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Estimados cavernioyentes, recuperamos
hoy otro de los documentos psicofónicos obtenidos en las ruinas del
ágora de Atenas. Allí, y allá por el siglo V a. C., el filósofo
Sócrates y un sofista llamado Sofistófeles, tuvieron la siguiente
discusión sobre un tema de candente actualidad filosófica: ¿a qué
se refieren las palabras “justo”, “bueno” o “verdadero”?
¿Tienen un significado objetivo y universal, o tan solo se refieren
a lo que resulta útil a la persona que las usa?
S.- A ver, dime, Sofistófeles. ¿Crees
que los hombres convienen en lo que es justo por serlo, o más bien
que lo es porque así lo convienen ellos?
Sf.- Lo segundo, Sócrates. No lo
convenimos por ser justo, sino que es justo porque lo convenimos.
S.- ¿Y por qué lo convenimos
entonces, si no es por que sea justo?
Sf.- Fácil. Porque nos conviene y nos
resulta útil.
S.- ¿Y no estarás, entonces, llamando
propiamente “justo” a lo que es útil y conveniente?
Sf.- Precisamente a eso.
S.- ¿Y sabrías responder si te
pregunto entonces qué es lo útil y conveniente para todos y cada
uno?
Sf.- No, por todos los dioses. Cada uno
tendrá por útiles cosas diversas. Aunque me temo que vas a pedirme
que te explique cómo es que “útil” designa lo mismo diciendo lo
diferente.
S.- No. Dime, mejor, que es para ti lo
útil, pues esto sí que debes saberlo.
Sf.- Claro, Sócrates. Lo útil es lo
que conviene a mis deseos.
S.- ¿Y estás tú seguro de que deseas
lo que te conviene?
Sf.- ¿Cómo no?
S.- ¿Quién crees que sabe mejor lo
que conviene a una semilla, el experto jardinero o la semilla misma?
Sf.- El primero, está claro. La
semilla se deposita al azar, sin ciencia alguna, a veces sobre la
tierra en la que, sin saberlo ella, jamás va a fructificar.
S.- Pues dime ahora, ¿eres tú como la
semilla o más bien como un experto jardinero de ti mismo?
Sf.- Si he de desear lo que me
conviene, y no lo que me perjudica, he de ser experto acerca de mi
mismo, claro está.
S.- ¿Y realmente lo eres?
Sf..- ¿Pero quién si no,
Sócrates, puede conocerse mejor a sí mismo que uno mismo?
S.- Esta bien. ¿Pero de qué
conocimiento hablas? ¿Del que proporciona verdades reconocibles por
todos, como las que cree descubrir el experto en alguna ciencia?
Sf. Ese conocimiento no es
posible. La verdad, tal como ocurre a la justicia o la bondad, es
siempre relativa. Cada uno tiene las suyas, que son, siempre, las que
más les conviene creer.
S. Luego tú serás conocido por
ti mismo como lo que más te conviene creer que eres. Pero dime, ¿lo
que conviene a algo no es lo que mejor se adapta a su naturaleza, tal
como la hierba, y no la carne, al cervatillo, y la carne, y no la
hierba, al león comedor de cervatillos?
Sf.- Eso he de reconocerlo.
S.- ¿Y cómo reconoces esto último
como cierto? ¿Acaso también porque te conviene creerlo así?
Sf.- Cómo si no, si he de ajustarme a
lo que dije antes.
S.- Pero entonces fíjate que extraño
es lo que dices.
Sf.- ¿El qué, Sócrates?
S.- Que lo útil para ti es lo que
más conviene a aquello que te conviene creer que conviene al que te
resulta conveniente creer que eres.
Sf.- No estoy seguro de que me convenga
seguir esta conversación de locos, oh, Sócrates.
S.- Pues yo creo que no hay nada que te
convenga más
Algunos filósofos griegos del siglo V
a. C., llamados sofistas, y muchos otros de nuestra época, mantienen
una visión subjetiva y pragmática de la “verdad” y de valores
como lo “justo” y lo “bueno”. Según esta concepción, lo
verdadero, justo o bueno es lo que nos conviene o nos es útil a
nuestros fines.
Una objeción que cabe plantear a esta postura – y
que ya planteara Sócrates hace dos mil quinientos años – es la de que acaso, para no equivocarnos en la elección de nuestros propios
fines, tengamos que suponer una concepción mucho más objetiva de lo
que es verdadero y bueno. ¿Cualquier cosa a la que aspire es
conveniente para mi? ¿O, más bien, debo saber primero lo que
realmente me conviene para así aspirar a ello?
¿Qué piensas tú? ¿Elegimos algo por
ser bueno y justo, o es bueno y justo porque lo elegimos?
Guión: Víctor Bermúdez . Actores: Jonathan González y Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.
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