Pensamiento y realidad

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Madriguero.- ¡Vaya día de primavera que ha salido! ¿Ves qué luz tienen las plantas, y el cielo?
Espe.- Eso mismo estaba pensando, o sintiendo, ahora mismo. (breve silencio) ¿Te has parado a pensar cuánta de esta belleza está solo en nuestra mirada?
Madriguero.- ¿Qué quieres decir?
Espe.- Hay un dicho del budismo zen, que pregunta: “¿si cae un árbol en un bosque donde no hay nadie, hace ruido?”
Madriguero.- Sí, lo había oído. ¿Qué significa?
Espe.- Significa que, para que haya ruido, tiene que haber un oído. Pero también que para que haya realidad tiene que haber alguien que la vea. O, por lo menos, creo yo, que la realidad no es como la vemos, sino como sabemos o podemos verla. Los colores también son, por decirlo así, ilusiones ópticas; las cosas en sí mismas no tienen color, ni olor, ni sabor, ni… ¿Cómo son…? ¿Cómo soy yo misma?
Madriguero.- ¡Uf!, ¿no decía un filósofo que lo que tenemos que hacer es conocernos a nosotros mismos? Yo, cada vez me conozco menos.
Espe.- Eso es. Por ejemplo, con las personas: queremos ir a su esencia, sobre todo con las que amamos…, pero siempre nos quedamos en el exterior. ¿Cómo es el interior de las cosas?
Madriguero.- Yo creo que… no tienen interior. Eso dice el poeta Pessoa, en algunos de sus bellos poemas. Lo malo es que nos empeñamos en buscar lo que no hay, y nos olvidamos de lo que salta a la vista, al oído, al tacto…
Espe.- ¿Entonces no crees que las apariencias nos engañan?
Madriguero.- Bueno, a lo mejor nos engañamos nosotros mismos, al interpretar las apariencias.
Espe.- ¡Ya! Pero, el caso es que parece inevitable. No somos un espejo… -aunque hasta los espejos desfiguran lo que reflejan- ¿Y si todo está en nosotros, o sea, dentro del espejo?
Madriguero.- ¿Sin que lo sepamos?
Espe.- O sin que nos acordemos… O quizá solo una parte está en nosotros. Al fin y al cabo, conocer…
Madriguero.- (interrumpiéndola)… es cosa de dos. (sonríen) El caso es que nos hemos puesto a pensar y se ha evaporado la magia de la contemplación de esta luz. ¿Ves por qué no me termina de enganchar esa manía tuya de filosofar?
Espe.- Es verdad, a veces pensar rompe la magia… Pero para mí también es mágico y misterioso que pensemos. Además, ¿crees que podríamos contemplar esta luz si no pudiéramos pensar en ella?
Madriguero.- Ni pensando ni sin pensar… ni contigo ni sin ti, como dice la canción.
Espe.- O con los dos, con el pensamiento y con la luminosidad de las plantas y el cielo. A lo mejor mirándolos, nos conocemos un poco más a nosotros mismos.



