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P.-
(Indignadísima) !Alucino! ¡Estoy que exploto!
C.-
¿Qué te pasa Primitiva?
P.-
Pues no va el profe y me llama la atención por la camiseta que
llevo.
E.-
¿Cuál, esa con un policía con cabeza y cola de cerdo?
Pr.-
Afirmativo.
Pe.-
Es que eso puedo molestar, eh.
Pr.-
(Borde) Para esos casos me pongo esta otra, que dice "fuck you".
Cr.-
Pero qué borde eres, Primi.
Pr.-
¿Qué pasa? A quien le moleste, que no mire.
Er.-
Eso también es verdad.
C.-
Jolín, Eremita, es que poner "jódete" en la camiseta es
un insulto. Es como si fueras escupiendo a la gente por la calle.
E.-
¡Anda, exagerada! Decir no es hacer. Es una provocación, y ya está.
C.-
Pues si provocas, como quieres que la gente no reaccione.
E..-
Hay muchas formas de reaccionar. Una, por ejemplo, es pasar y no
darte por aludido. A mi también me molesta ver a una mujer tapada
con un burka, y no digo nada.
Pr.-
Eso. O a un tipo haciendo el saludo nazi, como esos hinchas de
fútbol.
Pr.-
¡Pues habría que prohibir todo eso!
E.-
¿Por qué? Todo el mundo es libre para expresar lo que quiera. Si
prohibiéramos todo lo que puede molestar a alguien, no podríamos
abrir la boca.
Petr.-
¡Cómo que lo que quieras! Te imaginas ir diciendo por la radio que
hay que matar a los de la tribu vecina, como paso en un país en
África.
Er.-
Pero eso no era la opinión de alguien, sino propaganda de guerra.
Petr.-
Vale. Pues imagina que yo voy por ahí justificando el asesinato de
los gays, o de los que no creen en Ala.
Cr.-
O defendiendo el terrorismo.
Petr.-
Y que hasta escribo libros sobre eso.
E.-
¿Creeis que el gobierno debería prohibir libros como ese?
Petr.-
Naturalmente. Incitan al odio, y a cometer actos ilegales.
E.-
Si no me censuráis a mi también, os diría que eso me parece una
barbaridad.
Cr.-
¡Una barbaridad es defender el terrorismo!
E.-
Todo el mundo tiene derecho a defender sus ideas, Crisantra. Si
alguien intenta justificar el terrorismo, lo que hay que hacer es
discutirle sus argumentos. Esa es la única forma legítima de
vencerle.
Cr.-
Hay cosas que no se discuten, Eremita. La vida es sagrada.
E.-
También los fanáticos piensan que matar por su Dios o por sus ideas
es sagrado.
Pr.-
Pero nosotros no los matamos, solo les prohibimos que digan cosas.
E.-
Eso también es como matarles. Y es un error. Hay que dejar que
hablen. Si sus ideas son tan malas, quedarán en evidencia, ¿no?
Pr.-
Con alguien que defiende la fuerza no se puede razonar, Eremita.
E.-
[con vehemencia] Vale, pues prohíbele hablar, y así le das la razón
de que lo único que vale es la fuerza.
Cr.-
Hay gente que hablando hace daño, y eso no se debe permitir.
E.-
¿A qué te refieres, Crisantra?
Cr.-
Imagina alguien que se inventa mentiras sobre ti, para que te echen
del instituto. O que te llaman empollona, o gorda, hasta que te hunde
en la miseria.
E.-
Al que dice mentiras hay que demostrarle que son mentiras. Y a los
chicos más débiles hay que hacerles más fuertes y seguros de sí,
para que no se dejen abrumar por palabras.
Pr.-
No es tan fáci.
E.-
No lo es. Pero lo que tengo claro es que la libertad de expresión
es...
Todos:.-
¡¡Sagrada!
E.-
Bueno, no. También podríamos discutir sobre ella, como ahora. Pero
eso es también gracias a ella.
¿Debe
ser la libertad de expresión un derecho fundamental? ¿Hay algo que
no se deba poder expresar en público? ¿Son admisibles el "delito
de opinión" o la censura?
Decía
Georges Bataille que "el mundo solo es habitable a
condición de no respetar nada". Y según Scutenaire "hay cosas con las que no se bromea...lo
suficiente". El derecho a expresar cualquier idea u opinión es,
para algunos, una prerrogativa inviolable en cualquier sociedad
civilizada. Nada es sagrado. Todo se debe poder expresar y discutir,
incluso aquellas opiniones que justifican la intolerancia o la
violencia, o que incitan al delito.
Pero
para muchos otros, la libertad de expresión ha de estar limitada.
Cuando menos por el contexto. El filósofo Ronald Dworkin, opuesto a toda restricción de la libertad de palabra,
hacía solo una excepción: "si alguien se planta (decía) en
medio de una muchedumbre encolerizada con una soga en la mano, y
señala a un negro gritando 'colgadle' ". Es también célebre
el caso de la radio ruandesa Mil Colinas, incitando al asesinato de
los tutsis. O las fetuas lanzadas por clérigos musulmanes exigiendo
el asesinato de los acusados de blasfemia. ¿Es tolerable, en todos
estos casos, una absoluta libertad de expresión?
Para
otros, la libertad de expresión ha de estar constreñida en sí
misma. Las palabras pueden tener consecuencias dolosas y reprobables,
como atentar contra el honor de alguien, calumniarlo, vejarlo o
acosarlo psicológicamente, atentar contra sus más sagradas
creencias, etc. Todo esto supone una casuística moral y legal muy
compleja que, en cualquier caso, no suele convencer al defensor de la
libertad de expresión. Para este, constreñir la libertad de
expresión no es justificable en nombre de criterios tan subjetivos
como el del honor o lo "sagrado", y tampoco representa la
solución idónea a los problemas sociales que están detrás del
fanatismo, la violencia o el delito, y al que las palabras solo
sirven de vehículo.
¿Qué piensas tú? Eres totalmente libre de expresar tu opinión abajo, en los comentarios.
Guión: Víctor Bermúdez . Actores: Jonathan González, Eva Romero, María Ruíz-Funes, Gema Ortiz. Voces: Chus García, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.
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