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Espe.-
A ver, chicos, que os veo un poco amuermados: un dilema ético.
Felisa.-
¿Así nos quieres quitar el muermo? ¡No sé yo!
Madriguero.-
Venga, dispara, que hoy tengo la mente lúcida.
Espe.-
Imaginaos a un comando de soldados, en plena guerra, que han cogido
prisioneros a tres soldados del otro bando. Entonces el comandante
les ordena fusilarlos, para –les dice- no cargar con ellos. ¿Qué
haríais vosotros en un caso así?
Felisa.-
¿Yo?, no ir a la guerra: eso para empezar.
Espe.-
Vale, Felisa, eso sería lo mejor, sí… pero imagina que, por lo
que sea, estás allí, o ponte en su lugar… Si queréis os pongo
otro ejemplo.
Covadonga.-
Yo, con todo el dolor de mi alma, obedecería la orden. En la guerra
tienes hacer lo que manda tu superior: el responsable, entonces, será
él… Además, ¿qué pasa si no obedezco? A lo mejor me fusilan a
mí, o me meten en prisión… Imagínate que tienes familia, hijos…
Espe.-
Pero ¿por cuál de las dos razones lo harías, Cova, porque crees
que debes obedecer, o por miedo a las represalias?
Covadonga.-
Creo que por una mezcla de las dos…
Madriguero.-
Pues no es verdad que tengas que obedecer al superior: ¿y si te
manda tirarte por un precipicio? Si te da una orden para la que no
tiene autoridad, no tienes por qué obedecerle.
Espe.-
¿No tienes por qué obedecerle, o tienes que no obedecerle,
Madriguero? ¿Tú qué harías?
Madriguero.-
Yo creo que intentaría convencerle de otra solución.
Espe.-
¿Y si es tan cabezón como parece?
Madriguero.-
Entonces… creo que le diría que vale, que obedeceré la orden,
pero me llevaría a los prisioneros a un apartado del bosque y
dispararía al aire…
Covadonga.-
¿Y si luego los prisioneros atacan a los nuestros, qué? Serías tú
el culpable. ¿Tú qué harías, Espe?
Espe.-
No sé lo que haría, la verdad: es difícil imaginarse en
situaciones tan límite -eso es lo malo de estos dilemas éticos que
a veces se me vienen a la cabeza por culpa de la profe que nos dio
Ética...- Pero creo que lo que habría que hacer es decirle al
comandante que no vas obedecer esa orden, porque es injusta.
Madriguero.-
Sí, eso hacen los héroes de las pelis.
Felisa.-
Lo que hacen los héroes es no ir a la guerra, insisto. Si nadie
fuera a la guerra, no habría esos dilemas.
Sin
llegar a situaciones tan límite, diariamente estamos teniendo que
optar por alguna de las posturas que han adoptado los personajes del
diálogo (o alguna otra que quizá se os ocurra). La ventaja de
ejemplos tan extremos es que no dejan lugar para opciones confusas,
aunque, a cambio, presentan situaciones que exigirían conductas poco
comunes, o heroicas, que no representan la vida normal de una
persona.
El
núcleo de este dilema, según la mayoría de los filósofos modernos
desde Kant, es el conflicto entre lo que consideramos justo y lo que
consideramos beneficioso, para nosotros o para los demás. Kant
defendió que el beneficio que podamos obtener de nuestros actos no
tiene nada que ver con la ética, sino con la psicología. La ética,
según él, es cuestión de qué es correcto o qué debemos hacer,
independientemente de si resultará agradable o feliz, aunque se
trate de la felicidad de los otros. El fin no justifica los medios,
es decir, ningún objetivo, por favorable que resulte, para mí o
para la mayoría, justifica que cometamos una injusticia para
conseguirlo. Pero ¿qué es cometer una injusticia?, o ¿qué es lo
justo? Kant piensa que esto es claro para todos: se trata de la norma
de que debemos actuar siempre de la manera en que creamos que
cualquiera podría y debería actuar en nuestra situación, es decir,
sin tener en cuenta intereses. Esto es equivalente, según Kant, a no
tratar nunca a una persona como un simple medio, sino como un fin en
sí misma. A las éticas de este tipo se les llama éticas del deber,
o deontologistas. Por ejemplo, en el diálogo anterior, el personaje
que cree que no debe obedecerse la orden, porque el comandante no
tiene potestad para darla (Espe), es kantiana o, más bien,
deontologista: no piensa en las consecuencias, sino en lo que es
justo. También podría considerarse kantiano el motivo de la chica
que cree que siempre hay que obedecer al superior. De hecho, y de
forma un tanto paradójica, Kant defendió que siempre es incorrecto
desobedecer las leyes establecidas, aunque nos parezcan injustas.
Frente
a esas éticas, están las llamadas “consecuencialistas” o
utilitaristas, porque creen que lo que justifica nuestros actos son
las buenas consecuencias que previsiblemente conseguiremos con ellos.
Estas consecuencias pueden pensarse, por ejemplo, en términos de
felicidad. En ese caso, debemos actuar de tal modo que consigamos la
mayor felicidad para el mayor número de personas. El fin sí
justifica los medios: están justificados aquellos medios que
maximizan el beneficio, es decir, que causan el mayor beneficio con
el menor perjuicio. Así, puede estar justificado sacrificar a unas
personas por el beneficio de la mayoría. En el caso del ejemplo, el
protagonista que ve justificado engañar al comandante para salvar al
mayor número de personas, se apoya en una ética consecuencialista.
También lo es el argumento del temor a las represalias, aunque en
este caso se trata de un consecuencialismo egoísta, que piensa ante
todo en maximizar su beneficio personal.
¿Es
posible sintetizar ambos tipos de teoría ética, de modo que la
justicia vaya unida al mayor beneficio? Así lo creyeron algunos
filósofos antiguos, como Platón o los estoicos. Pero ¿es cierto
que siempre a la justicia le acompaña la mayor felicidad? ¿No es
esto ser excesivamente optimista o “idealista” moral?
¿Qué
piensas tú?
Guión: Juan Antonio Negrete . Actores: Eva Romero, Jonathan González, María Ruíz-Funes, Gema Ortiz. Voces: Chus García, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.
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