Es la realidad tal como la percibimos? ¿Qué relación hay entre el pensamiento y las cosas? Los filósofos discuten esto desde el nacimiento de la filosofía. Ya Parménides afirmó que pensamiento y realidad son lo mismo. Claro, ¿cómo podrían ser diferentes? Si no estamos pensando lo que es, estamos pensando lo que no es, es decir, estamos equivocados. Así que conocer es conocer lo que es tal como es. Pero no es tan fácil ni tan obvio. Poco después el gran sofista Gorgias (capaz de defender las causas consideradas más perdidas, como la inocencia de Helena en la guerra de Troya) demostró todo lo contrario: si lo que pensamos es lo mismo que lo que realmente es, entonces nunca nos equivocamos. Pero, puesto que siempre podemos estar equivocados, lo que pensamos no es lo mismo que lo que realmente es. ¿Entonces, conocemos o no conocemos la realidad?
El gran filósofo de la Ilustración, Inmanuel Kant creyó que las cualidades que atribuimos a las cosas no están en ellas, sino en nosotros. ¿Por qué? Porque si estuviesen en las cosas, entonces no las sabríamos con antelación. Pero nosotros conocemos perfectamente ciertas cualidades que valen para todas las cosas, incluidas las futuras: por ejemplo y sobre todo, las cualidades del espacio y del tiempo, así que ¡el espacio y el tiempo son cosas nuestras, subjetiva, no de la realidad! A este cambio de referencia lo llamó Kant su “giro copernicano”. Cómo sean las cosas en sí mismas, dijo, no lo sabemos, de la misma manera en que un ordenador no sabe qué es la información que le llega, más que una ristra de ceros y unos, que es el programa con el que él puede manejarlas y, por decirlo así, entenderlas. Imaginad un mundo, Greenland, donde todos sus habitantes ven siempre las cosas verdes, aunque en diferentes tonos. ¿Cómo explicar que sepan con antelación que las verán todas verdes? Pues, dirá el Kant greenlandés, porque tienen unas lentillas verdes de nacimiento: así de simple. Pero, desde luego, lo que quiere decir Kant es mucho más fuerte que lo de las lentillas, porque incluye a las matemáticas, que son, según él, las ciencias del espacio y el tiempo. A los filósofos que piensan algo parecido a lo de Kant se les conoce como antirrealistas. Para ellos, el conocimiento no es transparente a las cosas, sino que las entiende solo como estamos hechos para entenderlas. Aunque, según algunos de ellos, vamos aproximándonos poco a poco a ellas.
En cambio, otros filósofos, los Realistas, piensan que no es sensato dudar de que ciertos datos son tal y como los percibimos. Si no, ¿en qué podríamos apoyar todo nuestro saber? La ciencia se basa en datos incontrovertibles, que todo el mundo puede contrastar. Los realistas piensan que el antirrealismo de Kant y semejantes impide explicar que la ciencia sea algo objetivo.
¿Qué interés tiene esta discusión, además del puramente especulativo (que no es poco)? Hay quienes piensan que los antirrealistas nos dan pie a tomarnos menos en serio la realidad y, por tanto, a cambiarla: si, total, las cosas no son así, no tenemos que preocuparnos por el sufrimiento. Obviamente, los antirrealistas no creen que esta sea la postura moral más coherente con su tesis. A cambio, pueden objetar a los realistas que, quien cree que ya conoce la realidad, no tenderá a ser muy crítico con ella, así que tampoco tendrá muchos motivos para transformarla.


¿Qué piensas tú? ¿Es la realidad tal como la vemos y pensamos? 

Guión: Juan Antonio Negrete . Actores: Jonathan González,  Eva Romero. Voces: Chus García, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.

Conciencia y lenguaje.

