¿Tienen derechos los animales?

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Madriguero.- Vale, una cosa más, para que me decida: ¿irá Espe a la fiesta?
Felisa.- ¡Una cosa más…! ¡No, hijo, esa no es una cosa más, no disimules: es LA COSA! 
Covadonga.- Sí, hombre, no te preocupes. La hemos invitado para cuando terminemos de comer.
Madriguero.- ¿¡Por qué cuando terminéis de comer!?
Felisa.- ¡Porque es un petardo comer con ella!
Madriguero.- ¿¡Qué dices!?
Covadonga.- Además, ella no quiere. Pregúntaselo tú mismo: ahí viene. ¡Hola, Espe!
Espelunca.- Hola, chicas, hola Madriguero.
Covadonga.- Espe, dile a Madriguero si prefieres venir a comer, o mejor después de...¡la CHURRASCADA!
Felisa.- ¡Um!, no lo digas con ese tono, que empiezo a salivar como los perros de Pavlov!
Madriguero.- Vale, ya lo pillo. ¿Espe, no puedes ser menos inflexible, y comer un poco de carne por un día, con tus amigos?
Espe.- ¡Dejad vosotros de comeros a los demás, por un día! Es que, Madriguero, es como si me dices que sea menos inflexible y vayamos a darle una paliza a alguien. Lo siento, yo solo puedo ver ahí el cadáver de un bebé de vaca.
Felisa.- ¡Qué comparaciones, tía! Son animales, no personas.
Espelunca.- Y ¿qué: no sufren? ¿Crees que cuando la separaron de su madre, la encerraron, la mataron… no sufría? ¿No tenía ganas de vivir y disfrutar?
Felisa.- No lo sé, no soy experta en psicología animal…
Madriguero.- ¡Claro que lo sabes, y claro que sufren!
Covadonga.- Pero es ley de la naturaleza: un león te comería a ti. Necesitamos alimentarnos.
Madriguero.- No lo necesitamos, hay otras maneras de obtener proteínas. Y la diferencia entre el león y tú es que el león no puede plantearse la cuestión, y tú sí.
Covadonga.- Por eso no tiene derechos, porque no piensa.
Felisa.- ¡Muy bien dicho! ¡Aparte de que están muy buenos…! Y algo que sabe tan bien, no puede ser malo.
Espelunca.- ¿Crees entonces, Covandonga, que las personas con menos capacidad de pensar tienen menos derecho a no sufrir? ¿Podemos maltratar o comernos a un niño con una fuerte discapacidad mental?
Covadonga.- No es lo mismo: a un humano le queremos siempre más, porque es nuestro hermano.
Espe.- Sí, eso es lo mismo que dicen los racistas: que los que no son sus hermanos tienen menos derechos…
Madriguero.- Pero, Espe, aunque suene duro: un ser que no piensa, ¿por qué debe preocuparnos?, ¿por qué crees que el sufrimiento es malo?
Espe.- A mí el dolor no me gusta, y, ya sabes, “lo que no quieras para ti…” Además, no es verdad que los animales no piensen. Piensan, imaginan, sufren…, menos que nosotros, seguramente, pero ¿eso nos da derecho a privarles de lo que sí pueden entender y disfrutar? Yo no creo tener ese derecho. Prefiero verme como hermana o prima suya, jugar con ellos, no comérmelos.
Covadonga.- ¡Vale, vale! ¡Si yo no quiero convencerte! Respeto tu opinión. Solo quiero que respetes la mía.
Espelunca.- La tolero, porque no te he convencido.
Cova.- Bueno, y tú, ¿qué haces? ¿Vienes? Es para saber con cuantas bocas contamos…
Madriguero.- ¡Vale, Cova, me apunto a la comida! Con una condición: que asemos y nos comamos al gato de Felisa, a Lucas.
Felisa.- ¡Qué dices, salvaje!
Madriguero.- ¿Qué pasa: no es un gato como los demás?
Felisa.- ¡Ni hablar!: es mi gato.
Madriguero.- ¡Ay, qué injusto es el cariño, si no va unido a la razón! ¿Sabes que Calígula hizo senador a su caballo?


¿Es correcto el trato que damos a los otros animales? ¿Es correcto encerrarlos, explotarlos, separarlos de sus crías, matarlos para comerlos, experimentar con ellos…? Ha habido y hay corrientes filosóficas de diversas civilizaciones y religiones (en el hinduismo, por ejemplo) que desaprueban el sacrifico de otros animales. En el Génesis, sin embargo, se presenta a Dios poniendo a los animales al completo servicio del hombre, único ser que sería a su imagen y semejanza.
Entre los filósofos puede encontrarse diferentes posiciones. Ya en la antigüedad, por ejemplo, Pitágoras y su escuela se abstenían de comer animales, porque creían en la metempsicosis o reencarnación de las almas (quizá tomaron esta idea del hinduismo). En el extremo contrario, Descartes sostuvo que los animales son simples máquinas y carecen de consciencia, ya que no tienen lenguaje, por lo que realmente no sufren: sus movimientos son autómatas, como los de nuestro corazón, por ejemplo.
Hoy en día prácticamente nadie duda de que la mayoría de los animales sienten, como se deduce no solo de su conducta sino de las similitudes cerebrales. La cuestión que se plantea es, más bien, si ser capaz de sufrir debería ser, como creía Jeremy Bentham, suficiente para garantizar derechos. Quienes piensan que los derechos son una convención humana, creen que todo depende de si los humanos deciden otorgar esos derechos a los otros animales. Esta teoría tiene la peligrosa consecuencia de que, con ella, se puede justificar que se le niegue derechos a cualquiera, con tal de que otros o la mayoría lo aprueben.
El filósofo australiano Peter Singer, autor de lo que podríamos llamar el evangelio animalista, Liberación Animal, ha argumentado que, si creemos que el dolor es malo, no podemos discriminar a los otros animales, porque estaríamos cometiendo un error moral similar al del racista: la moral tiene que ser universal, y lo que valga para un ser tiene que valer para otro que tenga las mismas características relevantes: en este caso, sufrir.
Los filósofos contrarios a los derechos de los demás animales subrayan la distancia entre humanos y el resto: nuestra capacidad racional sería la única que nos daría derechos, porque para tener derechos sería necesario tener la capacidad de entender lo que es un derecho y, por tanto, de tener deberes. No obstante, de aquí se deduciría que no deberían tener derechos los bebés, así como los humanos con una fuerte discapacidad, en coma, etc. Además, ¿el derecho se basa en la capacidad de pensar, o basta con la capacidad de sentir?


¿Qué crees? ¿tiene los demás animales derechos? ¿Cuáles y por qué?

Guión: Juan Antonio Negrete . Actores: Eva Romero, Jonathan González, Gema Ortiz, María Ruíz-Funes. Voces: Mónica Burgoa, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.


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