El cambio


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    Eremita.- Mmm. Qué bien se está aquí junto al fuego.
    Crisantra.- A mi me deja como tonta.
    Primitiva.- Pues a mí me enciende la cabeza.
    Eremita.- ¿Os imagináis lo que tuvo que ser el fuego para los hombres de las cavernas?
    Crisantra.- Claro. Gracias al fuego aprendieron a cocinar, y a fabricar vasijas...
    Primitiva.- Y a hacer fiestas.
    Eremita.- Y también a pasar las noches pensando y contando historias.
    Primitiva.- ¡Pues vaya fiesta!
    Eremita.- ...¿No os parece que pensar es como... como tener un fuego pequeñito por dentro?
    Crisantra.- ¡El fuego que ilumina las cosas!
    Eremita.- Sí, y también las transforma al iluminarlas, como el fuego, que transforma todo lo que toca.
    Crisantra.- ¿Y qué pensarían los hombres primitivos al ver el fuego?
    Primitiva.- Pues lo mismo que nosotros, pero con palabras más raras.
    Eremita.- ¿Cuál es el primer pensamiento que asociáis al fuego?
    Primitiva.- El movimiento... Qué se yo...La vida, o el mundo que va cambiando, se enciende, se apaga... y se convierte en humo...
    Crisantra.- Es verdad. Las llamas no dejan de cambiar de forma y de moverse, como si tuvieran un duendecillo dentro.
    Eremita.- Pero a la vez son siempre lo mismo: fuego. ¿No os parece increíble que algo cambie sin parar, pero sin dejar de ser siempre lo mismo?
    Crisantra.- Eso también nos pasa a nosotros. Yo cambio cada día, pero siempre soy yo.
    Eremita.- Eso es lo raro. Cada día que pasa es diferente. El sol, nosotros, las nubes, todo ha cambiado, pero... siguen siendo el sol, nosotros, las nubes... Cambian para ser lo mismo.
    Primitiva.- Lo mismo exactamente no, guapa. Yo, por ejemplo, no soy idéntica que ayer, o que hace un año, que tenía muchos más granos en la cara.
    Crisantra.- Pero te tienes que parecer en algo, y en ese algo, sea lo que sea, tienes que ser lo mismo hoy que ayer. Si no, no serías Primitiva.
    Primitiva.- Vale. En algo tengo que ser la misma. ¿Y qué?
    Eremita.- ¿No has escuchado que el universo es como una bola de fuego?
    Primitiva.- Sí, una explosión, el Big beng.
    Eremita.- Eso quiere decir que todo lo que hay está moviéndose y transformándose, como la onda expansiva de una explosión o algo así.
    Primitiva.- O sea, que somos como fuegos artificiales. Guay.
    Crisantra.- Pero si todo está transformándose no puede haber dos cosas iguales.
    Eremita.- Y no las hay. Cada persona es distinta, y cada lechuga, y...
    Crisantra.- Pero todas las personas son iguales entre sí en algo, por eso son personas, y no lechugas...
    Eremito.- Y además, cada persona es igual a sí misma. Y cada lechuga...
    Primitiva.- Pues yo no me entero. ¿Somos distintos o iguales?
    Eremita.- No sé. Es cómo el fuego. Si lo miras, siempre está cambiando. Pero sabes que es siempre el mismo fuego.
    Primitiva.- Vaya brasa que me estáis dando, filósofas.
    Crisantra.- Pues a mi esto me tiene entre ascuas...



Si hay una cuestión que siempre ha interesado a los filósofos es la cuestión del cambio. ¿Todo está cambiando en el Universo? ¿Son las cosas, y el propio mundo, procesos en continua transformación? ¿O hay cosas que son siempre las mismas? Si todo estuviera cambiando, la identidad parecería imposible: nada podría ser lo mismo que sí mismo de un instante a otro. Pero si todo permaneciera siendo lo mismo, ¿cómo podríamos explicar los cambios que vemos? En esto, como en todo, los filósofos han defendido las posiciones más extremas, y también las más intermedias.

El viejo Heráclito, un filósofo griego del siglo VI a.C., imaginaba el cosmos como un enorme fuego en el que todo se transforma constantemente. “Nadie se baña dos veces en el mismo río”, dicen que dijo...

Parménides y Zenón, casi coetáneos de Heráclito, afirmaban, por el contrario, que el cambio es pura ilusión. Si algo cambiara, sería y no sería lo que es al mismo tiempo. De modo similar, si se moviera, decían, tendría que estar y no estar en cada punto de su trayecto. Para ellos, el cambio y el movimiento eran tan impensable como imposibles.
De otro lado, Aristóteles, el filósofo del término medio, pensaba que las cosas cambiaban, en parte, y en parte seguían siendo las mismas. Aunque no es fácil pensar como una misma cosa es más de una y tan distinta de sí.

El pensamiento moderno ha optado, en general, por el movimiento. Las cosas, el mundo, y nosotros mismos no somos sino procesos, acontecimientos en el tiempo. La identidad de las cosas sería ilusoria, un invento del lenguaje. Ahora bien, ¿podríamos hablar de algo sin suponerle una identidad real? ¿Serían algo los procesos o las ilusiones o el mismo lenguaje sin suponerles una forma inalterable que permitiera reconocerlos como lo que son? ¿Serían también las leyes de la expansión del Universo algo que se expande y cambia con él?

¿Qué pensáis? ¿Es cierto que todo cambia constantemente? ¿Cómo podríamos, entonces, ser las mismas personas que éramos ayer? ¿O es que acaso no lo somos?


Guión: Víctor Bermúdez . Actores: Jonathan González,  Eva Romero, Gema Ortiz, María Ruíz-Funes. Voces: Mónica Burgoa, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.

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