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Crisantra.- (Recitando como Julieta de Shakespeare, muy afectadamente). ¡¡Oh, Romeo, Romeo... Rechaza tu nombre, que no forma parte de ti, y tómame a mi toda entera.
Petronilo (Recitando como Romeo, con oficio, apasionado): Te tomo la palabra, oh Julieta. Llámame solo "amor mío" y seré nuevamente bautizado. ¡Desde ahora mismo dejaré de ser Romeo!
Crisantra: (Recitando como Julieta, cada vez más afectada y artificiosa) ¡¡Oh, solo tú nombre es mi enemigo! ¡Porque tú eres tú mismo, seas o no Montesco!
Petronilo (Sale del papel, enfadado): ¡Se acabó, yo no sigo!
Crisantra.- ¿Pero qué pasa, Petronilo?
Petronilo.- Pasa que no te metes en el papel, Crisantra. Yo no veo a Julieta por ninguna parte. Solo a tí imitando a la condesa de Romanones.
Crisantra.- ¡Muy gracioso! ¿Y cómo quieres que haga de Julieta de verdad, aquí en mitad del parque, en vaqueros y con un Romeo con gafas como tú?
Petronilo.- ¿Qué tiene eso que ver? Julieta no es como es por llevar un vestido o ir maquillada, eso solo lo piensan los malos actores.
Eremita.- Tiene razón, Crisantra. Tienes que meterte en la piel del personaje, hablar y pensar como lo haría una joven enamorada. Tienes que ser Julieta.
Crisantra.- ¡Pero, Eremita, cómo voy a ser Julieta! ¡Yo soy yo!
Eremita.- En vez de recitar el papel, intenta meterte en su mente. Los personajes, igual que las personas, son por lo que tienen en la cabeza.
Crisantra.- O sea, que voy y me cambio el cerebro.
Eremita.- Quién habla aquí de cerebro. A ver, ¿tú que eres, un montón de neuronas?
Petronilo.- No tantas, no tantas.
Crisantra.- !Eremita, dile a ese Romeo tuyo que se calle!
Eremita.- A ver, lo que hace a las personas es su vida interior, su consciencia.
Crisantra.- ¿Y qué pasa, qué soy una inconsciente?
Eremita.- Noooo. Mira, tu consciencia es... como esa vocecita que te habla por dentro y con la que vas pensando en todo lo que pasa.
Crisantra.- ¡Vale, ahora escucho voces!
Petronilo.- Mira, Eremita, lo que pasa es que Crisantra no se ha trabajado a fondo el personaje.
Crisantra.- ¡Narices, me sé el texto mejor que tu y que Shakespeare juntos!
Petronilo.- Ya. Pero ¿te has imaginado cómo era la vida de Julieta, su historia antes de conocer a Romeo, sus emociones, o las razones que tendría para elegir enfrentarse a toda su familia?
Eremita.- ¡Eso es lo que yo quería decir antes: su vida interior!
Petronilo.- Si fueras consciente de todo eso dirías mejor el papel, no como ahora que pareces un loro.
Crisantra.- ¿Pero, Eremita, cómo voy a meterme dentro de la mente de alguien? Además, ¡si Julieta ni siquiera existe!
Eremita.- Pues eso mismo hacemos a todas horas. Hasta jugando con alguien, que te digo... al ajedrez, intentas pensar en como pensaría el otro...
Petronilo.- Lo mismo que cuando quieres timar o engañar a alguien.
Eremita.- O ser bueno con él...
Petronilo.- Tienes que construir un personaje de ficción, como lo hace el autor, metiéndote en la mente del personaje para pensar y hablar como él.
Eremita.- Eso, creerte que eres Julieta.
Crisantra.- Vale, lo he entendido. A ver (concentrándose en voz alta para actuar): ¡¡Soy Julieta!! (seductora) ¡Preparate Romeo!
Eremita.- Eh, eh. Sin pasarse (risas)
Crisantra.- Tranqui. Que somos personajes de ficción. ¿No lo sabías?


La explicación de la consciencia, ese misterioso fenómeno por el que experimentamos el mundo en primera persona, o la autoconsciencia, mediante la que experimentamos y nos representamos nuestros propios estados mentales, e incluso los ajenos, constituye uno de los mayores desafíos de la filosofía y la ciencia contemporáneas. Responder a este desafío supondría dar un paso fundamental en la comprensión de nuestra propia identidad como personas.

Para algunos autores, la experiencia consciente resulta por principio indescriptible, al ser ella misma condición de toda posible descripción. La subjetividad, la perspectiva en "primera persona", nunca podría captarse objetivamente a sí misma. Sin embargo, la mayoría de los llamados filósofos de la mente se han esforzado por elaborar explicaciones que logren reducir la consciencia a entidades o procesos objetivamente detectables.

