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Madriguero.-
¡Vaya día de primavera que ha salido! ¿Ves qué luz tienen las
plantas, y el cielo?
Espe.-
Eso mismo estaba pensando, o sintiendo, ahora mismo. (breve silencio)
¿Te has parado a pensar cuánta de esta belleza está solo en
nuestra mirada?
Madriguero.-
¿Qué quieres decir?
Espe.-
Hay un dicho del budismo zen, que pregunta: “¿si cae un árbol en
un bosque donde no hay nadie, hace ruido?”
Madriguero.-
Sí, lo había oído. ¿Qué significa?
Espe.-
Significa que, para que haya ruido, tiene que haber un oído. Pero
también que para que haya realidad tiene que haber alguien que la
vea. O, por lo menos, creo yo, que la realidad no es como la vemos,
sino como sabemos o podemos verla. Los colores también son, por
decirlo así, ilusiones ópticas; las cosas en sí mismas no tienen
color, ni olor, ni sabor, ni… ¿Cómo son…? ¿Cómo soy yo misma?
Madriguero.-
¡Uf!, ¿no decía un filósofo que lo que tenemos que hacer es
conocernos a nosotros mismos? Yo, cada vez me conozco menos.
Espe.-
Eso es. Por ejemplo, con las personas: queremos ir a su esencia,
sobre todo con las que amamos…, pero siempre nos quedamos en el
exterior. ¿Cómo es el interior de las cosas?
Madriguero.-
Yo creo que… no tienen interior. Eso dice el poeta Pessoa, en
algunos de sus bellos poemas. Lo malo es que nos empeñamos en buscar
lo que no hay, y nos olvidamos de lo que salta a la vista, al oído,
al tacto…
Espe.-
¿Entonces no crees que las apariencias nos engañan?
Madriguero.-
Bueno, a lo mejor nos engañamos nosotros mismos, al interpretar las
apariencias.
Espe.-
¡Ya! Pero, el caso es que parece inevitable. No somos un espejo…
-aunque hasta los espejos desfiguran lo que reflejan- ¿Y si todo
está en nosotros, o sea, dentro del espejo?
Madriguero.-
¿Sin que lo sepamos?
Espe.-
O sin que nos acordemos… O quizá solo una parte está en nosotros.
Al fin y al cabo, conocer…
Madriguero.-
(interrumpiéndola)… es cosa de dos. (sonríen) El caso es que nos
hemos puesto a pensar y se ha evaporado la magia de la contemplación
de esta luz. ¿Ves por qué no me termina de enganchar esa manía
tuya de filosofar?
Espe.-
Es verdad, a veces pensar rompe la magia… Pero para mí también es
mágico y misterioso que pensemos. Además, ¿crees que podríamos
contemplar esta luz si no pudiéramos pensar en ella?
Madriguero.-
Ni pensando ni sin pensar… ni contigo ni sin ti, como dice la
canción.
Espe.-
O con los dos, con el pensamiento y con la luminosidad de las plantas
y el cielo. A lo mejor mirándolos, nos conocemos un poco más a
nosotros mismos.
Es
la realidad tal como la percibimos? ¿Qué relación hay entre el
pensamiento y las cosas? Los filósofos discuten esto desde el
nacimiento de la filosofía. Ya Parménides afirmó que pensamiento y
realidad son lo mismo. Claro, ¿cómo podrían ser diferentes? Si no
estamos pensando lo que es, estamos pensando lo que no es, es decir,
estamos equivocados. Así que conocer es conocer lo que es tal como
es. Pero no es tan fácil ni tan obvio. Poco después el gran sofista
Gorgias (capaz de defender las causas consideradas más perdidas,
como la inocencia de Helena en la guerra de Troya) demostró todo lo
contrario: si lo que pensamos es lo mismo que lo que realmente es,
entonces nunca nos equivocamos. Pero, puesto que siempre podemos
estar equivocados, lo que pensamos no es lo mismo que lo que
realmente es. ¿Entonces, conocemos o no conocemos la realidad?
El
gran filósofo de la Ilustración, Inmanuel Kant creyó que las
cualidades que atribuimos a las cosas no están en ellas, sino en
nosotros. ¿Por qué? Porque si estuviesen en las cosas, entonces no
las sabríamos con antelación. Pero nosotros conocemos perfectamente
ciertas cualidades que valen para todas las cosas, incluidas las
futuras: por ejemplo y sobre todo, las cualidades del espacio y del
tiempo, así que ¡el espacio y el tiempo son cosas nuestras,
subjetiva, no de la realidad! A este cambio de referencia lo llamó
Kant su “giro copernicano”. Cómo sean las cosas en sí mismas,
dijo, no lo sabemos, de la misma manera en que un ordenador no sabe
qué es la información que le llega, más que una ristra de ceros y
unos, que es el programa con el que él puede manejarlas y, por
decirlo así, entenderlas. Imaginad un mundo, Greenland, donde todos
sus habitantes ven siempre las cosas verdes, aunque en diferentes
tonos. ¿Cómo explicar que sepan con antelación que las verán
todas verdes? Pues, dirá el Kant greenlandés, porque tienen unas
lentillas verdes de nacimiento: así de simple. Pero, desde luego, lo
que quiere decir Kant es mucho más fuerte que lo de las lentillas,
porque incluye a las matemáticas, que son, según él, las ciencias
del espacio y el tiempo. A los filósofos que piensan algo parecido a
lo de Kant se les conoce como antirrealistas. Para ellos, el
conocimiento no es transparente a las cosas, sino que las entiende
solo como estamos hechos para entenderlas. Aunque, según algunos de
ellos, vamos aproximándonos poco a poco a ellas.
En
cambio, otros filósofos, los Realistas, piensan que no es sensato
dudar de que ciertos datos son tal y como los percibimos. Si no, ¿en
qué podríamos apoyar todo nuestro saber? La ciencia se basa en
datos incontrovertibles, que todo el mundo puede contrastar. Los
realistas piensan que el antirrealismo de Kant y semejantes impide
explicar que la ciencia sea algo objetivo.
¿Qué
interés tiene esta discusión, además del puramente especulativo
(que no es poco)? Hay quienes piensan que los antirrealistas nos dan
pie a tomarnos menos en serio la realidad y, por tanto, a cambiarla:
si, total, las cosas no son así, no tenemos que preocuparnos por el
sufrimiento. Obviamente, los antirrealistas no creen que esta sea la
postura moral más coherente con su tesis. A cambio, pueden objetar a
los realistas que, quien cree que ya conoce la realidad, no tenderá
a ser muy crítico con ella, así que tampoco tendrá muchos motivos
para transformarla.
¿Qué
piensas tú? ¿Es la realidad tal como la vemos y pensamos?
Guión: Juan Antonio Negrete . Actores: Jonathan González, Eva Romero. Voces: Chus García, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.
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