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Lengua.- (con más
sorpresa que indignación) ¿¡Oye, qué haces!?
Heráclito de Efeso.- Te estoy
trabajando
L.- ¿¡Cómo!?
¿Quién eres tú?
H.- Eso no importa.
Importa lo que somos juntos.
L.- ¿Ah, sí? ¿Y
qué somos?
H.- Tú eres la
Lengua Griega, mi lengua materna, mi madre de habla. Por eso te
trabajo. ¿Te hago daño?
L.- No, me haces
algunas cosquillas, rebuscando por aquí y por allá…
H.- Recuerda que me
diste permiso.
L.- Sí, sí: si
todos mis hijos lingüísticos tenéis ese derecho, si es que no es
algo más que derecho… Pero los otros no me trastean tanto.
H.- Es que los otros
trabajan de ti, no a ti.
L.- ¿Y qué se
supone que hay que trabajarme? ¿Qué es eso que haces con tanto
trajín?
H.- Solo intento que
digas lo que quieres decir, y que lo digas como tú sabes.
L.- ¿Lo que yo
quiero decir y como sé decirlo…?
H.- Sí, aunque
quizás no sabes bien que lo quieres y que lo sabes decir. Pero para
eso estamos nosotros, tus hijos
L.- Y, ¿se puede
ver algo de eso que haces?
H.- Mira, ven. Mira
cómo me dices que la guerra es el padre y rey de todo: Pólemos
PáNToNmen Patér esti PáNToN de basileus, ¿no oyes el Pon Pan Pant
de los tambores de guerra?
L.- (escéptica) Sí…
pero eso es una coincidencia.
H.- ¿Coincidencia?
Mira cómo dices que el fuego se cambia por todas las cosas y todas
las cosas en fuego, lo mismo que el oro por todas las mercancías y
todas las mercancías por oro. Escucha [pronunciar las H como
aspiradas]: PYRóste ANTAmoibe TA PANTA kai PYR HAPANTon HokosPeR
JRisú JRémata kai JRemáton JRYSÓS. ¿Ves como PYR, fuego, se
mezcla con PANTA, todo. Y JRisós, oro, con JRémata, mercancía, y
cómo al JRYSÓS, oro, suena como PYRÓS, fuego, con solo cambiar la
P de Panta por la J de Jrémata, riquezas?
L.- ¡Vaya!
H.- Y he encontrado
otras muchas “coincidencias”, como tú las llamas. Solo hay que
cambiar las palabras de sitio, ponerlas en forma de espejo unas con
otras, quitar o poner verbos…
L.- Y ¿qué quieres
conseguir con eso?
H.- Ya te lo dije:
que digas lo que quieres decir, de manera perfecta. O sea, que te
parezcas a tu madre la Lengua Universal, que habla a través de todos
los hombres, y quiere que vayan concordes lo que dice y cómo lo
dice.
L.- ¡Estás hecho
todo un poeta! Y no te oculto que me halaga que seas capaz de verme
con esos ojos, y escucharme con esos oídos. ¿Puedo saber tu nombre,
aunque dices tú que no importe?
H.- Me llamo
Heráclito
L.- ¡Vaya, como
Heracles, el principal héroe griego, que tomó su nombre de la madre
de los dioses! ¡Qué coincidencia! Creo que, gracias a ti, yo no
estaré nunca del todo muerta.
H.- Ni yo, gracias a
ti.
Conservamos apenas
130 fragmentos del libro que se dice que escribió el filósofo
Heráclito de Éfeso, allá por el siglo V a.c. De ellos, algunos no
son citas literales. De entre los que sí lo son, unos cuantos
muestran que Heráclito trabajó con todo cuidado cada una de las
palabras. Por eso, sus aforismos suenan como sentencias dichas por un
oráculo, como si viniesen directamente de la boca de Apolo.
Él mismo dijo, no
obstante, que “el dios cuyo templo está en Delfos, ni dice ni
oculta, sino que señala”. Ese dios es Apolo, al que Heráclito
precisamente ni dice ni oculta sino que señala. Como queriéndonos
decir que el lenguaje (también el lenguaje que es el pensamiento) ni
nos pone directamente en contacto con las cosas ni nos las oculta,
sino que nos da indicaciones, signos, indicios… para que las
encontremos, porque, como también dijo, “a la naturaleza le gusta
esconderse”.
¿Qué crees: hasta dónde debemos cuidar la expresión cuando
queremos decir algo? ¿Hay que llegar al punto de Heráclito de
intentar que incluso el sonido de las palabras se parezca de alguna
manera al mensaje? ¿Qué relación hay entre el lenguaje y las
cosas?
Guión: Juan Antonio Negrete. Actores: Jonathan González e Inmaculada Morillo. Voces: Chus García y Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blázquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original y dirección: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.
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