Una de ellas propone describir la consciencia y la autoconsciencia humana como procesos ligados al uso del lenguaje. A principios del siglo pasado, el psicólogo ruso Lev Vygotsky descubrió que, a cierta edad, los niños interiorizan el diálogo que mantienen con los adultos o con otros niños en la forma de un monólogo interno silencioso; el de su propio "yo" interior. Así, la consciencia y la autoconsciencia se podrían entender como una especie de narración íntima mediante la que el sujeto organiza su vida mental, constituyéndose como el protagonista y el autor de dicho relato. Como afirma el filósofo Daniel Dennet [dénet], nuestra identidad personal podría ser el producto, y no el origen, de la historia que nos contamos a nosotros mismos, y a los demás, sobre quienes somos.

Más allá, y desde esta misma perspectiva lingüística de la conciencia, algunos filósofos y psicólogos evolutivos han querido explicar uno de los rasgos que más netamente parece distinguirnos de los animales: la capacidad para atribuir estados mentales a otros sujetos y, por así decir, "ponernos en su lugar". Según algunos de estos filósofos, el lenguaje facilitaría la detección de las creencias de los demás y, así, su reconocimiento como sujetos dotados de mente y consciencia. Otros, como John Searle, han objetado que este argumento no resuelve el problema de distinguir entre humanos con mente y máquinas parlantes. La consciencia, entonces, habría de contener algo más que mero lenguaje autorreferencial: quizás una suerte de sentimiento de interioridad y pertenencia que, aún hoy, no sabemos describir en términos objetivos.

¿Qué piensas tú? ¿En qué consiste la consciencia? ¿Tendría algo que ver con el lenguaje y con ese hábito que tenemos de hablar solos, y en silencio, con nosotros mismos? 


Guión: Víctor Bermúdez . Actores: Jonathan González,  Eva Romero, Laura Casado. Voces: Chus García, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.

Anarquía

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Todos.- (Cantan) ¡Cumpleaños feliz... Te deseamos, Eremita, cumpleaños feliz!
Eremita.- (Emocionada) Ay, que sorpresa. De verdad. No me lo esperaba.
Crisantra.- ¡Venga, unas palabras!
Todos. - ¡Qué hable, que hable!
Eremita.- Ay, no sé. La emoción no me deja.
Petronilo.- ¡Pide un deseo!
Primitiva.- ¡Venga, Ere, que ya eres mayor de edad, puedes hacer lo que te de la gana!
Eremita.- ... ¿Sabéis qué me gustaría?
Petronilo.- (Emocionado) Va, dilo
Crisantra.- Pero no salgas con lo de la paz en el mundo y esas cosas, ¿eh? Un deseo en serio.
Eremita.- Me encantaría que algún día viviéramos todos juntos, en una casa grande con un jardín, lleno de niños, y que nos dedícaramos todo el día a hacer lo que quisiéramos, y a ser amigos siempre...
Primitiva (con alegría). ¡Guay, una comuna, me apunto!
Petronilo.- ¡¡Y yo!!
Crisantra.- Sí, hombre. Todos revueltos. ¡Eso quisieras tú, Petronilo!
Primitiva.- ¡¡Amor libre!!
Eremita.- No solo amor, todo. Cada uno haría lo que más le gustase, y cuando quisiese. ¿Os imaginais?
Crisantra.- ¿Y de qué íbamos a vivir?
Petronilo.- Podríamos trabajar por temporadas. Y...tener un huerto... Y compartirlo todo.
Eremita.- ¿Os lo imaginais? Hasta educaríamos a los niños nosotros mismos...
Crisantra.- Sí, como los hippies. ¿Y como íbamos a organizarnos? Habría que poner normas.
Primitiva.- No, de normas nada. ¡Vivir libres!
Crisantra.- Tú estas como una cabra.
Primitiva.- ¿Qué pasa?
Crisantra.- ¿Cómo que qué pasa? ¿Y si te da por... ponerte mi ropa, o a mí acostarme con tu novio?
Petronilo.- A mi, si queréis, podéis compartirme, eh.
Eremita.- Bueno, podría haber normas, pero tendrían que parecernos razonables a todos.
Crisantra.- Eso es una utopía, Eremita. La gente no siempre atiende a razones.
Petronilo.- ¿Y por qué no podríamos hablar y ponernos de acuerdo?
Crisantra.- Porque nos pasaríamos el día haciendo asambleas y discutiendo. Además, ¿qué pasaría si luego alguien no cumple? Hoy no me apetece limpiar, ea, se rompió el acuerdo.
Eremita.- Bueno, seríamos responsables. Si alguien no quiere limpiar, tendría que dar sus razones, y convencernos.
Crisantra.- ¿Y si no nos convence? ¿O si simplemente le apetece no limpiar, y ya está? Eso es la libertad, ¿no?
Eremita.- No. Eso es ser un caprichoso. Yo he dicho que haríamos lo que quisiéramos, pero uno tiene que saber por qué quiere las cosas, y explicarselo a los demás para que lo acepten.
Primitiva.- Yo no entiendo. ¿Y qué les vas a explicar? Si quieres algo lo quieres, y ya está.
Eremita.- Pues no, si quieres algo tiene que ser bueno, y razonable. ¿Si no, cómo lo vas a querer?
Primitiva.- ¿Y quién dice lo que es bueno y razonable?
Eremita.- ¡Nosotros mismos! Hablando. Si algo es razonable tiene que serlo para todos.
Petronilo.- ¡Buah! Eremita, más vale que pidas otro deseo, este es muy complicado.
Eremita. (Decepcionada) ¡Vale!... ¡Qué todos seamos mayores de edad! Pero, de verdad.
Primitiva.- ¿Y eso qué es?
Eremita.- Pues que seamos nosotros los que decidimos cómo vivir, sin que otros tengan que ponernos normas como si fuéramos unos pardillos.



