso filósofo de la mente, David Chalmers, nos
pide que imaginemos a un zombi, idéntico a nosotros en todos sus
actos, pero en cuya consciencia no ocurre nada: solo tiene exterior.
Quizá esto no es naturalmente posible, sino que todo ser con cierta
complejidad física tiene que tener también consciencia asociada.
Pero sí es una posibilidad lógica, así que, concluye Chalmers, la consciencia no se reduce a lo físico. ¿Podemos, por
ejemplo, imaginar nosotros “cómo es ser un murciélago”, según
pregunta el filósofo americano Thomas Nagel? No:
podemos describir su comportamiento externo, pero nadie, salvo el
murciélago, conoce su vida privada.
¿Qué
creéis? ¿Existe la consciencia o es solo un mito del que nos cuesta
desprendernos? ¿Sufrirá dolor el androide del diálogo que hemos
escuchado?
Guión: Juan Antonio Negrete . Actores: Eva Romero, Jonathan González, Víctor Bermúdez, Voces: Chus García, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.
La conciencia está intimamente relacionada con los procesos neurobiológicos del cerebro. En el momento en el que aparece la conciencia del yo, sobre los 3-4 años, uno tiene la sensación de ser uno. Es decir, aparece la conciencia del si mismo. Es decir, aparece el alma. Lo triste es que si hay un accidente cerebral, adiós alma. Esto es así si pensamos que el alma se mueve en las dimensiones del tiempo y el espacio si la pensamos como algo atemporal, la cosa cambia mucho. Entonces, ¿Es el alma temporal o atemporal.?. ¿Es el alma individual o es colectiva?. ¿Que es el alma?. Cuando entendamos eso, entenderemos si es posible hacer un androide que sienta y tenga conciencia de si mismo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Juan, por tu comentario. Como dices, el tema del alma, o mente, es muy complicado, y no puede decirse que lo entendamos. Es más, puede sospecharse que no avanzamos en el problema en la misma medida en que avanza la neurociencia. El problema duro, como ha dicho Chalmers, es cómo explicar ese "fenómeno" "interno" que son las representaciones. Ni negarlas ni intentar deducirlas de la química parece satisfactorio. ¿Será un problema irresoluble para nosotros, como ha defendido el filósofo irlandés Colin McGinn? ¿O bien tenemos que ir más allá de la ciencia, al menos tal como la conocemos ahora, como han sostenido Penrose o Thomas Nagel? Sin duda, es un tema fascinante, el de nosotros mismos. Un cordial saludo
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