¿Podemos convivir con los demás sin leyes? ¿En qué consiste la libertad humana, y por qué habría de sujetarse a normas externas?

Para responder a estas preguntas los filósofos políticos han imaginado cómo podría ser la vida humana en un hipotético "estado de naturaleza" en el que los individuos fueran libres o autónomos, sin ninguna restricción o norma diferente de su voluntad. Para muchos, este estado sería humanamente indeseable. La naturaleza humana, afirman, está sujeta a pasiones egoístas que convertirían la convivencia en una guerra perpetua entre los deseos de unos y de otros. Así, para evitar el conflicto, los hombres acordarían someterse voluntariamente a leyes que obligasen a todos, y a un Estado que las administrase, incluso mediante la coacción. Este podría sería el origen o justificación de la política, tal como lo entendían los filósofos contractualistas modernos.

Para algunos, en cambio, los hombres deberían poder convivir sin normas que menoscabasen su libertad individual. Esta teoría, habitualmente denominada "anarquismo", comprende innumerables variantes pero, en su expresión más común, afirma que los hombres tienden, por naturaleza, a cooperar y a respetarse como iguales, y que lo que impide esta armonía es la desigualdad impuesta por las estructuras ligadas a la propiedad privada y al Estado. Esta corriente, que en la modernidad arranca en autores como Rousseau o Proudhon y que alcanza hoy a muchos de los movimientos sociales alternativos, propone formas de convivencia basadas en la libre asociación, la ausencia de coacción institucional, y una economía socializada que entienda el trabajo como forma de realización personal y no como medio de enriquecimiento material.

El anarquismo ha sido criticado por su carácter utópico. Aunque a la vez, y según algunos, refleja la culminación del ideal de libertad individual que representó la modernidad. Así, al decir de los viejos filósofos ilustrados, el fin del progreso humano debía consistir en el logro de la autonomía o "mayoría de edad" de los hombres, es decir, en el pleno desarrollo de su capacidad para vivir bajo la guía de su propia razón. Según el anarquismo, esto debería suponer, en algún momento, la desaparición de toda coacción legal o estatal sobre la voluntad soberana de los individuos.

¿Qué decís? ¿Sería posible vivir, alguna vez, en una sociedad de hombres iguales en su mayoría de edad y que no necesitaran ya de la ley y el Estado?

Guión: Víctor Bermúdez . Actores: Jonathan González,  Eva Romero, María Ruíz-Funes, Laura Casado. Voces: Chus García, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.






Las penas.






Covadonga.- Chicos, estoy indignada.
Espelunca.- ¿Por qué, Covadonga, qué te pasa?
Covandonga.- ¿Os acordáis de esa pandilla, dos chicos y dos chicas, que acosaron a aquella compañera hace poco más de un año?
Madriguero.- ¿Aquella muchacha que se acabó tirando por un puente?
Covagonda.- Esa. Pues ¡resulta que el juez les deja ya en libertad! ¿No os parece tremendo?
Madriguero.- Sí, es muy fuerte.
Covanga.- Ellos ya por ahí sueltos, tan campantes; y la chica, muerta, y su familia, su padre y sus hermanos, destrozados para siempre. ¡Menuda justicia!
Espelunca.- Sí, a todos nos suena muy duro…
Covadonga.- ¡Venga ya, Espelunca, que te conozco, y sé que tú no lo ves tan mal y tienes alguna disculpa para los acosadores y asesinos!
Espelunca.- A ver, Covadonga, ¿tú qué crees que habría que hacer con ellos?
Covadonga.- ¿Qué?, pues, aunque suene incorrecto hoy en día, hacerles lo mismo que han hecho…, o que se pudriesen en la cárcel.
Espelunca.- ¿Y así aprenderían, o compensarían el daño que han hecho?
Madriguero.- Lo que sí te puedo decir, Espe, es que la familia se quedaría más tranquila; y mucha parte de la sociedad, también lo vería justo. ¿Tú no?
Espelunca.- No lo sé, la verdad, me desconcierta este tema. Si lo pienso fríamente, no puedo dejar de creer que esos muchachos cometieron un tremendo error, del que seguramente se arrepentirán toda su vida ¡Y, si no se arrepienten, todavía me parecen más desgraciados! ¿Sabemos, además, qué historia tenían detrás, que les llevó a acosar a aquella pobre niña?
Cova.- ¿Lo ves?, ¡tú siempre disculpando a los malvados! Pues que sepas que no eran unos muertos de hambre, sino unos hijos de papá, que tenían de todo.
Espelunca.- ¿Y te parece poca desgracia…? ¿No dicen que las penas tienen que servir para reinsertar a los delincuentes en la sociedad?
Cova.- A mí eso me parece una chorrada: sabían perfectamente lo que hacían, y tienen que pagarlo.
Madriguero.- Pero, Cova, ¿tú, que eres creyente, no dices que hay que perdonar?
Cova.- No tiene nada que ver. Tienen que recibir el castigo que merecen, y ya veremos si la familia de la chica, o Dios, les perdona. ¿Qué sería de este mundo, si no?
Espelunca.- A lo mejor es como dices, Cova. Si me dejo llevar por el dolor, también yo siento odio. Otras veces, en cambio, pienso que esa justicia del ojo por ojo es solo venganza. ¿Es bueno dejarse llevar por el deseo de venganza? ¿No hemos visto cómo con educación se han ido cambiando conductas que antes eran vistas como normales?
Cova.- Lo que no puede tolerarse es que unos sigan disfrutando de la vida a costa de la vida de otros.
Espelunca.- ¡Uf!, ¡pero eso es lo que pasa en cada momento, aunque a muchas formas de explotación y abuso no las llamemos crimen!




¿Cuál es la pena justa? Hay diversas teorías filosóficas acerca de este problema:
Según una de ellas, defendida por Kant por ejemplo, la única función de la pena es devolver a uno su propio acto, puesto que uno tiene que responsabilizarse de lo que hace libremente. De modo que la pena más justa es, siempre que sea posible, causarle al culpable el mismo daño que él ha causado. Kant afirma, incluso, que un asesino con integridad moral reclamará para sí mismo la pena de muerte. Esta concepción del el “ojo por ojo y diente por diente” coincide con los más viejos códigos morales de la humanidad, incluidas las normas que el Antiguo Testamento atribuye a Moisés, e incluso puede encontrarse en el fragmento de filosofía griega más antigua que conservamos, una frase de Anaximandro donde se describe la muerte como el justo pago que unas cosas se dan a otras por haber osado nacer. Si bien este código nunca se ha aplicado tal cual, puesto que siempre se ha tenido en cuenta el puesto social del culpable: la ley siempre ha sido infinitamente más dura con los súbditos, ciudadanos modestos y las mujeres que con los nobles, ciudadanos de la élite y varones.

En la edad moderna ha ido poco a poco percibiéndose esa concepción penal como “bárbara”, y sustituyéndose por sistemas penales más “suaves”, si bien no siempre con la aprobación de toda la sociedad. La justificación de la pena ya no es tanto devolver lo hecho sino servir de ejemplo disuasorio, reinsertar al delincuente y evitar que se cometan futuros crímenes. Se trata, básicamente, de una justificación utilitarista.

El papel de reinserción que contemplan los modernos códigos penales se basan en la idea, de origen ilustrado (y con precedentes en la ética socrática), de que los delitos proceden de la falta de educación ética y cívica, asociada a condiciones sociales de precariedad y alienación. Así, campañas de educación social han conseguido eliminar o reducir conductas que antes se veían como normales (por ejemplo, la violencia sobre las mujeres o sobre los niños).

Por último, algunas posturas de crítica radical contra el sistema penal, como por ejemplo la llevada a cabo por Michael Foucault, ven en las penas una herramienta o “dispositivo” para modelar a las personas, de acuerdo con los deseos o designios de los que detentan el poder social.

¿Qué piensas tú? ¿Cómo deberíamos castigar al delincuente, si es que hay que hacerlo? 

Guión: Juan Antonio Negrete . Actores: Jonathan González,  Eva Romero, Laura Casado. Voces: Chus García, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.




Las leyes.

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Crisantra.- ¡¡Guau!! ¡¡Mira, Primitiva, los fuegos!! ¡¡Me encanta la noche de San Juan!!
Primitiva.- ¡¡Y a mi, me siento más primitiva que nunca!!
Petronilo.- ¿Sabéis lo que se celebra en San Juan?
Primitiva.- Pues que empieza el verano, y las vacaciones...
Petronilo.- Es el solsticio de verano, el día más largo del año.
Crisantra.- ¿Y eso qué es?
Petronilo.- El día en que el eje de la tierra se inclina más hacia el sol, al menos en el hemisferio norte. Pasa todos los años.
Primitiva.- Rayos y centellas, lo que sabe este muchacho.
Crisantra.- Si, jajaja. Sobre todo cuando se sienta al lado de Eremita. Oye, Ere. Estás muy callada.
Eremita.- Os estoy escuchando.
Crisantra.- ¿No te alucinan los fuegos?
Eremita.- Sí. Aunque prefiero mirar las estrellas. Esta noche se ven a millares... Y me he quedado pensando en lo que dice Petronilo.
Primitiva.- ¡Claro, para eso lo ha dicho, para que pienses en él!
Petronilo.- ¿Y en qué pensabas Ere?
Eremita.- En lo increíble que es que todos esos mundos, ahí en el cielo, se muevan con tanto orden, casi como un reloj. ¿No os parece increíble? ¿Qué es lo que puede hacer que todo funcione así?
Crisantra.- Tal vez un dios relojero.
Primitiva.- ¡Anda ya! Son las leyes, las que dicen los astrólogos. O los astrónomos. Lo vi en un documental. Los científicos sabían que había un planeta, o dos, en un lugar donde no se veía nada. Y todo lo hacían con cálculos matemáticos.
Eremita.- Bueno, los planetas se acaban viendo. ¿Pero y las leyes que hacen que todo gire de modo tan... elegante?
Petronilo.- Las leyes no se ven, no son cosas.
Eremita.- ¿Y qué son entonces?
Petronilo.- Pues ideas, conceptos que se inventan los físicos y los matemáticos.
Eremita.- ¿Y todo el universo se mueve según las ideas de los físicos? No puede ser. Estoy segura de que el universo se movía igual cuando aún no había físicos.
Primitiva.- Un momento. Y los físicos se mueven según las leyes de los físicos cuando su mente se mueve para hacer las leyes... ¡Argg¡ ¿Lo veis? Ya me he rayado.
Eremita.- … Las leyes son cosas rarísimas. Están ahí, en todas partes, y siempre son las mismas, como si por ellas nunca pasara el tiempo.
Petronilo.- Pero el tiempo también tiene sus leyes. Las estudió Einstein.
Primitiva.- ¡¡Vale ya, que me estoy mareando!!
Eremita.- Pues a mi tranquiliza pensar que todo ocurre así, de forma tan...matemática.
Crisantra.- ¡¡¡¡Mirad, mirad, una estrella fugaz!!!!
Primitiva.- Esa sí que va por libre, sin leyes ni nada.
Petronilo.- Como que no. Son trocitos de rocas, que se estrellan con la atmósfera y comienzan a arder.
Crisantra.- Pero qué listísimo eres. Anda, Eremita, dale un beso.
Eremita.- Cuando pase otra estrella fugaz.
Primitiva y Crisantra.- ¡¡Guaauu!!








¿Por qué muchas de las cosas que observamos en la naturaleza suceden siempre igual? Los sucesos del universo parecen reflejar una estructura que se repite, y que permite reconocerlos. Esa estructura o forma fija de comportarse da pié a suponer que las cosas ocurren según leyes, como las que estudian los científicos.

Ahora bien, las leyes parecen ser algo muy misterioso. Cada cosa de este mundo es única y particular, ocupa un lugar concreto en el espacio, y dura lo que dura, mientras que las leyes parecen ser de “otra pasta”. Las leyes, por ejemplo, que determinan la combustión de las estrellas, no son parte física de ninguna de ellas, aunque afectan a todas a la vez. Tampoco envejecen ni mueren, como las propias estrellas, sino que permanecen siempre iguales, sin cambio alguno. Las leyes parecen ser eternas, incorpóreas, omnipresentes... ¿Pero cómo pueden existir cosas así?

Según algunos filósofos, las leyes no son realmente cosas, sino ficciones creadas por la mente y el lenguaje para comprender mejor el mundo. Ahora bien, ¿cómo explicar entonces que el mundo funcione según esas “ficciones”? Los puentes se mantienen en pie porque obedecen leyes matemáticas y físicas muy precisas, que el ingeniero descubre y no puede inventar a capricho. Es más: el propio universo, y la propia mente, se rigen por leyes mucho antes de que existieran los científicos para crearlas.

Según otros, las leyes físicas o matemáticas son formas o estructuras distintas al mundo físico y a las mentes particulares. Para el filósofo Platón, por ejemplo, tales formas constituían realidades objetivas independientes del mundo físico, aunque relacionadas con él, a las que Platón sitúo en un mundo ideal. Este planteamiento metafísico ha suscitado, desde entonces, una inacabable controversia.

Un tesis más moderada es la de Immanuel Kant, para el que las leyes científicas son una proyección en el mundo de las leyes que rigen el propio pensamiento, siendo estás últimas de carácter, como él dice, trascendental, y distintas a cualquier suceso físico o psicológico concreto.

¿Qué piensas tú? ¿Son las leyes un hecho psicológico o cultural, o una realidad objetiva más allá de los hechos?

Guión: Víctor Bermúdez . Actores: Fernándo González Rendo. Eva Romero, María Ruíz-Funes, Gema Ortiz. Voz en off: Mónica Burgoa, Víctor Bermúdez. Producción: Antonio Blazquez. Música sintonía: Bobby McFerrin. Dibujos: Marién Sauceda. Idea original para Radio 5: Víctor Bermúdez y Juan Antonio Negrete.